Conflicto en la Patagonia
11/10/2022 | 07:15 | Qué se esconde detrás del conflicto que sacude a Villa Mascardi y la ruta 40. Enviado especial.
Redacción Cadena 3
Juan Federico
Los conceptos se superponen, en una vorágine difícil de digerir. Mapuches, blancos, Estado, usurpaciones, demandas históricas, oro blanco, capitales extranjeros, acceso a la tierra, propiedad privada, Chile, Montoneros...
Villa Mascardi puede pretender ser el paraíso en la tierra. Hoy suena complicado abstraerse de la doble inmensidad del lago y la cordillera nevada en medio de una ruta 40 plagada de uniformados armados hasta los dientes.
El imponente paisaje sufre una abrupta interrupción a lo largo de tres kilómetros, donde aparecen dos viejos hoteles destruidos y dos complejos de cabañas que fueron prendidas fuegos. La casilla de Gendarmería Nacional reducida a la nada en el ingreso de una de ellas es la nota final de una secuencia que nadie sabe cuándo podrá terminar.
Las pintadas denuncian el asesinato de Rafael Nahuel, hace casi cinco años. Ya se derramó sangre, a metros de una pequeña escuela rural que hoy hace un equilibrio difícil para enseñar que la violencia nunca va a ninguna parte positiva.
Los turistas van y vienen por la ruta 40, hasta que se topan con el retén del comando Unificado: 250 hombres y mujeres de la Policía Federal, Gendarmería, Prefectura y Policía de Seguridad Aeroportuaria apostados desde hace una semana cuando desalojaron los complejos privados tomados por los autodenominados mapuches. ¿Por qué autodenominados? Porque aún nadie puede asegurar que lo sean y, mucho menos, que su reivindicación sea la certera.
El contaste es atroz. A metros de los policías y de los domicilios destruidos, quemados, hay personas abstraídas de todo, contemplando la inmensidad de la belleza natural.
En 2006, el Congreso de la Nación aprobó la ley 26160 para intentar zanjar la eterna discusión sobre los terrenos que ocupan o que pretendían utilizar los descendientes de pueblos originarios. "Una resolución administrativa que da por realizado el relevamiento y, en caso de corresponder, reconoce la ocupación actual, tradicional y pública de la comunidad", se especificó entre los objetivos.
Pero el tiempo pasó y la ley jamás terminó por aplicarse de manera total. El plan era simple, pero no sencillos: identificar a todas las comunidades que dicen ser descendientes de pueblos originarios, estudiar de manera antropológica que territorios habitaron y realizar así, de manera administrativa, un trámite para la restitución de esos espacios.
Ya se firmaron cuatro prórrogas que han extendido el relevamiento, aún inconcluso, hasta fines de 2025. En el medio, fueron apareciendo nuevos grupos que dijeron ser mapuches y que marcaron diferentes porciones de la Patagonia como sus supuestas raíces ancestrales. Lafken Winkul Mapu, el grupo violento detrás de las tomas de Villa Mascardi, irrumpió en 2017 bajo esta premisa.
El Lof Wiritray, también de la comunidad mapuche-tehuelche, es una excepción en toda esta historia. Esta comunidad formada por los troncos de tres familias que habitan esta parte de la Patagonia desde al menos 1890, lograron que la carpeta técnica fuera aprobada. Hoy, son los poseedores de miles de hectáreas dentro del Parque Nahuel Huapi, donde explotan el camping Relmo Lafken que tiene la misma premisa mapuche: vivir en equilibrio con la naturaleza.
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Incluso, parte de los terrenos ocupados por el grupo denominado Lafken Winkul Mapu en realidad corresponden a Lof Wiritray, según la resolución judicial.
"Los mapuches no somos así", arranca Patricia y no puede disimular la impotencia. Ella, como muchos representantes de las 160 comunidades mapuches registradas en la provincia de Río Negro, reniega de la caracterización nacional que este conflicto le trajo a los mapuches.
"No se puede hablar de los mapuches como algo general, como si todos fuéramos lo mismo porque nunca ha sido así. Cada comunidad tiene su propio tronco familiar, los mapuches nunca nos tapamos los rostros ni apelamos a la violencia. Eso no tiene nada que ver con nosotros".
Ser mapuche -cuenta- significa aprender a convivir. Un pueblo adentro de otro pueblo. Sus padres le negaron la enseñanza de la lengua nativa. No querían que fuera discriminada, estigmatizada. Porque el destino mapuche en la región terminó por ser ese.
