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27/12/2022 | 10:34 | Botellas que llegan a último momento y poco espacio en la heladera. Ante la urgencia de ofrecer bebidas frescas la idea de ponerlas en el freezer es tentadora, pero ¿es la más efectiva y conveniente?
Redacción Cadena 3
Por Yeny Ortega Benavides.
Temperaturas altas, botellas que llegan a último momento, poco espacio en la heladera. Ante la urgencia de ofrecer a los invitados bebidas frescas la idea de ponerlas en el freezer o congelador es la más tentadora, pero ¿es la opción más efectiva? Y, fundamentalmente, ¿es lo más conveniente para las bebidas?
El freezer y el congelador son esa especie de santos a los que nos encomendamos para enfriar rápidamente lo que vamos a tomar cuando el tiempo apremia. Pero cada bebida tiene una particularidad en sus componentes y, en ocasiones, el frío directo y extremo pueden alterarlos y malograr su calidad.
Así como un buen asado no se prepara con una llama fuerte y arrebatada, sino con una brasa constante, lo primero que debemos decir es que lo ideal es enfriar las bebidas con tiempo y a una temperatura mesurada.
La teoría indica, por ejemplo, que el vino debería enfriarse en una cava especial programada según la temperatura que detalle cada contraetiqueta. El promedio para los tintos son los 15 grados, 10 para los blancos y 7 para los espumantes.
Ante la ausencia de este electrodoméstico, cada día más común en los hogares, la opción más conveniente es disponerlos en la parte media de la heladera, una o dos horas antes de beberlos, dependiendo de si son tintos, blancos o espumantes.
Poner un vino directamente el en freezer no es una buena idea, primero, porque -como hemos dicho- no todas las variedades requieren la misma temperatura para su consumo.
Además, el problema de excederse en el enfriamiento del vino es que se acentúan los sabores ácidos y se anulan sus aromas. Está comprobado que llevados a 4 grados, todos, absolutamente todos los vinos, huelen y saben igual.
Ni siquiera vamos a hablar del agregado de hielo, cosa que altera al 100% los porcentajes y causa un efecto diluyente que altera completamente su cuerpo, aroma, color y sabor.
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En el caso de la cerveza, el mayor riesgo de ponerla en el freezer o congelador está en que puede explotar.
La cerveza se compone en un 95% por agua. Al congelarse, el tamaño del líquido se expande y puede llegar a romper la botella que la contiene.
Aún si lográramos sacarla a tiempo, una vez congelada se altera su composición y, por ende, su sabor y calidad.
Ya hemos dicho que la cerveza tiene mayor composición de agua. Ahora bien, el poco porcentaje de alcohol que la compone tarda más tiempo en alcanzar el punto de congelación por lo que, en el freezer, ambos componentes se separan y el gas carbónico que le aporta esas burbujas inconfundibles se pierde. El resultado: una cerveza con menos sabor y, prácticamente, sin gas.
¿Cómo enfriar las bebidas rápida y correctamente entonces?
La opción más conveniente para lograr rapidez, manteniendo la calidad, sigue siendo el viejo truco de poner en un recipiente metálico agua fría, cubos de hielo y tres o cuatro cucharadas de sal.
La experiencia ha demostrado que esta técnica logra enfriar una bebida, en promedio, en 15 minutos. No es magia, es física pura: la sal baja la temperatura de congelación del agua generando que estado líquido y sólido se encuentren por debajo de los cero grados en un tiempo récord.
Otra forma rápida y adecuada de enfriar bebidas son los dispositivos de termoquímica, como las bolsas de gel en las que se suelen conservar algunos medicamentos. Estas bolsas tienen la proporción justa de nitrato amónico y agua, y logran que la temperatura del líquido baje en cuestión de minutos.
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