Vida fuera de la Tierra
29/01/2020 | 11:20 | La idea es emplear material vivo para construir bases humanas permanentes fuera de nuestro planeta, y tiene muchas ventajas.
Las principales agencias especiales del mundo trabajan desde hace años en diversos proyectos para establecer bases permanentes fuera de los límites de nuestro planeta.
El primer foco de atención es nuestro satélite, y EE.UU. ya trabaja en el proyecto Gateway, una estación espacial que orbitará la Luna y facilitará mucho las misiones de aterrizaje en su superficie.
/Inicio Código Embebido/
Uno de los muchos problemas a resolver para establecer una base permanente fuera de nuestro planeta tiene que ver con el transporte del material necesario para construirla. Sobre todo en el caso de Marte, hablamos de un viaje espacial muy largo, y cargar con material muy pesado puede implicar unos costos energéticos inasumibles. Una de las opciones, planteada por la Agencia Espacial Europea (ESA), sería construir la base con materiales de la misma Luna y utilizando la impresión 3D.
/Inicio Código Embebido/
/Fin Código Embebido/
La NASA, por su parte, tiene un original proyecto basado en la llamada biología sintética, que consiste en usa material vivo como tecnología en sí misma. En concreto, propone utilizar hongos como materia prima para las construcciones espaciales.
¿Por qué hongos?
La parte vegetativa de los hongos se denomina micelio, una estructura formada por un conjunto de finas cuerdas – las hifas- entretejidas que forman redes muy complejas. De hecho, las setas que vemos en el campo son solo una pequeñísima parte del hongo –la parte reproductora-, mientras que, bajo tierra, el micelio se puede extender metros y metros.
Los científicos que trabajan en el proyecto Myco-architecture dicen que, en las condiciones adecuadas, se pueden usar los micelios para crear nuevas estructuras, desde materiales parecidos al cuero hasta bloques de construcción.
Transportar los hongos es barato, porque se podrían llevar deshidratados en estructuras muy ligeras y compactas. Al llegar a su destino, bastaría añadir agua a la estructura básica y esperar a que los hongos crezcan. Siempre, por supuesto, en condiciones de aislamiento para evitar contaminar la superficie de la Luna o Marte. Una vez conseguida la estructura adecuada, se podrían hornear para detener su crecimiento y evitar ese riesgo de contaminación o, incluso mantener la construcción en un estado latente.
“Hasta ahora, los diseños que se han barajado para establecerse en Marte son casas-tortuga, es decir, nos las llevaríamos ya hechas desde la Tierra. Es un plan más seguro, pero muy costoso a nivel energético”, explicó Lynn Rothschild, investigadora principal en la etapa inicial del proyecto. “En cambio, lo que podríamos hacer es llevarnos los micelios para desarrollar un hábitat funcional en nuestro destino”.
De hecho, ya se producen comercialmente algunos materiales fúngicos, porque son buenos aislantes, ignífugos, y no producen gases tóxicos. Un ejemplo son los ladrillos hechos a base de micelios, deshechos de jardín y astillas de madera. También existen, incluso, prototipos de muebles sintéticos creados a partir de esta base.
Las tres capas del hogar marciano
Una de las implicaciones de hacer una casa con un organismo vivo, es que este también necesita comer. Ahí entran en juego las cianobacterias, microorganismos capaces de hacer la fotosíntesis y obtener oxígeno y alimentos para los hongos (de hecho, los líquenes son una asociación simbiótica entre, precisamente, cianobacterias y hongos).
La estructura planteada por los científicos de la NASA consta de tres capas. La más externa es una cúpula de hielo (fabricada con los recursos de la Luna o Marte) que ofrece aislamiento y protección de la radiación dañina. Después, la cubierta de cianobacterias, que como hemos comentado ofrecería oxígeno y nutrientes. Y, por último, la estructura hecha de micelios, desarrollada para crecer en este ambiente contenido y que sería después horneada para matar la formas de vida, proporcionando integridad estructural y evitando contaminar la superficie de Marte o de la Luna.
Y, más allá de fabricar ladrillos y muebles, los hongos abren todo un mundo de posibilidades: sistemas de filtración de agua, extracción de minerales de las aguas residuales, bioluminiscencia, regulación de la humedad… “Cuando diseñamos para el espacio, tenemos mucha más libertad que en la Tierra”, explica Rothschild. “Y, una vez que hayamos diseñado estos prototipos para otros mundos, los podemos traer de vuelta al nuestro”.