¿Y el des-impuesto a la pérdida inesperada, para cuándo?

Los argentinos ya tenemos que pagar una maraña asfixiante de165 impuestos nacionales, provinciales y municipales. Los acaba de contar Nadin Argañaraz, presidente del Iaraf. Es un infierno burocrático y, a la vez, el ancla que aniquila desde hace décadas al sector privado fagocitado por el Estado.

Sin embargo, a los cráneos que nos gobiernan se les acaba de ocurrir otro impuesto más: el impuesto a la "renta inesperada", es decir, a la ganancia inesperada. Deberían cambiarle el nombre, porque en Argentina las ganancias más que inesperadas ya son un milagro.

La idea es del ministro Martín Guzmán: quiere capturar así las ganancias según él "extraordinarias" del agro, las petroleras o las mineras por la suba de precios internacionales.

En realidad, eso ya existe: el propio Impuesto a las Ganancias tiene una escala progresiva tanto para empresas como para individuos. Cuanto más ganás más pagás.

Pero el gobierno no está conforme: quiere subir la alícuota tope, que hoy es de 35%, hasta 50%, algo que podría ser confiscatorio.

El tema está lleno de problemas. ¿En relación a qué van a ser "inesperadas" las ganancias? ¿En comparación a las del año pasado? ¿Y si el año pasado hubo pérdida? ¿Quién va a decidir cuánto se puede ganar y cuánto no?

Miren el caso del agro: según la Fundación Fada, de cada 100 pesos que genera una hectárea el Estado ya se queda con 65 pesos. Pero eso es así tanto cuando los precios internacionales suben como cuando bajan. Y para todos los productores igual: al que pierde todo con una pedrada le caen los mismos impuestos que si hubiera tenido un cosechón.

En realidad, Alberto Fernández y Guzmán necesitan mostrarse progres ante el cristinismo. Por eso quieren plata para repartir una versión adelgazada del IFE: 6.000 pesos dos veces al año.

Hay un tema conceptual de fondo: qué es una "ganancia inesperada". Para quien invierte y arriesga, nunca hay "ganancia inesperada", siempre espera la mayor ganancia posible. Al mismo tiempo, toda ganancia es inesperada, porque de hecho, a veces lo que hay son pérdidas. Es el riesgo empresario mismo.

Si nuestros genios de turno quieren eliminar el riesgo empresario cuando hay ganancias, entonces deberían proponer lo mismo con las pérdidas: una especie de "des-impuesto a las pérdidas inesperadas" para compensar a los que arriesgan y pierden. Pero eso, claro, nunca se les ocurre.