Autoridades eclesiásticas
17/12/2021 | 15:21 | Por Alberto Roselli.
Alberto Roselli
La designación del padre Ángel Rossi, jesuita, como arzobispo de la segunda diócesis más importante de la Argentina luego de Buenos Aires, ha generado esperables reacciones, la mayoría favorables, por tratarse de alguien conocido no solamente en el ámbito eclesial sino también social – mejor dicho, humano- más allá de las fronteras propias de la Iglesia.
El padre Ángel, como se lo conoce en prácticamente todo el país y países vecinos dedicó sus 35 años de cura a predicar Ejercicios Espirituales a cuantos se lo pidieran y a acompañar y escuchar no sólo a sacerdotes y consagrados, sino también a laicos y a cuanta persona, creyente o no, pensara que en él podría encontrar alguna salida a sus dificultades.
Por eso es conocido y respetado: por estar cerca de la gente y disponible. Por intentar ser uno más a disposición de todos.
Esta noticia que cambió el rostro de muchos provocando sonrisas y esperanzas, como es de imaginar, generó en otros silenciosas reacciones de dudas, disconformidad y hasta rechazo, en general por mediocres visiones sólo sesgadas por lo primitivamente político.
También es un desafío para nosotros los periodistas. En especial para quienes miran por la realidad solo para descubrir mediocres intereses políticos y económicos. Entonces a personas como al nuevo arzobispo se corre el riesgo de identificarlo con la palabra “social”, como rol ascéptico, cuando en realidad desde lo religioso se llama “ser cristiano” y desde lo puramente antropológico es "ser humano”, es decir, respetar al otro como si fuera uno mismo.
El padre Rossi está identificado de manera inmediata con Manos Abiertas, la Fundación que comenzara hace más de 20 años con el sólo objetivo de brindar un servicio concreto a quienes tienen necesidades concretas y que hoy cuenta con más de 40 obras en 11 provincias.
Desde atención a personas mayores hasta acompañamiento médico y humano a enfermos terminales, pasando por hogares de niños y personas de la calle, atención a mujeres con VIH, escuelas, visitas a personas solas o a presos en las cárceles, recepción, atención e integración de inmigrantes sirios que huyen de la guerra, entre muchas otras iniciativas.
Entonces quizás, describiendo las obras podamos conocer un poco más al padre Rossi y saber qué esperar.
Manos Abiertas se mueve durante 24 horas los 365 días del año –porque la dignidad no se toma fines de semana- gracias a la coordinación y formación de más de dos mil voluntarios en todo el país que ofrecen algunas horas de su semana para brindar un servicio concreto.
De Manos Abiertas, que es de inspiración cristiana y jesuita, claro, participan creyentes y no creyentes, cristianos y agnósticos, piadosos y ateos, dóciles y porfiados, que han descubierto un modo de honrar la vida del otro en su acción concreta.
Así como en Manos Abiertas no se pregunta en qué cree o si cree, tampoco se discrimina por sus convicciones políticas ni nada por el estilo. Por eso todos tienen y encuentran su lugar.
De hecho más de una vez se ha dado que quien durante la semana es empleada doméstica, en su voluntariado es la coordinadora de su empleadora, que también es voluntaria.
Manos Abiertas, inspirada y alentada por el padre Rossi, no se detiene a discutir teorías ni dogmas, sino que pone toda su fuerza, sus ganas y su sonrisa en reconocer la dignidad de quien necesita y a quienes cariñosamente llama “patroncitos”.
No cobra a los que atiende, no le cierra la puerta a nadie que llegue con buena voluntad.
Manos Abiertas no es perfecta, claro. Pero es humana, que es muchísimo más que realizar tareas sociales. Porque humanos es lo que nos hace iguales. Y porque desde esa mirada todos podemos ayudar y todos podemos ser ayudados.
Por eso también es una oportunidad para dejar de hacer diagnósticos teóricos y poner las manos en juego, siempre abiertas y disponibles a quien abandone el refugio del miedo y la suficiencia.
Estas referencias a Manos Abiertas podrán ayudarnos a, al menos, imaginar por dónde el padre Ángel podría ejercer su servicio de arzobispo de Córdoba:
Conocer, acompañar y alentar a sus curas y consagrados para que sean esas manos extendidas a los demás –un gesto vale más que mil homilías-, estar disponible a todo quien considere necesitar de él, exponer a la Iglesia para abrirla como servidora y no como dueña de una doctrina; escuchar y seguramente sugerir incluso a las autoridades civiles cuestiones que sean importantes para el bien común, en especial los más pobres y necesitados; animar siempre a buscar salidas a las crisis y que éstas sean superadoras…
¿Parecido a Francisco? Por supuesto. Ambos coinciden en que la vida tendrá sentido si la brinda cada uno desde su rol.
Datos prácticos
Al no ser obispo, sino “cura raso”, el padre Rossi deberá recibir la consagración episcopal para comenzar de manera efectiva su tarea de pastor.
Esta celebración es durante una misa este viernes 17 de diciembre desde las 19 horas en la explanada de la Iglesia Catedral de Córdoba.
Para ordenar a un cura de obispo la Iglesia pide que haya además de otro obispo que ejercerá de consagrante, al menos dos más.
En el caso del padre Ángel, el consagrante principal será monseñor Carlos Ñañez, arzobispo saliente, quien estará acompañado de cuatro obispos, llamados co-consagrantes, elegidos por el padre Rossi en razón del afecto y la amistad: se trata de monseñor Ángel Rovai, obispo emérito de Villa María y su acompañante espiritual cuando el padre Ángel andaba viendo si quería ser cura; y los tres obispos jesuitas que hay en el país: monseñor Hugo Salaberri, obispo de Azul; Ernesto Giobando, auxiliar de Buenos Aires; y Jorge Lugones, obispo de Lomas de Zamora.
Se esperan, por supuesto, a otros muchos obispos que querrán acompañarlo, como a numerosos sacerdotes, sobre todo de su diócesis, Córdoba, consagrados y gente amiga de todo el país para adherir a esta que se espera sea una fiesta. Y no sólo religiosa.
Luego de la misa el padre Rossi no sólo será arzobispo sino que ya estará a cargo de la arquidiócesis de Córdoba, que vale aclarar, no abarca toda la provincia sino la ciudad capital, el gran Córdoba y algunas parroquias de departamentos vecinos.
Así mismo alcanza al millón ochocientos mil habitantes.
Sólo como dato: hay ciertos actos formales, de juramentos, firmas y condiciones canónicas que suelen hacerse en privado para no alargar una celebración que ya de por sí lo es.
Rossi será fiel a su propia convicción si ejerce su episcopado como un estar al servicio, más allá de las fronteras de la Iglesia, abarcando y disponiendo su escucha y trabajo para crecer en dignidad desde lo cotidiano.
Eso deseamos y esperamos todos. Los de adentro de la Iglesia y los de afuera.
Los de adentro rezamos pidiendo a Dios que siempre lo acompañe, por medio de su tan amada Virgen María y su cómplice de andaduras, el cura Brochero.
Los de afuera, deseando buenas cosas, para que su ministerio, su servicio sea como expresa su lema, tomado de San Ignacio de Loyola: “En todo amar y servir”.
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