Coaching y potencial
20/05/2021 | 10:01 | Cristina Schwander, especialista en Liderazgo con Inteligencia Emocional, Atención Plena y Coaching brinda una sencilla técnica para aplicar en la vida personal, profesional y académica.
La práctica de coaching en toda organización o grupo humano apunta a liberar el potencial creativo y productivo tanto del individuo como del conjunto de personas, con claros beneficios para ambos. Cristina Schwander, directora de la Diplomatura en Liderazgo Coach e Inteligencia Emocional de Siglo 21, nos brinda algunas claves sobre cómo afrontar el manejo de las emociones dolorosas, mal llamadas negativas, desde la técnica mindfulness.
-Parar. Detener el impulso de la emoción desagradable y llevar la atención a eso que surge en nosotros. Esta pausa nos permite buscar respuestas diferentes a las habituales, algo difícil pero posible de lograr con práctica constante.
-Respirar hondo, serenarse. Una manera de parar es concentrar la atención en el cuerpo, concretamente en la respiración. Buscar el punto físico en el que se concentra la emoción y, si esta es muy intensa, respirar profundo varias veces.
-Tomar conciencia de la emoción. Observarla, cuestionar qué la generó; si fue una persona, situación o algo que nos dijeron. Detenernos en las sensaciones físicas y corporales que provoca, para poder nombrarla: ¿vergüenza, ira, rabia, frustración? Una vez así racionalizada, la emoción se apacigua, nos permite analizar qué necesidades revela y qué impulsos desata.
-Aceptar la experiencia, permitirnos la emoción. No evitarla, ni defendernos contra ella, dejar que se manifieste en el cuerpo. Aunque notemos resistencia a la situación, dejarla estar.
-Practicar la autocompasión. La emoción debe evolucionar, no permanecer. Para ello, hay que conectarla con la parte de amor y de cariño que hay en nosotros, desear que algo bueno nos suceda, pensar en una persona querida y cercana.
-Soltar la emoción. Cuando amaina, es más fácil dejarla ir. Es importante no identificarnos con ella: “Yo tengo esta emoción, pero no soy la emoción”. Somos mucho más que una reacción pasajera. El solo hecho de no retener la emoción acelera el proceso de recuperación, ayuda a sobreponernos a lo doloroso que encierra.
-Actuar, o dejar de hacerlo. Es posible que actuar sea necesario, dependiendo de las circunstancias. Lo recomendable, en estos casos, es que traslademos la atención hacia la conducta adecuada a seguir, sin estancarnos en la emoción que despertó su necesidad.
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