No es casualidad que "el Alto", como se conoce a la periferia geográfica y económica de Bariloche tenga entre sus habitantes a una buena porción de descendientes de los pueblos originarios. La pobreza muchas veces terminó por ser sinónimo de mapuche. Y eso generó que varios terminaran por esconder a su pasado, con la idea de eludir un destino que parecía marcado de antemano.
Patricia fue a una escuela "normal", tuvo trabajos "normales" (se especializó en el combate del fuego en la montaña), pero nunca renegó de sus raíces, de sus valores. Trató de preservarlos en medio del estigma y la discriminación permanente. "Vivir en equilibrio", repite.
Y dentro de ese equilibrio, se resignó a acatar que los mapuches viven dentro de un territorio con reglas dictadas por el Estado.
Pero haber logrado que le reconozcan su territorio no la liberó. Los jóvenes encapuchados de Lafken Winkul Mapu la acusaron a ella y a su familia de traidores. En los últimos años, Patricia perdió a su madre y a una hermana. Sin poder disimular la emoción, hoy ella recuerda que ambas mujeres se fueron en medio de una tristeza de impotencia, atacadas por otros que se dicen también mapuches.
Hoy, un hermano de Patricia, que es guardiaparque, vive con custodia permanente, tras haber sido amenazado de muerte por Lafken Winkul Mapu.
La grieta también es mapuche.
Los integrantes de este último grupo, que hoy tiene a siete miembros prófugos tras el operativo de las fuerzas de seguridad de la semana pasada, no son ningunos desconocidos. Los vecinos de Villa Mascardi los nombran y señalan que provienen de barrio 7.200, un sector empobrecido ubicado al oeste de Bariloche.
Y aseguran que recién en 2015 irrumpieron y comenzaron con reivindicaciones que a ellos jamás antes les habían escuchado. Suponen que pretenden aprovecharse de la ley 26.160, según denuncian casi con desprecio.
En total, son nueve las parcelas en conflicto. Puestas en proporción, significan casi una miga en medio de semejante escenario natural. Pero no se trata de cuántas hectáreas miden, sino de qué se dirime detrás de toda esta historia.
El viejo y abandonado hotel Mascardi, el exhotel -también en desuso- de la Unión del Personal de Gas del Estado, unos terrenos pertenecientes al Obispado de San Isidro, y los complejos privados La Escondida, La Cristalina y Los Radales. Estos tres últimos loteos representan el epicentro de la disputa.
Lafken Winkul Mapu asegura que llegó allí por el sueño de Betiana Colhuan Nahuel (prima del joven fallecido), señalada como la "machi" de esta comunidad (la líder espiritual). Los ancestros -dijo ella- le indicaron que esos territorios habían sido de ellos y que debían recuperarlos para continuar con sus rituales. Esta joven de 20 años fue una de las siete mujeres detenidas en los desalojos del martes de la semana pasada.
Este lunes, otro grupo de mujeres intentó realizar una ceremonia en la playa ubicada frente a estos terrenos, para proteger el pedido ancestral, según dijeron. Fueron disuadidas por las fuerzas de seguridad apostadas en la zona.
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Los vecinos
"Yo soy descendiente de italianos y no se me ocurriría ir a Italia a reclamar que me den un pedazo de tierra", dice la mujer en medio de la estación ACA que le da la bienvenida a Villa Mascardi desde Bariloche.
Es difícil encontrar en ese sector de la Patagonia a personas que se muestren comprensivas con la situación mapuche. Dicen estar hastiados de una violencia acumulada desde hace años, sin que llegue una solución de fondo. Y dejan trascender el escepticismo sobre cómo los prófugos lograron escapar justo a tiempo. "Cuando los policías se vayan, ¿qué va a pasar con nosotros?", se preguntan sin esperar respuesta.
El "nosotros" y el "ellos", en cada discurso, se siente demasiado potente, demasiado distante. Convivencias que no forman comunidades. Hasta las legítimas reivindicaciones de los pueblos originarios terminan por ser puestas en dudas en este estado de tensión permanente en el que se cuela la discriminación y el racismo.
La expendedora de combustible funciona también como la única proveeduría en varios kilómetros. Es que allí, todo es a distancia. El concepto de vecino implica varios metros, porque la soledad forma parte de la palabra tranquilidad. Algo que hace tiempo se extraña.
