El arte de cumplir sueños: la historia de Vanina Correa, la arquera argentina mundialista

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Vanina Correa, arquera del seleccionado argentino, jugará este mes su cuarta Copa del Mundo. A sus 39 años, con dos hijos, dice que lo importante de la vida pasa por otro lado. No obstante, a días de emprender el viaje a Nueva Zelanda, sabe que tiene en sus manos la posibilidad de construir algo importante: “El fútbol femenino en Argentina depende un poquito de nosotras”.

Oriunda de Villa Gobernador Galvéz, a 10 km de la ciudad de Rosario, Vanina comenzó su historia de amor con el deporte vestida de mascota en el club local. Debajo del disfraz no importaba el género, y tampoco lo hacía cuando ella tocaba la pelota, jugando inicialmente con sus hermanos y con los otros chicos del lugar.

Con el fondo de las canchas de su actual club, Rosario Central, Correa explica su encuentro con el arco como casi una casualidad: “Yo lo único que quería era jugar al fútbol. Me animé a ir al arco y me quedé”, confiesa ante Agostina Meneghetti, periodista de Cadena 3.

La historia de la guardametas albiceleste estuvo llena de decisiones difíciles: desde dejar su provincia natal para irse a Buenos Aires y poder estar en el seleccionado hasta abandonar los estudios para tener la posibilidad de viajar, Vanina sabe que tuvo que hacer muchos sacrificios por su sueño de jugar al fútbol.

Sin embargo, también tuvo el complicado desafío de alejarse de lo que tanto le gustaba: a sus 27 años, una dura lesión y las dificultades a las que se ven expuestas las futbolistas día a día se sumaron a un deseo latente que crecía dentro de Vanina: la maternidad.

“Ya tenía 27 años, estaba cansada de no tener nada. Las pibas se esmeran, dejan de trabajar, entrenan todos los días, y no les dan lo que se merecen”, explica Hugo Correa, papá de Vanina, sobre la pausa de su hija en su carrera de futbolista, que trajo consigo una de las grandes bendiciones en su vida en la actualidad: sus nietos, el otro sueño que Vanina pudo cumplir.

Tiempo después, con esfuerzo, y mucha ayuda de sus padres Hugo y Adriana, Vanina volvió. “El regreso a las canchas fue difícil”, relata la arquera, y agrega: “Nosotras somos las que ponemos el cuerpo”.

La santafesina sigue construyendo su historia con la camiseta argentina, que ya milita hace 20 años. Además de ser dueña del arco “albiceleste”, se convirtió en una referente para las demás, y las acompaña sabiendo que un futuro para las niñas futbolistas es cada vez más posible.

“Nosotras nos fuimos metiendo como podíamos. Creo que las camadas que vienen ahora tienen el privilegio de jugar y de formarse desde las inferiores”, señala.

Además, entiende el rol que tendrá el próximo Mundial, en donde Argentina buscará alcanzar un logro sin precedentes en la categoría: pasar a octavos de final de la Copa del Mundo.

“Creo que el fútbol femenino en Argentina depende un poquito de nosotras”, confiesa, recordando la edición del torneo anterior en donde el conjunto nacional se quedó en las puertas de la clasificación, pero no pudo lograrlo.

Aun así, la ilusión persiste, y Vanina, ya con 39 años, tendrá la posibilidad de luchar por el sueño que todavía tiene pendiente: “Cuando era chiquita y jugaba a la pelota, decía: ‘Voy a jugar un mundial’. Va por el cuarto”, ríe Hugo, su papá.