Pobreza y solidaridad
01/07/2023 | 07:23
Redacción Cadena 3
Martín Bonansea
Por Martín Bonansea.
La inflación en Argentina no da respiro y quienes más lo sufren son las familias en situación de vulnerabilidad. Los comedores y merenderos ya no asisten solo a personas en situación de calle, sino a familias completas que dependen de la caridad para poder digerir, aunque sea, una comida al día.
Los índices muestran que la pobreza no solo alcanzó a grupos familiares sin un trabajo formal, sino que también llegó a personas asalariadas, cuyos ingresos familiares quedaron bajo la línea de pobreza.
Los datos oficiales y estadísticas estatales solo son un fragmento de un total que alcanzó un estado de necesidad básica que no le permite completar una mesa familiar.
Las familias que abrieron sus puertas al vecindario para brindar un plato caliente o una copa de leche cada vez son más numerosas. Algunos reciben un subsidio de la provincia o el municipio y un gran porcentaje, casi la mitad, lo hace motivado por la solidaridad de quienes pueden brindar una pequeña gran ayuda.
El Ministerio de Desarrollo Social informó a Cadena 3 que la provincia asiste a un total de 850 comedores, de los cuales solo la mitad cuenta con una personería jurídica y el resto son ayudados a través de módulos alimentarios.
Solo en lo que va del primer semestre de 2023, la cantidad de pedidos de asistencia se incrementó en un 30%. Son más de 250 comedores en el interior provincial. Considerando que muchos no acuden a la provincia porque reciben algún tipo de asistencia de la comuna local, el número impresiona y preocupa.
Lo alarmante, es que a fin de año el número de comedores y merenderos en la provincia se duplique y llegue a sumar casi 500 nuevos en el año. Se podría hablar de una necesidad de asistencia casi total en el interior, considerando que Córdoba cuenta con un total de 427 localidades.
Estos datos son oficiales y no tienen en cuenta comedores solidarios sin registrarse o que no reciben ayuda oficial de ninguna índole.
Ana Tonnelie, titular de la Asociación Esperanza, todos los jueves reparte alimentos en la iglesia Nuestra Señora del Pilar a más de 300 personas –de manera escalonada- y todos los días alimenta a más de 200 en la Capilla San Roque, en el casco céntrico de la ciudad.
Tonnelie explicó que “desde la pandemia la gente que asiste a los comedores no es la misma”, porque antes asistían a gente en situación de calle, “afectada hace años por la problemática y las adicciones”, y hoy le dan de comer “a nuevos grupos”.
“Es gente que estaba en el sistema y ya no pudo sostener su ingreso, como el caso de los vendedores ambulantes y otros trabajadores, que en pandemia no tenían modo de subsistir y hoy les cuesta mucho reinsertarse”, precisó.
“El precio de los alquileres también modificó el paisaje en la calle, los que antes vivían en pensiones o alquilando una pieza, hoy están en la calle y nos buscan por comida para ellos y sus familias”, agregó la titular de la Asociación Esperanza.
También mencionó que, con la pandemia y la crisis, notó un gran crecimiento en la cantidad de personas con adicciones que los llevan a quedar en situación de vulnerabilidad.
Omar Casas Stonati, hermano franciscano de la Fundación Huellas de San Alejo, brinda el desayuno a 245 personas y le da el almuerzo a casi 500. El espacio se encuentra sobre la calle Corrientes y se dedica sobretodo a recibir a gente humilde que se hospeda en la zona céntrica de la ciudad y debe elegir entre alquilar o comer.
“Desde la pandemia muchas familias que alquilan hospedajes en el sector de la terminal y del Hospital de Urgencias vienen a comer con nosotros, son familias que antes no lo hacían, pero hoy priorizan pagar el alquiler para no quedar en la calle y comen lo que pueden donde pueden”, afirmó el franciscano.
“Además les brindamos ayuda psicológica y social, les damos charlas y los motivamos para que sigan luchando y no se den por vencidos”, subrayó Oscar, que desde hace años brinda un plato de comida a quienes más lo necesitan.
El mayor grado de vulnerabilidad lo tienen las ciudades y la ciudad de Córdoba no es la excepción, los barrios de clase media baja fueron los que más sufrieron la hiperinflación con índices altísimos de desempleo post pandemia, trabajos informales o salarios maltratados por la crisis. Las zonas carenciadas se incrementan en grados inimaginables.
María Eugenia Pomazán, de la Subsecretaría de Planificación y Gestión de Políticas Sociales de la Municipalidad de Córdoba, detalló una cantidad total de 1682 comedores y merenderos activos. Desde 2020 se llegaron a registrar en un radio de 200 barrios un total de 1925, pero muchos cerraron, se mudaron o se fusionaron con otros.
En el primer semestre de 2023 se registraron, solo en la ciudad, 350 nuevos pedidos de ayuda de comedores a la Municipalidad, de los cuales solo pudieron ingresar, por cumplir los requisitos, 193. Deben demostrar que son espacios abiertos a la comunidad. Pomazán afirmó que “reciben un promedio de 70 pedidos por mes para formar parte del registro”.
El registro municipal muestra un escalofriante dato: en 2021 había 901 comedores activos, en 2022 fueron 1489 y en lo que va de 2023 llegaron a 1682.
El número de comedores en Córdoba crece en la misma proporción que el hambre y la pobreza en el país. La pandemia y la inflación, factores determinantes. La pobreza, un tema pendiente de solución.
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