Si bien la quema de cabañas y las agrupaciones asoma circunscripta a una pequeña porción del universo de Villa Mascardi, nadie se siente a salvo del próximo ataque. Hablan entre dientes, bajan la voz pese a que no hay nadie cerca, evitan dar nombres concretos y piden, sobre todo, no aparecer en ningún registro grabado.
Saben lo que es tener un corte en medio de la ruta, de que vuelen los piedrazos, de que rodeen los vehículos y les muestren armas. Descreen que esta vez algo de fondo vaya a cambiar. Porque más allá del impresionante despliegue policial, de los retenes y de hasta el helicóptero que comenzó a sobrevolar la montaña en los últimos días, nadie debate qué hay realmente detrás de todo esto. Es que jamás una simple usurpación podría haber generado la renuncia de una ministra nacional. El caldo que se cuece en esta parte del sur del mundo es demasiado espeso.
En el ingreso al Parque Nacional Nahuel Huapi, los guardaparques se han declarado en asamblea. Reclaman seguridad. Lo mismo que pide dos mujeres encargadas de sendos campings ubicados camino al cerro Tronador. Cuentan que varias veces se toparon con situaciones de violencia frente a los lugares de las tomas. Hablan de amenazas, tiros e impunidad.
Cuentan que el turismo ya teme, pese a que el fin de semana extra largo Bariloche tuvo un lleno casi total. En época de pesca, el lago Mascardi amenaza con recibir menos tanza que la habitual. Desde Buenos Aires ya hay llamados preguntando si vale pena arriesgarse a viajar en medio de semejante contexto.
En las montañas, dicen, se escondieron los prófugos que aún busca (o dice buscar) el comando unificado. Huyeron justo antes de los allanamientos. Una casualidad que pocos creen. Dejaron a las mujeres y a los niños, sin prever que está vez sí se las iban a llevar detenidas. Capturas que han provocado reacciones de las organizaciones nacionales vinculadas a los derechos humanos. Por estas horas, demasiados discursos emanados desde el Obelisco hablan, debaten y aseguran sobre una realidad a la que muchos de ellos jamás se ha asomado. Hoy, Cadena 3 es el único medio de todo el país que trabaja en el propio territorio, aún tenso, siempre contradictorio.
En las referencias se cuela, una y otra vez, el fantasma de Jonas Huala, el líder que hace tiempo huye, pero todos dicen haber visto.
Todo termina envuelto en lo ideológico. Pero la discusión lejos está se ser lineal.
¿Qué ideología? ¿La reivindicación histórica de los mapuches? Gran parte de las 160 comunidades ponen en duda que el grupo que usurpó realmente sea mapuche y que tenga algún derecho ahí.
¿La deuda social por la discriminación histórica que ha sufrido el pueblo mapuche? Detrás de la toma de tierras, de la destrucción, de los cortes de ruta, no aparece aún un reclamo concreto para cambiar estas asimetrías de base.
¿Una idea de frenar el avance de grupos económicos extranjeros sobre los terrenos más apetecibles de la Patagonia? Una supuesta muestra de nacionalismo que ya entró en contradicción, porque recibe las críticas de los propios vecinos.
¿Un avance Montonero, de otra época? Un sector de Juntos por el Cambio viene denunciando que los exdirigentes Montoneros Roberto Perdía y a Fernando Vaca Narvaja asesoran a los abogados de los grupos violentos. El discurso ha prendido fuerte en esta parte de la Patagonia, donde hoy más de uno repite que detrás del caos aparece la sombra de un intento de guerrilla. Y piden que se aplique la ley antiterrorista. Demasiado anacrónico todo.
¿Una manifestación extrema ante el hastío por la discriminación permanente? ¿Una reacción anarquista amparada por algunos funcionarios del gobierno nacional?
¿Un grupo burdamente violento acaso utilizado para el toma y daca jamás blanqueado de la política argentina?
Es posible que ninguna sea la pregunta correcta, pero sí que la mayoría de estas respuestas formen el conjunto de la explicación. En los nueve kilómetros de la ruta 40 que surcan esta parte de Villa Mascardi, la grita argentina tiene su capítulo propio. Entre supuestas luchas contra el capital, dedos ancestrales señalando a complejos de cabañas frente al lago y batallas doblegadas de otras décadas, el país observa a la distancia un nuevo relato de su caída diaria.
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