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24/12/2024 | 12:53
Redacción Cadena 3
Sergio Suppo
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Un cuento de Navidad: el deseo, el milagro y lo que nosotros mismos construimos
En 1843, Charles Dickens, el más célebre escritor de su tiempo, recibió un informe sobre la estremecedora situación de los niños pobres en Inglaterra. En lugar de escribir una columna basada en esos datos, decidió plasmar la realidad en una novela corta que reflejara de manera más profunda la pobreza extrema de su país en aquella época. Esa obra se llama Un cuento de Navidad y fue publicada en un diario inglés pocos días antes de la Navidad de ese mismo año. Si aún no la han leído, les recomiendo que lo hagan. Y si ya lo hicieron hace tiempo, es un buen momento para volver a leerla. Es una gran obra literaria.
En estos días, mientras muchos preparan sus deseos de Navidad, reflexiono sobre el significado de pedir deseos. Las palabras nunca son inocentes: pedir implica que alguien haga algo por nosotros. En lugar de pedir, ¿por qué no empezamos a construir nuestros propios deseos? La palabra "deseo" también nos conecta con otra: "milagro". A menudo asociamos la realización de nuestros deseos a un milagro. Sin embargo, aunque no siempre lo percibamos, las palabras que usamos llevan implícito un mensaje.
Un milagro, según el diccionario, es un hecho inexplicable por las leyes naturales, atribuido a una intervención sobrenatural de origen divino. Personalmente, creo en los milagros, pero también pienso que suelen ser el resultado de acciones concretas que preceden su realización. A veces, hemos hecho tanto para lograr un milagro que, cuando ocurre, no sabemos bien cómo explicarlo ni a quién atribuírselo. Esto aplica tanto a nuestras vidas individuales como a nuestras familias, amigos, sociedad e incluso a nuestro país. Los deseos no se cumplen y los milagros no ocurren sin antes haber trabajado activamente para hacerlos realidad. Se empieza queriendo, pero luego hay que actuar.
Las personas y los países pueden equivocarse, acertar o enfrentarse a golpes de suerte o desgracia, pero esos factores no determinan el destino final de sus deseos. Recordemos los llamados "milagros" alemán y japonés: términos que describen la recuperación de ambos pueblos tras la Segunda Guerra Mundial. Esos milagros no fueron tales; fueron el fruto de decisiones firmes, deseos claros y años de trabajo, dedicación y talento. Me gustaría creer que los argentinos hemos decidido comenzar a construir nuestro propio milagro. Si lo logramos, como dije antes, no será un milagro: será el resultado de un deseo de cambio acompañado de acciones concretas. Quiero creer que estamos en ese camino. Elijo creer. ¡Feliz Navidad para todos!
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