A 23 años de su muerte
29/07/2023 | 10:20
Redacción Cadena 3
Juan Esteves
"Los progresos de la medicina podrán considerarse verdaderos logros para la humanidad cuando todos tengan acceso a sus beneficios y dejen de ser un privilegio para las minorías", decía René Favaloro en un Congreso en Buenos Aires en 1999, un año antes de suicidarse.
En una cena con Mirtha Legrand, la conductora le pregunta "¿Cómo se siente salvando vidas?", a lo que responde: "Nunca me sentí especial. Creo que una de las cosas fundamentales es tener conciencia. Uno no es Dios, es un hombre común y corriente que hace lo mejor que puede para su tarea".
Ante la insistencia de Mirtha de divinizar al cirujano, él persiste: "No hay que endiosarse. La gente dice que tengo exceso de modestia y yo siempre respondo: 'de normalidad'".
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Nacido un 12 de julio de 1923 en una humilde casa del barrio platense "El Mondongo", con cuatro años ya manifestaba su deseo de ser médico, influido por el ejercicio de la profesión de su tío, quien lo llevó desde pequeño a su consultorio y también a las visitas domiciliarias.
Hizo la primaria en una escuela de su barrio y pasaba las tardes en el taller de carpintería de su padre, quien le enseñó el oficio. Así, casi sin darse cuenta, ya de chico forjó las manos del artista en que más tarde se convirtió.
En 1936 entró al Colegio Nacional de La Plata, donde aprendió principios humanitarios e incorporó ideales de libertad, justicia, respeto, compromiso y participación social, valores que luego volcó en su camino profesional.
Luego ingresó a la Facultad de Ciencias Médicas de la UNLP y en tercer año fortaleció su definida vocación cuando tomó contacto directo con los pacientes en el Hospital Policlínico, donde conversaba mucho con los pacientes que atendía para conocerlos, hábito que jamás abandonó.
Alguna vez Eduardo Galeano dijo que culto no es la persona que más libros lee, sino quien sabe escuchar al otro. Siguiendo ese concepto, Favaloro fue un hombre decididamente culto.
Tras graduarse, hizo la residencia en el Hospital Policlínico y obtuvo un panorama general de las patologías y los tratamientos pero, sobre todo, aprendió a ser muy considerado con los pacientes.
En 1949 le llegó una carta de un tío de Jacinto Arauz, un pequeño pueblo de la zona desértica de La Pampa, donde le explicaba que el único médico que atendía a la población estaba enfermo y le pedía que lo reemplazara por un par de meses. Aceptó el desafío y en mayo de 1950 llegó allí para quedarse 12 años sirviendo a la comunidad y convirtiéndose en médico rural.
Siempre interesado en las últimas publicaciones médicas, quedó impactado con las primeras intervenciones cardiovasculares y decidió terminar su estancia de médico rural para especializarse en la Cleveland Clinic de Estados Unidos, llegando con 39 años, grandes sueños y conocimientos.
Una vez más, el corto tiempo que pensaba permanecer allí terminó siendo una década.
Al principio la mayor parte de su trabajo se relacionaba con la enfermedad valvular y congénita, pero su búsqueda incansable de cómo ayudar a los demás lo encaminó por otro rumbo y el 9 de mayo de 1967, en Cleveland, operó a una mujer aplicando por primera vez su innovadora técnica que revolucionó la cirugía cardiovascular: el bypass aortocoronario.
La estandarización de esta técnica fue el trabajo fundamental de su carrera, lo que hizo que su prestigio trascendiera límites impensados, ya que el procedimiento cambió la historia de la enfermedad coronaria, y permitió salvar y mejorar la vida de millones de pacientes.
Claramente no dudó en poner a disposición su técnica para que todos los cirujanos la usaran, ya que para él los avances tecnológicos sólo tenían sentido cuando llegaban a todos.
"Su técnica consistió en armar un puente (bypass) para que la sangre pase por arriba de la parte enferma de la coronaria y llegue del otro lado, conectando la parte sana de la arteria con la aorta. Esto lo hizo utilizando la vena safena de la pierna, e hizo que la sangre entrara por esa nueva comunicación y le vuelva a llegar sangre a la coronaria", explicó Alejandro Bertolotti, jefe de Cirugía Cardiovascular y Torácica de la Fundación Favaloro.
