Política esquina economía
09/04/2020 | 06:12 | En diciembre, fue el Impuesto País. Cuatro meses después, el Patria. Se están quedando sin nombres. Pero no se les cae una idea.
Adrián Simioni
Ustedes, lectores, son muy chicos y por eso no se acuerdan, pero la verdad es que a fines de febrero, inicios de marzo, la Argentina que vive del sector privado clamaba a gritos: “¡Dejen de subir impuestos!”.
Y no era para menos. En diciembre, por ejemplo, el gobierno de Alberto Fernández había subido las retenciones a los granos invocando la necesidad de que “los que mejor están hagan un esfuerzo”, pese a la caída de los precios internacionales, la inflación de costos y el hecho de que los exportadores del agro ya recibían (y siguen recibiendo) un dólar ficticio que todavía hoy vale apenas 65 pesos. Aún así, En marzo, el mismo Presidente, sin siquiera haber presentado un plan (con la excusa de una negociación con bonistas externos que nunca llegó a ningún lado) dispuso un aumento adicional de retenciones a la soja, combinado con devoluciones de impuestos que nunca suceden y el “regalo” de rebajas a retenciones a las exportaciones de productos que nadie exporta.
Menos de un mes después, la respuesta todoterreno de siempre de la corporación política hegemónica de la Argentina para afrontar la pandemia en una economía que en la antesala de la muerte vuelve a ser un… aumento de impuestos.
No importó que en la segunda semana de cuarentena argentinos encerrados en sus departamentos hicieran un “ruidazo” contra los costos de la corporación política y la eterna cordillera de asesores, familiares, ñoquis, conchabados y punteros con la que financian -sin que a nadie eso le parezca un choreo de las arcas públicas- los aparatos de sus miles de pymes y sociedades anónimas partidarias.
Ellos siempre van por más. Ahora se viene el Impuesto Patria que impulsan las distintas tribus K. En diciembre, hace cuatro meses, ya habían clavado el Impuesto País (el impuesto al dólar). A este ritmo, estamos en condiciones de asegurar que en julio van a proponer un nuevo tributo. No teman. Todavía quedan nombres. Lo pueden llamar, por ejemplo, Impuesto Nación. Al próximo, allá por octubre, le pueden poner Impuesto Pueblo.
¡Ya sé! ¡Pongamos un impuesto a la riqueza!
¿Qué podría gravar? Y… lo mismo de siempre. A la demagogia primitiva nunca se le caen demasiadas ideas. Como hacen con el Impuesto Patria que tienen en estudio a partir de iniciativas diversas que proponen gravar ¡otra vez! las mismas ganancias y los mismos patrimonios de un país cuyas ganancias y patrimonios vienen para atrás desde hace 12 años. Y que ya tienen no doble sino triple imposición. El mismo inmueble, por ejemplo, paga Bienes Personales a la Nación, Inmobiliario a la Provincia y una tasa municipal que no tiene nada que ver con el servicio que presta el municipio. Si el inmueble se vende y deja una diferencia contable a favor (no hace falta que deje un ganancia) podés llegar a pagar Ganancias, Ingresos Brutos, Sellos y una larga serie de impuestos “a la transferencia” de todas las jurisdicciones.
La idea más disparatada es la que -sin disimular primitivismo alguno- planteó el Hugo Yasky. El diputado K se inspiró en la lista de multimillonarios argentinos ricos que publica la revista Forbes para asegurar, como Pancho por su casa, que gravando a las 50 personas que amontonó ahí un periodista se pueden juntar mil millones de dólares.
Yasky no sabe si esa información es contablemente cierta, si los bienes son imponibles o no, si están en Argentina o en otros países, si las empresas de esos señores ya están quebradas o no (debería preguntarle al Señor Aeropuertos, Eduardo Eurnekian, a ver si es hoy tan millonario como lo era antes de la pandemia).
Total, 163 impuestos funcionaron bárbaro
Son recomendaciones en una bolsa rota. Nada les importa. No les importa que en Argentina alguien que quiera operar en blanco enfrenta 163 impuestos, aunque esto depende un poco de en qué provincia y qué municipio esté el domicilio legal, según el Iaraf, uno de los pocos institutos baquianos que intenta seguir la huella tributaria en el caos fiscal argentino.
No les importa que la carga tributaria para quien opere en blanco haya llegado el año pasado a más del 49% (o sea, más de la mitad de lo que se produce se lo queda el Estado).
Imperio de competencia desleal
Tampoco les importa que, como resultado de eso, entre el 35% y el 40% de la economía esté en negro. La corporación política ha creado así un imperio de la competencia ilegal que castiga a los imbéciles que pagan los impuestos de los que ellos cobran sus sueldos.
Mirá cómo gasto
Y, sobre todo, no les importa cómo quema el dinero el Estado. Incluso ahora mismo, en medio de la crisis, cuando el Estado exhibe en forma obscena que ya no sabe ni repartir lo que confisca.
La exhuberante inoperancia y/o corrupción estatal quedó graficada estos días con el “minué de los fideos” del Ministerio de Desarrollo Social.
Una verdadera postal del atraso. que oculta un desmadre demagógico mucho más profundo e impide que nos hagamos una pregunta básica: ¿alguien piensa, alguna vez, reformar la burocracia fallida de nuestro país o vamos a dejar que este Estado siga disfrazándose de bombero cuando ha sido el pirómano fundamental de nuestras últimas décadas?