Eliminatorias sudamericanas
20/10/2024 | 20:19
Redacción Cadena 3
Juan Schulthess
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Que 20 años no es nada
16 de octubre de 2004. Barcelona, España. Un día como cualquier otro. Un día como ninguno. Nadie lo sabía, claro está, pero en la fría noche de ese sábado en Cataluña la historia del deporte rey cambiaría para siempre.
Un pibe argentino de 17 años, con los brazos en jarra, el lacio cabello castaño asomando por los costados de su nuca, la mirada tímida perdida en un paneo horizontal del Estadio Olímpico de Montjuic y la tradicional camiseta azulgrana a bastones verticales del Barcelona estampada sobre su torso con el número 30 en su espalda, entraba por el brasileño nacionalizado portugués Deco y disputaba sus primeros minutos como futbolista profesional.
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Fue en el derbi catalán: Espanyol-Barcelona. Era el tramo final del clásico, que terminó en un ajustado triunfo culé por 1-0. El cambio de Frank Rijkaard, entonces entrenador del “Barsa”, podría haberse encolumnado en una sustitución rutinaria de un partido del montón. Fueron apenas 10 minutos. Fue el día que el fútbol cambió para siempre.
15 de octubre de 2024. Buenos Aires, Argentina. Un día como cualquier otro. Un día como ninguno. Todos lo sabían, aunque algunos elegían no verlo, quizás presos de propias frustraciones devenidas del inexorable paso del tiempo. El deporte rey ya había cambiado, dos décadas atrás. El rey sigue siendo el mismo.
Un pibe argentino de 37 años, con la sonrisa de oreja a oreja, la barba cuasi colorada reposando en las mejillas, un corte de pelo epocal, la mirada ya no tan tímida recorriendo un repleto Estadio Monumental que coreaba su nombre y una camiseta celeste y blanca a bastones verticales estampada en su torso con la 10 en la espalda abría los brazos con aire divino y recibía las más grandes muestras de amor que un deportista puede recibir después de una nueva actuación apoteótica.
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Pasaron exactamente 20 años desde el debut de Lionel Andrés Messi como futbolista profesional. Y, dos décadas después, sigue demostrando que no tiene fecha de vencimiento, con una vigencia inenarrable que desafía las leyes del tiempo para los atletas de elite.
Posiblemente exista, en la esencia del ser humano, una natural resistencia a valorar lo contemporáneo, por el simple hecho de vivirlo en un presente que puede parecer eterno o por la nostalgia de lo que se fue y que, a lo lejos, parece mejor. Como argentinos, estamos atravesando, hace años, un momento excepcional e idílico en lo futbolístico, que ayuda a mitigar, al menos por un ratito, las miserias y sinsabores que nos envuelven en otros planos.
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Con 37 años, jugando en una liga de segunda línea como lo es la MLS de Estados Unidos y con la lesión sufrida en la final de la Copa América ante Colombia que lo alejó por un tiempo de las canchas, más de uno quería jubilar a Messi. O pensó que ya estaba para el retiro. O empezó a digerir lo inevitable de la cercanía de ese momento. Pero el “10” siempre está. Como desde hace 20 años. Y se despachó con una nueva actuación memorable: hat-trick, dos asistencias y la seda colectiva de una velada indeleble tejida bajo su pie izquierdo.
Para muestra, basta un botón: Nico Paz, que debutó en la selección con destellos de magia en el 6-0 a Bolivia (la mayor victoria de Argentina en la historia de las Eliminatorias), no llegaba al año de vida cuando Messi hacía sus primeras apariciones y se iba convirtiendo, de a poco y de golpe, en el mejor de todos. Dos décadas después y con aquel bebé hoy de compañero de equipo, lo sigue siendo.
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“Que juegue hasta que pueda es lo único que pido, porque es un placer verlo”, dijo Lionel Scaloni, el técnico que, silbando bajito, con trabajo, capacidad, humildad, inteligencia y contra todo pronóstico, se está convirtiendo, con números abrumadores y una colección de títulos bajo el brazo, en el mejor entrenador de la historia de la selección.
Lo dijo en referencia al mejor futbolista de todos los tiempos. El que aún tiene ganas de hacer una buena pretemporada para brindarse al máximo. El que ya ganó todo y rompió todos los récords habidos y por haber, pero va por más. El que sigue siendo feliz con una pelota en sus pies, como aquel niño que jugaba en el baby fútbol de Grandoli, en su Rosario natal, o en las inferiores de Newell’s. Como el pibe de 17 que debutó en Barcelona. Como el pibe de 37 que dio otro show en la cancha de River.
Lionel Andrés Messi sigue ganándole al almanaque. Y se sigue reinventando. Y sigue con hambre, aunque, entre tantas otras cosas, acumule en su vitrina 46 vueltas olímpicas, 8 balones de oro, ser el máximo goleador histórico de Argentina y la gloria eterna del Mundial, con dos Copas Américas de yapa. Sigue vigente. Podría ser un caso de estudio. Es un caso de disfrute. Ojalá jugara para siempre. Que, como dijo Gardel, 20 años no es nada.
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