Los efectos de la cuarentena en la salud mental
La psicóloga Alejandra Rossi hace una lectura de lo que implicó el comienzo de la pandemia, los duelos sin rituales, el impacto en la infancia y la juventud. Y lo que aún no puedo resolverse.
19/03/2025 | 11:45Redacción Cadena 3
Han pasado cinco años desde el inicio de la cuarentena que marcó un antes y un después en la vida de millones de personas.
En diálogo con Cadena 3, la licenciada Alejandra Rossi, especialista en salud mental, reflexiona sobre los principales problemas psicológicos que emergieron durante ese período y los ecos que aún resuenan en la sociedad actual.
Rossi es vicedecana de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba, experta en suicidio y prevención. Además, es especialista en intervención en de crisis.
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Desde toda esa experiencia, Rossi considera que la pandemia puede dividirse en tres tiempos: el confinamiento profundo de 2020, la segunda ola de infecciones entre 2021 y 2022, y un tercer tiempo que abarca las secuelas que persisten hasta hoy.
Incertidumbre y duelos rotos
El 2020 fue el año del "confinamiento profundo", un período donde las relaciones sociales físicas quedaron suspendidas y la vida se trasladó a las pantallas. Whatsapp, Instagram y Facebook se convirtieron en los puentes hacia el mundo exterior. Sin embargo, este aislamiento trajo consigo una ola de incertidumbre y ansiedad.
"Estábamos atravesando una catástrofe social", señala Rossi, destacando cómo el no saber qué deparaba el futuro afectó profundamente el estado de ánimo de las personas. Las consultas psicológicas se dispararon, marcadas por la ansiedad y la depresión.
Pero uno de los impactos más devastadores de ese primer tiempo fue el duelo. La mayoría de las muertes por COVID ocurrieron entonces, y las circunstancias impidieron despedidas tradicionales.
"Las personas dejaban a su familiar en la puerta de un hospital y, en muchos casos, lo siguiente que recibían era una bolsa con el ser querido ya fallecido", relata Rossi. Este tipo de pérdida, sin cuerpo ni ritual, dejó a muchos en un limbo emocional.
"Esos muertos son desaparecidos", afirma y subraya que cinco años no han sido suficientes para que muchas personas procesen estas ausencias. La falta de rituales de despedida, esenciales para cerrar el ciclo del duelo, ha trastocado las etapas de aceptación, dejando heridas abiertas.
Miedo y rebeldía
El impacto en los más jóvenes también fue profundo. Los niños, privados de la escuela y la socialización, quedaron encerrados con sus familias las 24 horas del día. Esto expuso dinámicas familiares que, en muchos casos, trasladaron el miedo de los adultos a los más pequeños.
Rossi explica que, para los niños, la muerte es un concepto reversible debido a su desarrollo psíquico, mientras que los adolescentes ya comprenden su irreversibilidad, lo que generó reacciones diversas ante el contexto pandémico. Además, problemas como la violencia intrafamiliar, antes ocultos, comenzaron a hacerse visibles.
En los adolescentes, el encierro tuvo dos caras. Algunos aceptaron las restricciones y se adaptaron a la educación virtual, aunque con dificultades, especialmente en hogares sin acceso a tecnología. Otros, en cambio, canalizaron su rebeldía natural escapándose del confinamiento.
"Bebían, consumían, estaban propensos a relaciones agresivas entre pares", describe Rossi, recordando casos de jóvenes que llegaban a consulta "completamente disociados" tras fines de semana de descontrol. El encierro, para muchos, dejó una cicatriz que aún se siente.
Secuelas atuales
A cinco años del inicio de la pandemia, los problemas persisten. Rossi identifica un aumento significativo en la ansiedad, los ataques de pánico y la ideación suicida, aunque advierte que aún falta evidencia para atribuirlo directamente a la pandemia.
Sin embargo, hay un cambio claro: la pérdida de habilidades sociales. Como docente universitaria, observa que los estudiantes que cursaron sus primeros años de forma virtual carecen de herramientas para una comunicación asertiva y el reconocimiento del otro. "Ha quedado primando un individualismo muy fuerte", lamenta.
La reconstrucción de los lazos sociales se presenta como un desafío monumental. ¿Veníamos ya así como sociedad, o la pandemia marcó un quiebre definitivo? Para Rossi, ambas ideas tienen peso. "Hay comunidades donde el tejido social es muy lábil, y la pandemia fue una bajada de línea para que pudiéramos pensarnos", reflexiona.
Sin embargo, le sorprende cómo, a cinco años, muchos han olvidado esa "catástrofe social". La segunda ola, cuando la mayoría se infectó y sobrevivió, normalizó la experiencia, pero el impacto subjetivo varía en cada persona. Algunos llevan el trauma no solo en la mente, sino también en el cuerpo, con secuelas como insomnio, gastritis o mala alimentación.
Un llamado a la reflexión
Rossi valora que, a cinco años, se recupere la memoria de lo vivido. "Es un buen punto de partida para volver a pensarnos en lo individual, en lo familiar y en lo colectivo", sostiene.
La pandemia desnudó nuestra vulnerabilidad, pero también abrió la puerta a repensar cómo reconstruir una sociedad más conectada. Aunque las marcas sean indelebles para muchos, la especialista insiste en la importancia de reconocer la experiencia subjetiva de cada uno como clave para sanar y avanzar juntos.
Entrevista de Julio Perotti