Cartas de amor
22/12/2024 | 12:21
Redacción Cadena 3
Audios
El día que un oyente de Rony Vargas emocionó a José Luis Perales con una carta
Rony Vargas estuvo en el lanzamiento del streaming "Oxígeno" en Alta Gracia y entre muchos mensajes, oyentes compartieron emotivos recuerdos. Uno de los más destacados fue el de Víctor Lauricella, quien recordó con nostalgia su conexión a través de la radio.
Fue él quien escribió una carta que emocionó hasta las lágrimas a José Luis Perales en una entrevista que el cantante español tuvo con Rony Vargas.
"Cuando me fui a vivir a Italia en el año 2001, yo lo escuchaba todos los domingos mientras hacía el asadito. Grabé el programa casi completo en un cassette, y allá, en el patio, escuchaba el mismo programa siempre. No faltaba Rony Vargas en el asado del domingo", contó este domingo destacando su conexión con la radio
En la carta de amor que envió a la radio, Víctor narró la historia de su suegra, María Margarita, y su amor por el cantante
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En el texto, Víctor relataba la historia de esta mujer de humilde origen italiano que en los últimos tiempos de su vida fue a ver al cantante en primera fila y que previamente había dicho que tras cumplir ese sueño podía morir en paz. Solo unos días después se despidió de este mundo.
El programa de cartas de amor ha tenido un impacto significativo, según Vargas, quien destacó: "Esto es el que suma, y que surge de casualidad". La iniciativa ha permitido a los oyentes compartir sus historias y conectar con sus emociones, creando un vínculo especial entre la radio y sus seguidores.
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El relato de Víctor Lauricella es solo uno de los muchos que han surgido a través de este formato, que ha logrado resonar tanto a nivel nacional como internacional. "La radio tiene la culpa", concluyó Vargas, resaltando el poder de la comunicación y la música en la vida de las personas.
La carta completa de Víctor:
La historia de María Margarita con José Luis: un amor sin fin
Hija de inmigrantes piamonteses, una de las cuatro mujeres entre 15 hermanos, criada en un ambiente donde solo se hablaba el dialecto de sus padres. ¿Sabías que aquí en Córdoba hay muchísimos descendientes de piamonteses? María Margarita vino al mundo en el año 1919. Fue partícipe, aunque inconsciente, de un mundo convulsionado donde la Gran Guerra, como la llaman los tanos, marcó un rumbo en la historia personal y mundial.
Nunca tuvo acceso a una escuela. No sabía leer ni escribir. De niña, nunca recibió un regalo para Navidad. Con el correr de los años, supo abrirse camino y forjar su propia historia. Autodidacta, encontró en la iglesia el modo de dar sentido a todo aquello que no podía entender. Fue madre de cuatro hijas. Desde joven, compraba revistas de moda y fue parte de un mundo donde un disco de vinilo podía enternecer el alma más dura.
En esa época, conoció a su gran amor: José Luis Perales. Creo que era el año 1978 o 1980, por las propagandas que vi en la revista de donde sacó el póster que adornaba su ropero. Ese póster la acompañaba todas las mañanas mientras se calzaba su vestido o en aquellas oportunidades donde se vestía de gala para algún bautismo.
Todos los días, un gesto; todos los días, una mirada; siempre un saludo. Yo la conocí casi al final de esta historia. Me encantaba hacerla soñar despierta, hacerla reír, hacerla sentir. Al escuchar sus canciones y ver las lágrimas que le adornaban el rostro, fui testigo de un amor puro.
Ella era mi suegra, María Margarita, una anciana divina. Me gustaba cumplirle sus deseos: el asado de los domingos, escuchar 20 veces sus anécdotas, siempre poniendo cara de sorpresa al final de cada una. Pero Margarita tenía una debilidad: José Luis Perales. Cada tanto, nos sentábamos a escuchar sus canciones. Ella sucumbía al silencio, su rostro se congelaba en alguna escena del pasado, se aferraba a mis manos y escuchaba con la mirada baja. Cuando me miraba a los ojos, podía ver una enorme congoja.
Cada vez que practicábamos ese ritual, le prometía: "Cuando venga Perales, vamos a ir a verlo". Su respuesta era siempre la misma: "Si algún día veo a Perales, después muero". ¿Quién iba a creer semejante afirmación?
En el año 2007, no pudimos ir a verlo. Pero en su visita posterior, el año pasado, fui uno de los primeros en comprar la mejor ubicación posible, bien frente al escenario, para que lo viera, para que él la viera. Recuerdo que fue una noche de domingo muy fría. Conseguimos una silla de ruedas para facilitar su traslado, y soportó el viaje desde Alta Gracia. La cola, la espera... pero al fin llegó el momento.
Frente a nosotros estaba José Luis Perales, cantando solo para ella todo su repertorio. La vi juntar las manos, como agradeciendo a Dios por esa oportunidad. Sonrió, lloró, cantó, vivió. Con mi mujer no parábamos de sorprendernos: fue algo magnífico. Cuando cantó su tema preferido, ¿Y cómo es él?, se aferró a nuestras manos y pude sentir cómo vibraba su alma.
Esa noche, cuando volvíamos del recital, me dijo: "Gracias. Esto marca mi final. Ya viví este gran amor y, con el alma plena, puedo morir en paz". Un intercambio de miradas cómplices con mi mujer nos hizo lagrimear.
El martes posterior al recital, la internamos en terapia intensiva. El miércoles, nos dieron la noticia: María ha fallecido.
Aún hoy pienso que semejante amor no pudo ser, pero sé que ella esperaba que José Luis le preguntara: "¿Y cómo es él?" para poder decirle: "Sos vos" y luego morir en paz.
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