Ginés González García y Alberto Fernández, en conferencia.

Opinión

Un corso a contramano de palabras sin ton ni son

16/12/2020 | 10:49 |  

Adrián Simioni

El entuerto múltiple en el que se metió el gobierno con las vacunas para el Covid-19 terminó de exponer los graves problemas que tiene Alberto Fernández con la palabra.

El presidente ya tenía muchos problemas con las palabras de su pasado. Los periodistas nos hemos hartado de confrontar las barbaridades que decía no hace mucho de Cristina Fernández y la corrupción y errores de su gobierno, que contradicen abiertamente lo que Alberto dice hoy sobre aquellas mismas cosas.

También saltan a la vista los problemas de sus palabras con el presente. Alberto dice que quiere reformar la Justicia y manda un proyecto de ley y la Presidenta le responde por carta pública diciendo que eso no es una reforma judicial. Alberto dice que la Justicia debe cuidar su prestigio para tratar de poner paños fríos a la guerra declarada de los K a la Corte Suprema tras el fallo contra Boudou y sus propios ministros K en el gabinete salen a decir públicamente que en su gobierno hay presos políticos.

Fernández también tiene problemas con sus palabras en el presente porque su retórica es primitiva, exhibe ignorancia sobre los temas que toca o es oportunista. Es el combo que dejó el minué del velorio de Maradona. El presidente convocó a un funeral masivo en plena pandemia después de considerar haber considerado “terraplanistas” a quienes osaban criticar aspectos de la cuarentena más larga y costosa del mundo. Pero encima su gobierno dijo estupideces como que un millón de personas podían pasar en 8 horas por la Rosada. Y por si fuera poco el presidente terminó intentando calmar barrabravas usando un megáfono en las rejas de la casa de Gobierno, exhibiendo su inconciencia sobre el manual de uso de la palabra presidencial, cuya regla 1 es no someterla a papelones patéticos.

Al presidente sólo le faltaba devaluar su palabra en relación al futuro. Y lo acaba de hacer con la ayuda del ministro Ginés González García. En agosto Fernández se embaló con la vacuna de Oxford. Argentina estaría entre los primeros países en contar con una vacuna porque directamente se fabricaría acá. No fue su culpa, pero lo cierto es que Oxford se mancó en la fase 3 y su vacuna será de las últimas en llegar. Después la clave del éxito rápido iba a ser la vacuna de Pfizer, porque el gobierno pagaría y porque en Argentina se hicieron buena parte de las pruebas. Hoy, las palabras del gobierno, a través del ministro Ginés González García, no logran aclarar por qué las vacunas de Pfizer ya se colocan en varios países pero no llegan a la Argentina. Encima, Ginés le hizo decir que para la Navidad comenzarían a colocarse 10 millones de dosis de la vacuna rusa Sputnik, pero ayer el ministro bajó de un hondazo el discurso del presidente al decir que, con suerte, habrá 300 mil vacunas en enero, por “problemas con los aviones” que tampoco precisó. Mientras, sus propios funcionarios, desde Moscú, están sorprendidos y dan a entender off the récord que la Sputnik sí puede llegar en cantidad y a tiempo.

Veremos qué es cierto de todo esto. Mientras, el presidente debería reflexionar y, sobre todo, asesorarse antes de seguir con un corso a contramano de palabras sin ton ni son.

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