Historia de Halloween
28/10/2023 | 07:00
Redacción Cadena 3
Martín Bonansea
Argentina atravesaba la década del '70, un complicado momento político y social. La dictadura militar manejaba los destinos del pueblo y un Mundial de fútbol distraía de una cruda realidad.
Los circos rusos eran furor en el mundo, su prestigio era internacional y sus artistas tenían un entrenamiento único y privilegiado. Estos espectáculos recorrían el mundo mostrando las cualidades de sus atletas en el escenario y de alguna manera su propaganda política de la otrora Unión Soviética.
En esos tiempos llegó el circo de "Los Zares" a Buenos Aires con malabaristas, trapecistas y payasos que mostraban toda su destreza. Entre esos artistas se encontraba un payaso con enanismo llamado Belek, que tenía una gran fuerza y agilidad.
Belek era húngaro, y a todos sus compañeros del circo les sorprendía que nunca lo veían dormir. Esto generó rumores, incluso que había llegado en barco, desde Hungría, dentro de una caja. Quienes lo veían afirmaban que su increíble fuerza era equiparable a la de un gigante.
Lo que llamaba la atención a muchos de sus compañeros es que por las noches deambulaba entre las jaulas de los animales del circo.
El circo tenía numerosas atracciones, donde las bestias eran el centro de la escena. Sin embargó, leones, tigres, elefantes y monos, comenzaron a estar débiles e incluso algunos morían. Esto llamó la atención del dueño, Boris Loff, que una noche, intrigado por las causas de tan extraña enfermedad, se quedó haciendo guardia para ver qué sucedía.
En su recorrido nocturno entre las jaulas, en un rincón oscuro, vio a Belek aferrado al cuello de una mona Titi muy querida por el público. La imagen provocó indignación en el hombre, que buscó un arma para matarlo, pero no pudo atraparlo.
El circo tuvo que seguir su rumbo y levantó la carpa dejando al payaso abandonado en las calles del Bajo Flores porteño. Nada se sabía de Belek: desapareció de manera fantasmal en la noche que descubrieron su macabro hábito.
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La leyenda cuenta que encontró una casa abandonada donde se refugió.
A los pocos días, los perros y gatos callejeros de la zona comenzaron a desaparecer. Después llegó el turno de las mascotas de las casas vecinas. Todos sospechaban, pero no había pruebas para acusar a este ermitaño hombre.
Los relatos de la época afirman que una noche, una pareja de ancianos, muy querida en el barrio, dejó una ventana abierta y que cuando el anciano salió de la vivienda para sacar la basura, Belek ingresó y mordió a la indefensa mujer que estaba postrada en su cama.
Desde ese momento, en Flores comenzó una cacería. El pequeño “vampiro” huyó de la casa abandonada y corrió por las calles del sector, perseguido por un vecindario que buscaba venganza.
Durante meses no se supo nada de Belek. En algunas esquinas contaban que fue encontrado muerto en la vieja casa, mientras que otros decían verlo dormir en los techos e incluso algunos se adjudicaban su asesinato.
Una calurosa noche de verano, cuando los vecinos disfrutaban en las veredas del aire nocturno, se jugaba un partido de fútbol barrial, y alguien lo vio. Belek intentaba atrapar a un gato cerca de un basurero.
La voz de alerta sonó, decenas lo corrieron y lograron atraparlo con la red del arco de fútbol. Pero el pequeño y robusto hombrecito usó su fuerza y una navaja para escapar de la situación y se escondió en la oscuridad del cementerio de la zona.
A pesar de una intensa búsqueda en todas las calles del barrio, nunca más lo vieron: desapareció nuevamente de manera misteriosa.
Muchos aseguran que el “vampiro” vive de manera inmortal en una tumba junto a los muertos. Nadie volvió a saber de Belek, pero en las adyacencias del cementerio del Bajo Flores cuentan que nunca se ven animales sueltos y nadie pasea sus mascotas por el lugar.
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