La derrota agrieta al Gobierno y expone sus divisiones

Sergio Suppo

Traigo una frase que tiene algunos años. La dijo un señor que se llamaba Napoleón Bonaparte el 8 de julio de 1807. Es una frase muy conocida. Después, muchos dirigentes políticos la han utilizado.

La frase es muy conocida y dice: “La victoria tiene cien padres y la derrota es huérfana”. Viene muy a cuento de la situación de conflicto planteada dentro del Gobierno nacional, a propósito de la derrota del domingo.

¿Quién se hace cargo de la derrota del domingo? ¿Alberto Fernández, Cristina Fernández de Kirchner, Sergio Massa, Máximo Kirchner, los intendentes, el ministro de Economía, el jefe de Gabinete, quién se hace cargo de la derrota? Nadie se hace cargo.

Frente a la derrota, ¿qué hará el Gobierno? ¿Cuál gobierno? ¿El de Alberto y Cristina? ¿El de Alberto solo? ¿El de Cristina que instaló a Alberto? Hay por lo menos dos sectores enfrentados. Y dos reacciones bastantes distintas que tienen que ver también con cómo encaran la vida habitualmente estos dirigentes políticos.

Alberto se rodeó de sus incondicionales. Ayer se presentó junto a su pareja, Fabiola Yañez, a la que inesperadamente llevó al primer acto oficial luego de la derrota. También estaban en esa primera fila el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, y el ministro de Economía, Martín Guzmán.

No es una casualidad que estuvieran en primera fila. Guzmán es el hombre apuntado por Cristina Kirchner como responsable de la derrota y está pidiendo su cabeza. ¿Lo dice en público? No, todavía. Ayer se reunió en su despacho del Senado con su hijo Máximo Kirchner, y también con el ministro del Interior, Wado de Pedro, y con el el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof. Hay dos caras del mismo gobierno, pero un único gobierno.

Cristina está pidiendo cambios de gabinete y cambios de política. Alberto Fernández dice que hará anuncios económicos, pero se resiste a soltar a sus ministros. Hay una pelea muy fuerte en estos momentos en tiempo real y los hechos ocurren minuto a minuto.

Mientras esto ocurre, en el Conurbano los intendentes peronistas empezaron a ver qué van a hacer el 14 de noviembre. ¿Van a cortar boleta? En la provincia de Buenos Aires se eligen concejales, además de legisladores provinciales y diputados nacionales. ¿Le van a cortar boletas a su propio gobierno? Ya lo hicieron otras veces. Ya lo hicieron intendentes de Cambiemos cuando vieron, hace dos años, que Macri iba a perder. Entonces se entregaba la boleta propia del intendente de Cambiemos con la boleta de Alberto Fernández. ¿Ocurrirá esto pero a la inversa?

Esos intendentes peronistas empezaron a pedirle cambios no a Alberto Fernández, sino a Axel Kicillof. Esos intendentes tienen una línea directa con la Casa del Gobierno. Así como Cristina le pide cambios de ministros al presidente, los intendentes bonaerenses, que no son necesariamente kirchneristas, le están pidiendo cambios de ministros al gobernador de la provincia de Buenos Aires. ¿Kicillof no tiene que ver con la derrota en su propio distrito?

Quedan los gobernadores peronistas, muchos gobernadores peronistas, la mayoría de los cuales también perdieron el domingo, son gobernadores que están asociados al kirchnerismo. Hoy integran el oficialismo nacional. Ellos también perdieron. Perdieron en su propia casa y le están pidiendo explicaciones al Gobierno nacional.

Ellos están viendo que su representación política está menguada. No quieren volver a perder el 14 de noviembre. ¿Qué harán ellos?

Todas son preguntas que están dando vueltas. Pero hay dos fundamentales. Una es: ¿Alberto Fernández va a cambiar de nombres, va a haber nuevo ministro, como le plantea Cristina? Y la otra, más importante, ¿va a haber un cambio de rumbo económico y en qué sentido será?

¿Será un cambio hacia la radicalización? ¿Cristina doblará la apuesta en materia económica o habrá un cambio económico en el sentido de lo racional y moderado?

La liebre puede saltar para cualquier lado en un momento de derrota y de desconcierto. La derrota fue contundente y fue sorpresiva. Y tiene, por lo tanto, un doble efecto que ha resquebrajado la coalición de Gobierno.

Las horas que vendrán son decisivas. Son muy importantes para saber no sólo el resultado electoral del 14 de noviembre, sino sobre todo por el devenir de nuestros propios padecimientos, los padecimientos que condujeron a la derrota al propio Gobierno.