Política esquina Economía
21/02/2022 | 13:56 |
Adrián Simioni
El kirchnerismo salió en cadena a boicotear el acuerdo que buscan Alberto Fernández y Martín Guzmán con el FMI. El fin de semana dejaron al rojo vivo los teléfonos de los periodistas.
Difundieron varias medias verdades: que se viene otra reforma para ajustar a los jubilados, que el FMI exigirá un tarifazo mucho más duro que el que dice Guzmán, que son muy pocos los dólares frescos que el FMI le dará al Banco Central, o que el paquete incluye congelar salarios.
Según el gobierno, son medias mentiras. La reforma previsional es sólo para jueces y embajadores. Los salarios son sólo los estatales, y no se congelan sino que las subas tendrían un tope: el crecimiento de la economía.
Es un boicot con dos objetivos. Primero, justificar que muchos de los cristinistas y camporistas van a votar en contra de su propio gobierno. Quieren salvar su relato y seguir quemando plata en la Anses, en Aerolíneas, etc., sin ensuciarse los deditos.
El otro efecto objetivo es hacerle las cosas aún más difíciles a Alberto Fernández, porque, cuanto más se presente el acuerdo con el FMI como un ajuste, más difícil será para el presidente lograr que lo apoyen los opositores, cuyos votos necesita porque Cristina lo está dejando solo.
Sin embargo, hay algo que no cierra. Cristina y Máximo pueden hacer todas las piruetas mezquinas e irresponsables que quieran para debilitar al presidente y dejar pegada a la oposición con un ajuste.
Pero lo que no puede hacer Cristina es responder una pregunta sencilla: ¿Por qué el presidente que ella misma puso -el presidente que sigue sus órdenes, el que fijó con ella las políticas del gobierno y el que pone a los funcionarios que ella le dice- termina acordando con el FMI un convenio que en su esencia es igual al de Mauricio Macri?
¿No será que el acuerdo con el Fondo es la mejor manera posible de llevar adelante el ajuste inevitable que necesita el Estado luego de la década de fiesta kirchnerista? ¿No será que el gobierno de Cambiemos tenía razón?
Si no, no se entiende por qué ella nos puso un presidente como Alberto, que prometía junto a ella hacer todo lo contrario al entregador, cipayo y vendepatria de Macri, pero que al final termina haciendo lo mismo. Cristina Fernández no puede responder eso. De ahí tanto silencio. Ella jamás se dignó a dialogar con nadie ni a responder preguntas. Mucho menos lo hará ahora. Cristina puede ordenar boicots. Pero casi nunca ha podido responder preguntas.
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