La sangrienta insinuación de Firmenich

Sergio Suppo

Mario Eduardo Firmenich simboliza una parte oscura de la historia argentina. Este hombre, un delincuente y asesino, reapareció en un video, y aunque no se sabe con certeza dónde se encuentra, se presume que vive cómodamente en las afueras de Barcelona.

Firmenich, quien fue profesor en la Universidad de Barcelona y está jubilado, tiene 76 años y ha estado a sueldo de la dictadura de Nicaragua. Su historia en Argentina es conocida: fue indultado el 29 de noviembre de 1990 por el entonces presidente Carlos Menem, junto a los jefes de las cúpulas militares que habían sido condenados por los oscuros años 70. Durante la presidencia de Raúl Alfonsín, Firmenich y otros líderes montoneros fueron condenados a 30 años de prisión, pero apenas estuvo dos o tres años tras las rejas antes de obtener su libertad. Después de pasar un tiempo en Argentina, se trasladó a España, donde se recibió de doctor en economía.

Ayer, Firmenich intentó hacer un análisis sobre las condiciones para restablecer la lucha popular, es decir, para volver a formar otros montoneros. Este discurso no sólo se dirige a sus antiguos compañeros, muchos de los cuales ya han muerto o han sido desaparecidos, sino que también busca influir en las nuevas generaciones, en los nietos de aquellos que vivieron esa época. Es alarmante que, a su edad, siga intentando tener un impacto en la política argentina, pero lo único que provoca es asco y desinterés.

Es importante aclarar que criticar a Firmenich no significa defender a la dictadura. Su legado está manchado por la sangre de muchos inocentes, incluidos jóvenes que, atraídos por su ideología, fueron enviados a la muerte durante la famosa contraofensiva de 1979. Todos los que volvieron en ese momento fueron asesinados por la dictadura de la época.

La historia de Firmenich es un recordatorio de lo que puede suceder cuando el extremismo se apodera de la política y de la vida de las personas.

La aparición de Firmenich es un llamado a la reflexión sobre nuestra historia y nuestras decisiones políticas. No debemos permitir que figuras como él sigan influyendo en el presente y el futuro de Argentina. La memoria es un deber que tenemos con aquellos que sufrieron las consecuencias de su ideología y de su accionar.