Corte Suprema: una derrota inexplicable que Milei pudo evitar
04/04/2025 | 13:46Redacción Cadena 3

Anoche, después de las 20 horas, se produjo algo que marca un antes y un después: el rechazo de los pliegos de dos candidatos a jueces de la Corte Suprema, Ariel Lijo y Manuel García-Mansilla. Este rechazo no es solo un revés para Milei, sino un golpe político que él pudo haber evitado si hubiera manejado mejor la situación.
El proceso de nombramiento de jueces en la Corte no es nuevo, está claramente establecido en la Constitución desde 1853. No se trata de un reglamento que se aplique por primera vez, sino de un procedimiento que, históricamente, requiere de consenso.
El Presidente no puede imponer jueces por decreto; eso no solo es ineficaz, sino que también va en contra de la Constitución. Como bien se dice en el fútbol, se puede anotar un gol con la mano, pero el árbitro lo anulará. Así funciona la política: hay reglas y hay que respetarlas.
El Senado, actualmente compuesto por 30 senadores que responden al kirchnerismo, refleja la voluntad de los votantes de diversas provincias. No se trata de un capricho, sino de un resultado electoral.
La Constitución exige que, para nombrar miembros del Poder Judicial, se alcance un consenso entre las fuerzas políticas. Este principio de consenso es fundamental en cualquier democracia, y Argentina no es la excepción.
Recordemos algunos antecedentes. En 2015, Cristina Kirchner propuso a Roberto Carles como candidato a juez de la Corte. Sin embargo, ante la falta de apoyo y los escándalos que rodeaban su candidatura, retiró su pliego. Más tarde, al acercarse el final de su mandato, intentó proponer a otros dos candidatos, pero se dio cuenta de que no contaría con el tiempo ni el apoyo necesario para que sus pliegos fueran tratados.
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El abogado penalista Eduardo Gerome explicó que, constitucionalmente, el funcionario puede seguir hasta el fin del período ordinario de sesiones ya que su designación fue avalada al tomarle juramento.
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Por su parte, Mauricio Macri, al asumir la presidencia, cometió el error de nombrar a Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz por decreto, lo que generó tensiones en el Senado. Sin embargo, gracias a un acuerdo político, logró que sus pliegos fueran aprobados.
En el caso actual, Javier Milei presenta a García Mansilla y Ariel Lijo como candidatos. García Mansilla es un jurista respetado, mientras que Lijo es uno de los jueces más cuestionados del país, con un historial de juicios políticos en su contra.
La falta de consenso en el Senado se hizo evidente y Milei, al igual que sus predecesores, se encuentra en una encrucijada. A pesar de saber que sus candidatos no tendrían el apoyo necesario, decidió avanzar con sus nombramientos, lo que llevó a una situación política tensa y conflictiva.
La decisión de insistir con candidatos que no cuentan con el respaldo necesario plantea interrogantes sobre la estrategia del Gobierno.
¿Es posible que esta maniobra busque demostrar que el kirchnerismo solo acepta jueces incondicionales? En un sistema democrático, los presidentes deben proponer candidatos que, más allá de su ideología, sean intachables y aceptables para todas las partes. Sin embargo, la realidad es que el kirchnerismo se niega a aceptar jueces que no sean completamente leales a su causa.
Esta situación ilustra la miseria del sistema político argentino. El rechazo a García Mansilla, un candidato con una trayectoria intachable, es un claro ejemplo de cómo la política se degradó.
Si bien las causales para un juicio político son específicas, la falta de apoyo en el Senado muestra que el proceso de nombramiento se volvió un campo de batalla ideológico, donde el interés político prima sobre la justicia.
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Revés para el Gobierno. El Senado rechazó los pliegos de García-Mansilla y Lijo para la Corte Suprema
Es porque ninguno obtuvo la aprobación de dos tercios de los presentes. El primero tuvo 50 votos en contra, mientras que el segundo cosechó 43 negativos.
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