Valentina Macarrón, sobre su padre: "¡Déjenlo en paz!"

-¡Déjenlo en paz! Pobre hombre...

Valentina Macarrón, la hija de Marcelo y Nora Dalmasso, terminó por convertirse junto a su hermano Facundo en el escudo protector de su padre. 

Minutos antes de las 9.30 de este lunes, el traumatólogo comenzó a caminar los 50 metros que lo separaban desde el ingreso de los Tribunales de Río Cuarto hasta la sala de audiencias de la Cámara Primera del crimen rodeado de un enjambre de periodistas de todo el país.

-¿Por qué no pidió Justicia por su mujer?

-Siempre pedí.

-El fiscal plantea que usted contrató a un sicario para que la matara y sexualizara la escena del crimen.

-El fiscal es un mamarracho.

Preguntas incisivas y respuestas concretas mientras todo el enjambre caminaba como si fuera una enorme pelota humana que intentaba acertar a la puerta de ingreso.

Facundo nunca se apartó de su lado.

-¿Sospechan de un empresario?

-Sí.

Fueron poco menos de 10 minutos en los que las palabras comenzaron a sonar de otro modo, con una fortaleza que a más de 15 años del crimen de Nora empiezan a sonar distintas.

El viudo, Marcelo Macarrón, comenzó a ser juzgado por el homicidio de su mujer bajo un triple agravante: por el vínculo (era su esposa), por alevosía (la mataron cuando estaba indefensa) y por promesa remuneratoria (encargó el asesinato).

Jamás en la historia judicial del país alguien fue condenado por encargar un crimen sin que antes se conociera al autor material del asesinato.

Por eso, el fiscal Julio Rivero se enfrenta a un desafío arduo: continuar la hipótesis del último instructor que tuvo el caso, Luis Pizzaro, o reformular pronto la acusación para intentar juzgar a Macarrón bajo otra hipótesis. Tal vez, como supuesto autor material, ya que sus rastros genéticos fueron los únicos que se encontraron en la escena del crimen en la casona de Villa Golf pese a que aquel 25 de noviembre él se encontraba con amigos jugando al gol en Punta del Este, Uruguay.

El asesinato de Nora ingresó en la impunidad inexorable. Quince años y tres meses son suficientes para aplicar el viejo axioma criminal: tiempo que pasa, verdad que huye.

Si se sostiene la acusación, ya será imposible saber judicialmente quién la mató. Ya prescribieron los plazos legales para perseguir al autor material del homicidio.

Lo que empezó a juzgarse hoy asoma como el último letargo de una causa que nació repleta de conjeturas, desconfianzas y un descontrol que a esta altura ya asoma como muy controlado.

El ingreso del viudo flanqueado por sus hijos no fue improvisado. La defensa ya comenzó a jugar las cartas mediáticas desde el minuto cero. Marcelo no tiene nada que esconder, se va a mostrar de frente a la sociedad. Esa fue la idea. Y que la familia se mostrar unida. Hoy, los hijos pidieron justicia por el padre.

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El dato reafirma por qué la madre de Nora, Nené Grassi, desistió de ser querellante. Iba a tener que acusar a su yerno y enfrentarse a sus nietos. En medio de una orfandad de pruebas que hacen cuesta arriba la principal hipótesis, al menos así como llegó planteada al juicio.

El inicio del juicio tuvo un momento insólito: los jueces Daniel Vaudagna, Natacha García y Gustavo Echenique Esteve le prohibieron a los periodistas presenten en la sala que tuvieran el celular encima. Ni apagado, por lo que intentaron confiscar los aparatos, lo que originó una discusión ante la mirada incrédula de Macarrón.

Recién casi una hora después de lo pautado, cerca de las 11, comenzó la audiencia. Una secretaria comenzó a leer las casi 200 páginas de la acusación, un trámite monótono que demanda varias horas.

A Nora la mataron varias veces más después de muerta. Se habló de ella de manera despectiva, con prejuicio y morbo. Ahora, 15 años después, otra vez sobre su cadáver desnudo y estrangulado comienza a escribirse otro nuevo capítulo de una historia cuyo final parece que encontrarse jamás.

Un juicio que también le devuelve a la propia Justicia cordobesa su peor reflejo. Por más que no aparezcan en los discursos oficiales en los que cada año se insiste sobre la independencia judicial en la provincial.