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09/03/2022 | 14:26 | Por Adrián Simioni
Adrián Simioni
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Vaca Muerta: el error de no pasarse nunca a nafta
Las segundas reservas de gas no convencional del mundo en Vaca Muerta fueron anunciadas en Neuquén por Repsol en 2011, cuando la firma española todavía controlaba YPF. Seis meses después, ya en 2012, Cristina Fernández anunció la estatización del 51% de YPF. Para entonces, con la inflación y el espanto al capital, los dólares ya escaseaban. Sin capital, YPF se asoció a petroleras mundiales para que hicieran el fracking que ella no sabía hacer y para aprender. Todo fue lento.
Después vino la caída del precio internacional del petróleo. Se sumó al atraso eterno del precio del gas. No había incentivos para invertir. Eso recién empezó a mejorar hacia el final del gobierno de Cristina y durante el gobierno de Macri, que descongeló tarifas y subió el precio del gas.
Pero el aumento de la producción de gas pronto se encontró con otro problema que subsiste: la falta de infraestructura. Desde el hallazgo de Repsol ya pasaron 11 años pero el país sin dólares ni empresas fuertes nunca pudo construir los gasoductos capaces de llevar todo el gas que se podría sacar al resto del país o a los países vecinos ni las plantas que podrían licuar el gas para poder exportarlo por barco ni las fábricas que podrían transformar el metano en fertilizantes.
Hoy, por la invasión de Rusia a Ucrania, el precio mundial del gas se multiplicó por 11. Y Argentina podría producir mucho gas. Es como si brotara el gas de la tierra pero no hubiera una garrafa en la cual capturarlo. Peor: en lugar de estar en condiciones de exportar gas, hemos vuelto a importar más porque el gobierno de Alberto Fernández volvió a congelar las tarifas y eso alentó el consumo y el derroche. Y tenemos menos dólares que nunca tanto para importar gas que es mucho más caro como para hacer las obras que permitirían usar el gas de Vaca Muerta.
Al gas de Vaca Muerta le queda un futuro cada vez más corto para ser usado. Porque se prevé que en pocos años más la mayor parte de la energía que consuma el mundo será de fuentes renovables. Y es posible que nosotros volvamos a quedarnos con una enorme riqueza enterrada. Lo que, en realidad, es pobreza. Son las consecuencias de no habernos pasado nunca a nafta. Campeones morales otra vez.
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