Messi, el inmigrante

Sergio Suppo

El 17 de septiembre de 2000 salió de Rosario. Tenía 13 años cumplidos el 24 de junio y un problema genético que le impedía crecer.

Ese día se convirtió en inmigrante. Es más o menos sencillo para los argentinos saber de qué se tratar ser un inmigrante. Este es un país creado por abuelos y bisabuelos que fueron inmigrantes.

En algún momento la Argentina, además de atraer nuevos residentes, empezó a expulsar argentinos al mundo.

Messi es también uno de esos hijos que se le están yendo a la Argentina, día por día.

A Leo no le fue fácil acostumbrarse a vivir en Barcelona. Su familia debió dividirse. El padre con él, la mamá con los hermanos en Rosario.

El chico tenía una idea fija: jugar el fútbol y en el Barcelona encontró una de las mejores escuelas. Y también una casa, un abrigo.

Tenía otra idea fija: jugar en la selección. Tanta ilusión tenía que hacía mandar videos de sus goles en las inferiores del Barcelona a la AFA.

Al final lo vieron. Y cuatro años después de salir de Rosario, en 2004, inventaron un partido amistoso para que debutará en un juvenil.

Leo Messi siempre quiso seguir siendo argentino, aunque Cataluña lo convirtió en su niño mimado desde antes de debutar en el Barca.

Todos conocemos la historia del crack que durante más de 15 años fue el mejor jugador de fútbol del mundo. Y para muchos especialistas, el mejor de todos los tiempos.

A medida que se consolidaba en la cumbre del deporte, en la Argentina crecía un abismo de comparaciones innecesarias y frustraciones en celeste y blanco.

Lo vimos sufrir las derrotas en cuatro mundiales, incluida la final de 2014. Lo vimos llorar en las finales de la Copa América contra Chile.

Lo pusimos en duda. Culpamos al resto de los jugadores, a los técnicos, a los dirigentes. Y también lo culpamos a él.

Messi siempre volvió. Con la tenacidad de un inmigrante.

El chico se convirtió en hombre, en un padre de familia, en el argentino más famoso del mundo, pero 22 años después de haberse ido del país sigue hablando en rosarino.

Es un inmigrante que siempre quiere volver a su país.

Y que tenía una idea fija. No podía irse del futbol sin levantar la Copa del Mundo.

Es muy común en momentos de alegría tan extendida como la Argentina misma establecer parangones entre los triunfos deportivos y el país que querríamos ser y no somos.

No voy a caer en esa tentación.

Estoy aquí para recordar que Lionel Messi ganó todo lo que ganó no solo por las extraordinarias condiciones que lo ubican como el mejor deportista argentino de todos los tiempos.

Estoy aquí para recordar que Messi es lo que es porque además de esas condiciones inigualables tiene la tenacidad y la pasión por lo que hace. La tenacidad y la pasión de los inmigrantes. Y ahí sí hay un parangón para establecer. Es la misma pasión y tenacidad con la que nuestros abuelos inmigrantes construyeron este país.