Inseguridad en Córdoba
14/01/2022 | 08:38 | Cables, medidores, canillas, placas de cementerio, rejas. Los ladrones se llevan lo que pueden y no miden riesgos. Hace unas semanas, un joven murió electrocutado en uno de estos casos. El trasfondo.
Juan Federico
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La vida y la muerte detrás del "robo marginal"
La explosión. El apagón en todo el barrio. Los gritos. Los golpes en la puerta. Aquella madrugada, a Mariana todo la despertó al mismo tiempo. "¡Calvin!", recuerda que escuchó. No hizo falta mucho más para que segundos después ella comprobara como su hermano, Axel Maximiliano Rodríguez (24), estaba muerto, carbonizado, con un pedazo de cable en la mano y un pequeño cuchillo tipo serrucho a su lado, tendido debajo del transformador ubicado a escasos metros de su casa, en el acceso a barrio Villa Aspacia, en el oeste de la ciudad de Córdoba.
La reconstrucción judicial que lleva adelante el fiscal Guillermo González, quien tiene una competencia especial para intervenir en todos aquellos episodios graves con descargas eléctricas, indica que esa madrugada del 2 de diciembre último, alrededor de las 3, Axel trepó a un transformador de Epec ubicado a unos siete metros de altura, entre dos torres de 10 y 12 metros emplazadas en calle Los Pinos, en el ingreso a Villa Aspacia, un barrio de clase media y baja ubicado entre Villa Adela y Estación Flores, a un costado del anillo de la Circunvalación.
¿Para qué trepó? Para intentar cortar los cables y llevárselo. ¿Cuál es el objetivo de este robo? Quemar los cables, obtener el cobre y luego ir a venderlo. En el mercado formal, un kilo de cobre cotiza hoy en mil pesos. Pero a los jóvenes como Axel, que desesperados por una moneda no pueden justificar el origen de estos materiales, les suelen pagar bastante menos.
Se trata del "robo marginal", una modalidad delictiva que desde hace meses está en auge tanto en Córdoba como en las principales urbes del país. La conurbanización de la delincuencia, sobre todo a partir de la crisis que trajo la cuarentena: cables, placas de cementerio, canillas, medidores, rejas... todo lo que se pueda cambiar por unos magros billetes.
Empresas de telefonía y de cable, así como también el municipio y Epec, vienen advirtiendo cómo el servicio se resiente cada vez más seguido a causa de este tipo de robos. Metros y metros de cables que de la noche a la mañana desaparecen.
Vecinos de los cuatro puntos cardinales de la ciudad ya se han acostumbrado a distinguir el olor al cobre quemado. Fogatas que se organizan ahí mismo, en los márgenes de los barrios, pero a la vista de todos.
Bucear en la vida y en la muerte de Rodríguez, a quien su familia y sus amigos llamaban "Calvin", permite también asomarse a quiénes están de manera más expuesta detrás de este delito.
"Calvín" era el menor de 11 hermanos. Toda la infancia se la pasó boyando entre la casa de la madre y la del padre. Terminó el primario y pronto desertó de la educación formal. Quedó aún más a la deriva. Juntó peperina para vender y la calle pasó a ser su ingreso: changarín, vendedor ambulante, iba juntando lo que podía para luego vender. Nadie sabe cuándo cayó en las drogas. Como le ha pasado a tantos otros jóvenes de ese y otros sectores de Córdoba.
La ola que el narcotráfico ha desparramado en la ciudad desde aquella atroz crisis de 2001, cuando el mercado clandestino de drogas se popularizó y los barrios comenzaron a inundarse de una oferta cuya vacuna aún no llegó. Una proliferación de todo tipo de sustancias que ante cada nueva crisis se multiplicó aún más. Fue el narco, por ejemplo, el que más pronto reaccionó en medio de la cuarentena de 2020, según coindicen diversas fuentes barriales e institucionales: primero acopió y luego, con dinero en los bolsillos, comenzó a ofertar.
"Calvín" era "pipero", la droga que en Córdoba fue negada durante años por un motivo absurdo: no había reactivos especiales para diferenciar la cocaína del paco entre las dosis secuestradas. Todo se incautaba y analizaba como si fuera la misma cocaína, pero en realidad hacía tiempo que el residuo de esa droga estaba haciendo estragos, sobre todo entre las poblaciones más vulnerables.
El consumo, antes y después del delito. "Nosotros lo venimos diciendo, hechos que en un momento eran menores resultaron graves por la presencia de adicciones en quien comete el delito. Es un factor grave en quien comete el hecho y una problemática en todos los aspectos sociales", apuntó este lunes la jefa de la Policía de Córdoba, Liliana Zárate.
El "paco", la droga que va limando a sus consumidores. ¿Cómo a alguien se le ocurre trepar a un transformador para cortar con un cuchillo de cocina un pedazo de cable? El paco es la clave. Pero no la única. La secuencia completa de la escasa biografía de "Calvin" es bastante ilustrativa: pobreza, deserción escolar, desocupación, adicción, robo marginal, muerte.
Mariana, su hermana, hoy intenta rescatarlo de haber sido un invisible a la vista de todos. "Mi hermano era un chico divertido, siempre estaba haciendo algún chiste, siempre era cariñoso, hasta cargoso de cariñoso. Sólo terminó la primaria, le gustaba cantar, si escuchaba alguna música en el barrio se ponía a cantar y a bailar. Los vecinos lo querían, él se movía en los barrios cercanos para pedir y la Policía cuando lo encontraba todo cargado con bolsas lo ayudaba y lo llevaban hasta la casa".
Cuando Axel murió, Mariana ingresó en los portales de noticias y leyó comentarios que ahondaron su dolor. "Una rata menos"; "Eso le pasa por ladrón"; "Uno menos", fueron las palabras que quedaron escritas en esa suerte de borra putrefacta en la que suelen convertirse el pie de las noticias online.
Toda la historia de "Calvín" quedó reducida a un pasado irreversible. "Esa noche -sigue contando Mariana- eran alrededor de las 3 de la madrugada cuando golpearon la puerta y una prima me avisaba que él estaba tirado en el piso. Salí corriendo y lo vi ardido, que su ropa se había quemado y un vecino me gritaba que no lo tocara, pero no le hice caso, le bajé la capucha y le tomé los latidos y me di cuenta que ya estaba sin vida".
El eslabón más débil de este mercado clandestino. El único al que por ahora llega la Justicia, que aún ignora quiénes lucran detrás de ellos.
La vida y la muerte detrás del robo marginal. Un negocio que continúa alimentándose de los invisibles de la cadena social, de aquellos que ya no distinguen el peligro de trepar a un transformador para cortar un trozo de cable. Jóvenes y no tan jóvenes para los que la diferencia entre vivir y morir es casi un azar en medio de la intemperie social.
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