Con esto, siguió Bertolotti, los síntomas de la enfermedad "se pueden evitar", entre ellos, el dolor de pecho, la falta de aire y agitación e incluso los infartos, al tiempo que aumenta la calidad y tiempo de vida de los pacientes.
Tras una década de impulsar enormes avances en la medicina y alcanzar un reconocimiento mundial, su profundo amor por Argentina hizo que decidiera regresar en 1971, con la misión quijotesca de crear un centro de excelencia que combinara la atención médica, la investigación y la educación.
En 1975 creó la Fundación Favaloro, donde afianzó el trabajo que venía desarrollando en EE.UU., elevando el nivel de la especialidad en beneficio de los pacientes mediante los innumerables cursos y congresos que organizó.
En 1980 creó el Laboratorio de Investigación Básica, que luego dio lugar en 1998 a la Universidad Favaloro, que actualmente consta de una Facultad de Ciencias Médicas, donde se cursan las carreras de Medicina, Kinesiología y Fisiatría, Ingeniería, Ciencias Exactas y Naturales. Además, se desarrollan cursos, maestrías y carreras de especialización.
En la actualidad, la investigación abarca más de treinta campos en los que trabajan profesionales de distintas disciplinas -medicina, biología, veterinaria, matemática, ingeniería, etc.- en colaboración con importantes centros científicos de Europa y Estados Unidos.
En 1992 se inauguró el Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular de la Fundación, con el lema "tecnología de avanzada al servicio del humanismo médico", donde se brindan servicios especializados en cardiología, trasplante cardíaco, pulmonar, cardiopulmonar, hepático, renal y de médula ósea, donde Favaloro concentró su tarea, rodeado de un grupo selecto de profesionales, hasta que las circunstancias de la vida se lo permitieron.
A sus 77 años, el 29 de julio del 2000, cansado de luchar "contra un sistema corrupto", -como señala en su carta de suicidio"- sobre todo en el ámbito de la medicina y las prepagas, y tras pedir muchas veces ayuda a distintas organizaciones privadas y estatales, "sin recibir respuesta", decidió suicidarse. Antes de morir, escribió una carta donde explica los motivos de su simbólica determinación de pegarse un tiro en el corazón.
"Quizá el pecado capital que he cometido, aquí en mi país, fue expresar siempre en voz alta mis sentimientos, mis críticas, insisto, en esta sociedad del privilegio, donde unos pocos gozan hasta el hartazgo, mientras la mayoría vive en la miseria y la desesperación. Todo esto no se perdona, por el contrario se castiga. Me consuela el haber atendido a mis pacientes sin distinción de ninguna naturaleza. Mis colaboradores saben de mi inclinación por los pobres, que viene de mis lejanos años en Jacinto Arauz.
Estoy cansado de luchar y luchar, galopando contra el viento como decía Don Ata. No puedo cambiar.
No ha sido una decisión fácil pero sí meditada. No se hable de debilidad o valentía. El cirujano vive con la muerte, es su compañera inseparable, con ella me voy de la mano", expresa en uno de los fragmentos de la carta.
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Pero Favaloro no se conformó con ayudar a resolver los problemas de la salud, sino que también contribuyó a curar los males sociales, denunciando problemas como la desocupación, la desigualdad, la pobreza, la contaminación, la droga y la violencia.
Fue miembro honorario de 43 sociedades médicas en todo el mundo y recibió innumerables distinciones nacionales e internacionales.
Siempre dijo que los universitarios deben comprometerse con la sociedad de su tiempo y pretendía ser recordado como docente más que como cirujano, por lo que dedicó mucho tiempo a la enseñanza profesional y popular.
Al día de hoy, a 100 años de su nacimiento, su legado está más vivo que nunca y la Fundación continúa con el objetivo de la docencia, investigación y asistencia orientadas a brindar prestaciones médicas de excelencia basadas en la tecnología de avanzada al servicio del humanismo médico.
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100 años de su nacimiento
Laura Favaloro, directora ejecutiva de la Fundación Favaloro, dijo a Cadena 3: "Ojalá que muchos jóvenes estén orgullosos de los próceres argentinos, de un científico que revolucionó la cardiología".
Biografías y memorias
A 23 años de su fallecimiento, Pablo Morossi explora al hombre detrás del bronce en "Favaloro: el gran operador". La historia del argentino cuya humanidad pudo más que el genio científico.