Historias macabras
09/09/2023 | 09:00
Redacción Cadena 3
Martín Bonansea
Guillermo “El Concheto” Álvarez era el líder de la banda de “Los chicos bien”, que en los ’90 asaltaba restaurantes en las zonas de Nuñez y Recoleta de la Capital Federal. Tenía solamente 18 años y vivía en una lujosa casa chalet de Las Barrancas de Acassuso.
Su madre vendía aparatos de gimnasia y su padre era propietario de dos cines y una galería comercial. Era una familia de clase media-alta de la zona residencial de San Isidro.
Los policías de la época lo describían con asombro: “Parecía Clark Kent, usaba lentes, traje y tenía cara de bueno, pero cuando roba es un monstruo, se vuelve salvaje”.
Su primera víctima fue Bernardo Loitegui, hijo del exministro de Obras Públicas de la Nación en la presidencia de Lanusse, a quien le robó un automóvil Mercedes Benz.
Loitegui no se resistió en darle el vehículo, pero “El Concheto” lo mató con dos disparos frente a su pequeña hija de 12 años.
Su banda realizó una serie de asaltos donde no se produjeron muertes ni heridos. Atacaron conocidos bares como Harry Cipriani, Chungo, Café de los Incas, La Parolaccia y Camerún.
Pero todo cambió cuando el 28 de julio de 1996 quisieron asaltar el pub Company. Un plan que se les fue de las manos y terminó en una sangrienta masacre.
Al lugar ingresaron fuertemente armados sus cómplices, Oscar “El Osito” Reinoso y "Ramoncito" u “Oaky”, este último tenía tan solo 14 años. "El Concheto" esperaba tranquilamente adentro.
Fernando Aguirre, subinspector de la Policía Federal, que estaba de franco, buscó intervenir para impedir el robo. Hubo más de veinte disparos cruzados entre los ladrones y el policía. En medio de la balacera y con “El Osito” gravemente herido, Álvarez se levantó de la mesa donde simulaba ser un comensal más y sin piedad arremetió contra el uniformado por la espalda.
Primero lo derribó con un disparo, y cuando el policía estaba indefenso en el piso, lo fulminó con cuatro tiros más, todos por detrás. En el tiroteo murió una estudiante que festejaba su cumpleaños, Andrea Carballido. Tan solo ocho horas antes, Álvarez, había matado para robarle el auto a Bernardo Loitegui.
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Cuando lo detuvieron en su casa familiar, un detalle llamó la atención de los investigadores: en su habitación encontraron fotos y publicaciones de diarios de quien sería su ídolo, Carlos Eduardo Robledo Puch.
No solamente eso, sino que habría intentado verlo antes de convertirse en un criminal, pero “El Ángel de la Muerte” nunca le respondió. Álvarez no solo lo admiraba, lo emulaba.
Detenido no mostraba remordimiento, todo lo contrario: hacía alarde de los hechos.
“Robo porque me gusta, no porque lo necesite. Me gusta robar, me atrae, me seduce, es como enamorarse o tener la mujer más linda”, reveló orgulloso.
Tiempo atrás, ese mismo año, Álvarez había sido expulsado del exclusivo colegio San Patricio y de dos instituciones más. Había dejado de ser “el gordito”: perdió 10 kilos en el gimnasio y se ganó el apodo de “patovica” y “karateca”.
Se lo comenzó a ver con gente de la Villa de La Cava y robaba motos y autos. Después de los asaltos se dirigía a la villa en los vehículos importados que sustraía. Con eso se ganó el apodo de “El Concheto”.
“Yo iba a un gimnasio, practicaba boxeo y allí me vinculé con gente totalmente distinta a la que yo trataba, pibes de La Cava, Villa Uruguay, Boulogne. Me junté con ellos como un acto de rebeldía, de valentía. Les tenía un gran respeto. Me había criado en una burbuja y de pronto me hice de confianza de esta gente, fui a sus casas, conocí a sus familias. Yo siempre viajaba en remís y con ellos tenía que poner las moneditas para los colectivos", relató en una entrevista con Clarín.
En esa misma nota mencionó sus orígenes criminales: "En un momento, como yo sabía manejar y ellos no, me dijeron ¿nos llevás a tal lado? Y así empezó el tema de los robos. Yo manejaba armas desde chico, porque iba a cazar, por eso no me dio miedo agarrar una”.
En 1998, en la cárcel de Caseros, Guillermo Álvarez mató a facazos a un compañero del pabellón mientras este dormía y se posicionó entre los internos.
Durante la pandemia de Covid-19, cuando la cárcel de Villa Devoto fue centro de una protesta, fue Álvarez quien encabezó la negociación con los funcionarios, dejando en claro que su frialdad no pasó desapercibida.
En diciembre de 2015 fue liberado, tenía 38 años de edad y había estado tras las rejas 20 años. La libertad le duró tan solo tres meses. Lo detuvieron por robar dinero a un ciudadano colombiano.
Nació en una familia económicamente acomodada, vacacionaba en Punta del Este y no le faltaba nada. Su instinto lo llevó a cruzar todos los límites, y su falta de respeto a la vida ajena lo indujeron al más profundo infierno.
Guillermo “El Concheto” Álvarez robó y mató sin piedad, es considerado uno de los mayores asesinos de Argentina. El nunca quiso que fuera de otra manera.
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