Turismo en Mar del Plata
25/01/2022 | 13:47 | Un matrimonio decidió hacer de la gastronomía una experiencia que trasciende lo que se conoce como una simple cena. En esta nota te contamos qué se siente sentarse en una mesa redonda con desconocidos, y sin saber lo que se va a comer.
Por Micaela Rodríguez.
Lisando y María Fernanda hace siete meses abieron las puertas de su casa ubicada en Chapadmalal, al sur de Mar del Plata. No para convertirse en un restaurante a puertas cerradas, sino para ir mas allá. “Creo que trasciende la gastronomía porque se trata de compartir. Es un lugar para otro, para comer, para disfrutar de una cena de la comida de autor y de la relación con un otro, de lo que suceda. No importa. Lo que tenga que suceder”, sostiene Lisandro, el cheff y anfitrión de la casa.
La experiencia de “Encuentros a Ciegas” (así los encuentran en Instagram), ocurre en principio, en la virtualidad. En primer lugar hay que escribirles en esa red social para poder encontrar un lugar porque, ante la demanda que se generó por el “boca en boca”, hay muy poca disponibilidad.
Una vez que se obtiene la tan deseada silla, te piden los datos y el teléfono. Recién ahí uno puede entrar al grupo de Whatsapp creado exclusivamente para las personas que luego se sentarán en la misma mesa. Es inevitable ver las fotos de Whatsapp del resto de los comensales. La curiosidad, en este caso, es parte del proceso de la experiencia gastronómica y sensorial.
Una vez en Chapadmalal, uno ingresa con un poco de nerviosismo, a una casa de familia sin saber con lo que se va a encontrar: porque no sabemos nada del resto de los comensales, y tampoco del menú. Lo único que te preguntan en el grupo es si hay algún tipo de alimento que uno no quiera por determinado motivo. El resto, es sorpresa.
En el comedor hay una sola mesa, que es redonda y tiene 9 sillas. Rápidamente se puede visualizar las fotografías familiares acomodadas en una repisa. Una mesa aparte y más chica con vinos de renombre y un cuadro gigante de Cerati colgado en la pared. El recibimiento cálido por parte de los anfitriones, con una sonrisa de oreja a oreja, hace que uno se sienta un poco más aliviado y pierda los nervios iniciales.
Tanto Lisandro como María Fernanda aclaran que en la planta baja de la casa, todos los comensales pueden recorrer sin restricción Que solo la parte de arriba queda reservada para los dueños de casa. En la cocina, abundan los condimentos, los preparativos, y la alegría.
En la mesa hay una pareja de contadores que se conocieron por Tinder, dos psicólogos (uno ejerce y el otro, no) pero que además surfean y tienen un club de lectura, una turista empoderada oriunda de Tucumán que llegó a Mar del Plata pagándole las vacaciones a sus hijos, una pareja de turistas oriunda de Entre Ríos, una comunicadora social amante de los buenos planes, y quien escribe.
Desde que nos sentamos, cerca de las 21:30 horas, hasta que nos despedimos, más cerca de la 1:30, no hubo un minuto de silencio. Los temas se sucedieron unos a los otros y terminamos hablando con la confianza que se ganan personas que se conocen de toda la vida. Esa es la magia que sobrevoló en la mesa, durante toda la cena.
En pocas horas, se hablaron de una variedad importante de temas: autores de libros, perdida del deseo sexual, lo complicado que es mantener un trabajo tantos años, de lo difícil que es conocer a alguien nuevo en los tiempos que corren, en el bajo salario que recibe la juventud, en cómo Tinder puede generar experiencias memorables o desastrosas, en la necesidad de poner límites a la hora de formar a los hijos, y en qué hacer cuando llueve en Mar del Plata.
El primer plato fue sopa fría de remolachas, con yogurt natural, extracto de trufas y piel de limón. Posteriormente, Fernanda nos trajo a la mesa redonda ceviche de mero. En otro plato, pepinos amarillos, queso fresco y mango. Todo exquisito y sorprendente.
El plato que llegó posteriormente a la mesa redonda nos dejó a todos fascinados: boniato asado, queso provolone, salteado de bife y pesto, con una ensalada simple pero maravillosa de cerezas y tomates reliquia.
A continuación, fue el turno del plato con cous cous cítrico, vieras, mejillones y seso marinado a la plancha. Como si todo eso fuera poco, Lisandro nos siguió sorprendiendo con un plato que incluía un cremoso de porotos aduki, mijo a la plancha y tapa de nalga braseada.
“Es muy gratificante. En todos los encuentros se genera básicamente lo mismo, y paradójicamente todos los grupos son diferentes. Porque son encuentros de personas, todas distintas. Diferentes edades, diferentes profesiones y llegan desde diferentes lugares. La conversación que se genera. El encuentro, es maravilloso. Y las devoluciones han superado ampliamente nuestras expectativas”, cuenta María Fernanda, quien sirve los platos en cada experiencia, y es la anfitriona de la casa.
Al finalizar, llegó el postre: durazno quemado, arrope de chañar y sanbayon. Fueron en total seis pasos, uno más rico y sorprendente que el otro. Aplausos de pie.
“Uno es feliz haciendo esto. Hace mucho nos dedicamos a la gastronomía y sentíamos que había que cuestionar lo establecido. Encuentro es nuestra casa, es nuestro hogar. Acá no cambiamos la mesa, no lo decoramos”, destaca Lisandro.
Y Fernanda agrega: “Aparte de poder transmitir la gastronomía desde nuestra mirada y nuestro sentir. Nosotros somos apasionados de la gastronomía. Y poder expresarlo desde nuestra casa, en nuestro proyecto, desde nuestra mirada, es muy hermoso”.
Después de la velada –mágica- los anfitriones de la casa nos despiden, con el agradecimiento de quien saluda a los viejos amigos que hace mucho tiempo uno no veía. El grupo que se retira, se va contento, porque el “encuentro a ciegas” genera una felicidad natural de quien encuentra en la palabra y en los ojos de otro, el reflejo.
Para mas información, ingresar a las redes de Encuentro a Ciegas