Política esquina economía
16/04/2020 | 06:20 | Días cruciales: default o no. Fernández anuncia la oferta con los gobernadores. No habrá ovación como en 2001 con los legisladores.
Adrián Simioni
Pueden suceder tsunamis, olas de terrorismo internacional, crisis que dejen al mundo al borde de la conflagración mundial, caer los muros que dividen al mundo o pandemias gigantes como una plaga de Egipto, pero nosotros, argentinos hasta el tuétano, siempre vamos a aturdirnos hablando de lo mismo: de guita.
Nuestros temas preferidos, en este orden: el dólar, la inflación, el déficit fiscal, la deuda externa, la recesión, la falta de inversión (atraso tecnológico, infraestructural, educativo).
Por ejemplo, el 2001. En setiembre de ese año dos aviones estampados contra las torres gemelas de Nueva York dieron vuelta al mundo como una media en una mañana. A nosotros el tema nos entretuvo apenas un par de semanas. Enseguida retomamos nuestra agenda de siempre. Y antes de cuatro meses nos pusimos a fabricar presidentes en serie y declaramos formalmente el mayor default de la historia, con el aplauso de toda la casta política (escasas excepciones) en la Asamblea Legislativa.
La pandemia, una excusa
Hoy es posible que suceda algo parecido. La pandemia será apenas la justificación para que la escena transcurra con los gobernadores en la Quinta de Olivos y no con los diputados y senadores en el Congreso. El presidente Alberto Fernández debe también querer evitar en lo posible imágenes parecidas. Los gobernadores no van a ponerse a cantar “el que no salta es un bonista”. Van a poner cara adusta.
Y entonces Fernández va a formular la oferta de canje a los bonistas con la que, asegura la Casa Rosada, el gobierno espera evitar un nuevo default abierto y generalizado de la Argentina.
Los incumplimientos parciales de la deuda -con parte de los títulos en pesos- comenzaron al final de la gestión Cambiemos. Y se ampliaron con canjes semiforzosos y postergaciones de pagos a títulos en dólares bajo legislación local.
Ahora lo que está en juego es con la penúltima frontera que le queda a la Argentina: son casi 70 mil millones de dólares en bonos en dólares bajo ley Nueva York, muchos de los cuales fueron emitidos en el último default, iniciado hace apenas 19 años y terminado de arreglar hace apenas 4 años. Estamos a punto de caer otra vez en el mismo casillero.
Con el FMI no, Alberto
La última frontera es la deuda con el FMI, que nunca nadie cruzó. Ni siquiera la Argentina defaulteó al organismo.
Esta vez, gran parte de la deuda argentina es con el organismo: 44 mil millones. Más de la mitad de lo que se debe a los bonistas con ley internacional. Es porque bajo el gobierno de Macri, buena parte de esa deuda con privados -a tasas mucho más altas e imposible de renovar voluntariamente- se canceló con préstamos del Fondo -a tasas más bajas y bajo decisiones políticas-.
Esta vez, para no clavarlo al Fondo, la Argentina, si quiere sacarse la soga del cuello, debe dejarles entonces un enorme clavo a los bonistas privados. A los que encima les debe una masa relativamente chica de dinero.
Para que quede más claro hagamos un ejercicio que reprobarían los expertos: supongamos que Argentina quiere lograr un alivio financiero de 40 mil millones sobre los 114 mil que les debe al FMI y a los bonistas. Podría recortarles 24.800 millones a los bonistas y 15.200 al FMI en forma equitativa. La combinación de quita, baja de intereses y plazo de gracia implicaría para los bonistas perder 35% de sus acreencias. Pero al FMI no se le puede decir que vuelva en cuatro años. Entonces los 40 mil millones tienen que caer, todos, sobre los privados. Y el recorte se transforma en un brutal 57%.
Disyuntiva para acreedores
Por eso hoy, según los trascendidos, el presidente Fernández les va a ofrecer canjear los bonos ya en los hechos inservibles por otros nuevos y crocantes, pero generen una acreencia nominal menor.
La propuesta sería la que trasciende por todas partes: no pagar intereses hasta 2024 (es decir serán un problema del próximo presidente); esos intereses serían diminutos, como si Argentina fuera Japón (empiezan con 1% anual y van creciendo a menos de 6%); las amortizaciones del capital (es decir la devolución de la plata prestada más allá de los intereses) no se empieza a pagar hasta 2025 (al siguiente presidente le van a caer intereses y capital juntos en el segundo año de mandato). Además, podría haber una quita en la base del capital.
Según el gobierno, la combinación de todas estas cosas va a hacer que por cada papelito que hoy tienen los bonistas donde dice que Argentina les debe un dólar, van a recibir un papel que dice que Argentina les debe 40 centavos.
Los bonistas tienen un motivo para aceptar: algunos de los papeles que ellos tiene y que dicen “Argentina te debe un dólar” no pueden venderse hoy por más de 30 centavos.
Pero también tienen un motivo para no aceptar. ¿Para qué quieren un nuevo papelito que diga “Argentina te debe 40 centavos”, firmado por un país que es el mayor defaulteador mundial de la historia?
No es exageración: Argentina dejó sin pagar el mayor volumen de deuda de todos los tiempos y además declaró más moratorias de pago que ningún otro país en los últimos 100 años.
Discurso para el tablón
Aclaración necesaria: lo de hoy será una oferta. Nadie sabe si al menos 75% de los bonistas la aceptará (lo que la hará obligatoria para todos los acreedores). Y una negociación -rápida o no- podría modificar esos términos.
Porque, en definitiva, el anuncio que hará hoy Fernández con los gobernadores está dirigido a los bonistas pero, sobre todo, a todos nosotros, al tablón de la tribuna argentina, a la que siempre le gustan los que son “duros” con los “malos”.
En semanas sabremos adónde va irá a parar todo esto. Por lo pronto, ya estamos en nuestra salsa de nuevo: hablando de guita más que del Covid-19.