Política esquina economía
11/02/2020 | 06:20 | El presidente insiste en pesificar tarifas. Pero ya están en esas monedas. Y tienen un atraso de 50%. Vuelve la discriminación al interior.
Adrián Simioni
Se ve que Alberto Fernández no sólo juega al póker con los acreedores a los que no quiere revelarles su plan, según ha dicho. Porque tampoco es claro a la hora de hablar de su política energética, en particular de la electricidad.
Desde la campaña electoral, el Presidente tiene un caballito de batalla: dice que quiere “desdolarizar” las tarifas eléctricas. Ayer lo repitió.
La verdad es que, cada vez que dice eso, los expertos del sector se rascan la cabeza: las tarifas eléctricas que las distribuidoras del Gran Buenos Aires les cobran a clientes residenciales y de todo tipo no están dolarizadas. Están en pesos y atadas a un mecanismo de indexación semestral que es bastante más lógico de lo que creemos. En un 50% por ciento, la tarifa se actualiza según la evolución de los salarios. La otra mitad se actualiza según un mix de inflación minorista y mayorista.
Con eso, las distribuidoras tienen que pagarles a sus empleados (salarios en pesos que siguen la inflación atados a convenios laborales rígidos), costear insumos que siguen mucho al dólar (cables, software, computadoras, camionetas, equipos) y pagar la electricidad que les proveen las generadoras.
Esa electricidad tiene un precio mayorista que fija Cammesa, en pesos. Y es por acá donde aparece el dólar, pero no porque esté en una norma. Para producir electricidad, las generadoras deben comprar gas a las petroleras. Y el negocio petrolero en general está atado a los precios internacionales. No tanto porque el gas se pueda vender a cualquier postor de otro país que pague en dólares (eso es técnicamente difícil) sino porque las petroleras invierten en los países donde obtienen mejores beneficios.
Si Fernández decide forzar a las petroleras a venderles barato durante mucho tiempo a las generadoras, entonces las petroleras preferirán invertir en cualquier otro lado y la producción de gas caerá. Ya sucedió con Néstor y Cristina Kirchner. Ya una vez Argentina dejó de ser autosuficiente y tuvo que empezar a importar gas, que encima era mucho más caro que el que los Kirchner seguían emperrados en reconocer internamente.
Acá Fernández hizo campaña prometiendo a las petroleras que iba a reconocerles el valor pleno del dólar por sus exportaciones, darles estabilidad fiscal, bajarles las retenciones, liberarles precios y exceptuarlas del cepo para que dispusieran de sus dólares. El argumento era que sí o sí había que estimular al sector para que invirtieran y exportaran, generando así los dólares que necesita el país. Nada de eso sucedió todavía.
Y encima, atrasadas
El desconcierto que genera Fernández en todo el sector es aún mayor porque no sólo las tarifas no están dolarizadas, sino que están ampliamente atrasadas.
Veamos qué pasa con el precio de la energía en sí, que rige para todo el país. Según la página oficial de Cammesa, en total el consumo argentino está pagando apenas el 32% de lo que cuesta producir la energía. En el caso específico de los clientes residenciales, sólo pagamos el 54% del costo de la luz.
Es que el precio de la energía en sí, además de no estar en dólares, está atrasado. La última vez que se actualizó fue en marzo del año pasado.
En cuanto al costo de distribuir la energía, eso depende de las distintas empresas en todo el país. Pero a Fernández y al kirchnerismo lo que más les importa es lo que pasa con Edenor y Edesur, que son las que reparten la luz en Capital Federal y el conurbano bonaerense, donde están concentrados los votantes. Esas tarifas también están atrasadas. La última vez que se actualizaron fue en febrero. Debían actualizarse de nuevo en agosto un 25% y el macrismo acordó de palabras con ellas no hacerlo. Ahora tienen que actualizarse de nuevo, pero el gobierno intervino el Enre y congeló por decreto. Se acumulan ya dos semestres sin actualizar: a ojo, un atraso de 50%.
O sea que, al menos en el Gran Buenos Aires, las tarifas no están dolarizadas, sino que tanto el precio de la electricidad como la tarifa de distribución tienen un atraso del orden del 50%.
Pero Fernández insiste en que quiere “desdolarizarlas” y da a entender que, a su juicio, las tarifas están muy altas.
¿Entonces?
¿Qué pasa si, pese a esto, el gobierno mantiene el congelamiento pese a la inflación?
En la generación, vamos a perder los ciudadanos a través del Estado, que tendrá que destinar más pesos de los impuestos o emitir más pesos (produciendo inflación) para pagarles a las petroleras para que sigan sacando un mínimo de gas o para importar gas si es que vuelve a ser necesario.
En la distribución, va a depender de cada provincia. Las que puedan subsidiar lo harán. Las que no, autorizarán aumentos o perderán calidad de servicio.
En el Gran Buenos Aires (GBA), donde Edenor y Edesur han vuelto a depender de la Nación, es probable que reaparezcan los subsidios a la distribución que ya había establecido el kirchnerismo entre 2003 y 2015 y que eran muy discriminatorios para el interior (ya que sólo regían para GBA).
Románticos del enchufe
Mientras tanto, reina el desconcierto. Porque en el gobierno aparecen románticos con plata ajena que, lejos de comprender estas cuestiones, siguen pensando que la energía puede ser gratis. Por ejemplo, el flamante titular de la Dirección de Fábricas Recuperadas, Eduardo Murúa, pide que esas organizaciones paguen sólo el 50% del total del valor del servicio eléctrico por dos años hasta superar la crisis y que "se recupere la demanda y la producción”.
Mirá qué fácil son las cosas cuando se tiene un poquito de voluntad. Ya debería pedir lo mismo la Unión Industrial de Córdoba o cualquier otra. Para ellas también las brutales facturas de Epec serían más llevaderas una vez “que se recupere la demanda”. Mientras, sería bueno saber quién bancaria los costos de Epec y de todo el sistema eléctrico argentino