El golpe del 76: uso y abuso de discutir el pasado como si fuera presente

Sergio Suppo

El 24 de marzo, una fecha emblemática en el calendario argentino, sigue siendo objeto de disputas políticas. A pesar de ser un evento que ocurrió hace casi 50 años, su significado aún se discute en tiempo presente. Los protagonistas de la década del 70 ya no están presentes o sus influencias son mínimas, sin embargo, la mayoría de los argentinos tiene una opinión formada sobre lo que pasó.

El enfrentamiento persistente se debe en gran parte al uso y abuso que durante 20 años hizo el kirchnerismo con una versión parcial y antojadiza de la década del 70. No solo generaron un relato propio sino que impidieron una lectura completa de los acontecimientos. Intentaron instalar en ese relato que las organizaciones terroristas eran integradas por jóvenes patriotas luchando por la democracia y ocultaron iniciativas del primer gobierno democrático como el juicio a los comandantes llevado a cabo por Raúl Alfonsín.

Además, las organizaciones de derechos humanos se convirtieron en una fracción del poder kirchnerista a cambio de beneficios financieros y laborales estatales. Mientras se reabrían juicios contra militares responsables de desapariciones, torturas y muertes desde el año 2000, las víctimas de grupos terroristas fueron invisibilizadas y sus jefes evitados para ser juzgados.

La instrumentalización política ha llevado a distorsionar la idea universalmente aceptada sobre los derechos humanos como conquista para la convivencia civilizada más allá ideologías o partidos políticos. En Argentina esto no es así, como se demostró en la Plaza de Mayo donde Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas, instó a derrocar al actual presidente.

El gobierno de Javier Milei presentó recientemente otra versión de la década del 70, resaltando los datos que el kirchnerismo pretendió ocultar como las víctimas inocentes del terrorismo. La pregunta que queda es si los argentinos continuarán discutiendo el pasado o si se ocuparán del presente para evitar seguir fabricando su propia decadencia.