A 11 años de la elección de Francisco: claroscuros del Papa del fin del mundo

Julio Perotti

Marzo de 2013. Hacía dos días, lunes y martes, que íbamos a la Plaza de San Pedro.

Allí esperábamos una fumata blanca que no se daba.

Los cardenales de la Iglesia Católica no lograban acuerdo para elegir al sucesor de Joseph Aloisius Ratzinger, que en su papado tomó el nombre de Benedicto XVI, y que, en algo inédito para estos tiempos modernos, había renunciado.

El miércoles 13 la tarde se puso fría. Una primera votación a la mañana no había arrojado resultado.

Hasta que a las 19:06, en la quinta ronda de votaciones del segundo día del cónclave, hubo humo blanco.

La Plaza de San Pedro comenzó a llenarse de romanos. Siempre la elección de un Papa es atractiva.

Más y más gente llegaba a San Pedro.

De pronto, quienes estábamos allí desde temprano compartimos el espacio apiñados con hombres y mujeres de todo el mundo. Es literal.

Las cortinas de el imponente balcón central sobre la basílica se movía.

Sonaba un uhhh, como en una cancha.

Hasta que el cardenal protodiacono, Jean-Louis Tauran, leyó la tradicional fórmula en latín:

Annuntio vobis Gaudium Magnum: Habemus Papam. Eminentissimum ac reverendissimum dominum, dominum Georgium Marium, Sanctae Romanae Ecclesiae Cardinalem Bergoglio; qui sibi nomen imposuit Franciscum.

Traducido al castellano significa:

"Os anuncio una gran alegría: ¡tenemos papa! El eminentísimo y reverendísimo señor don Jorge Mario, cardenal Bergoglio de la Santa Iglesia Romana, quien se ha puesto el nombre de Francisco").

Las primeras palabras de Francisco reivindican su origen: “Mis hermanos cardenales han ido a buscar un Papa al fin del mundo”, dijo.

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Era un giro histórico para la Iglesia:

• Primer pontífice no europeo en siglos.

• Primer americano.

• Primer argentino, claro.

• Primer jesuita.

• Y primer hombre en casi 660 años que iba a presidir la Iglesia en vida de su antecesor; en este caso, Benedicto XVI.

Hasta aquí el primer capítulo.

El segundo comenzó a escribirse de inmediato: qué iba a cambiar en la Iglesia Católica este Papa distinto a los demás, considerado un reformista.

Vamos de lo formal a lo más profundo:

Rompió la idea de que en el Vaticano se vive con lujos. Utiliza una residencia muy normal a tono con su condición de jesuita.

Dejó de utilizar las limousines para conducirse, solo con su chofer, en un auto común. De hecho, esto le permitía, al menos tiempo atrás, pasar inadvertido e ir a rezar a las iglesias de Roma, en particular a Santa María la Mayor, su preferida.

,Como dijimos, cuestiones formales.

Vamos al fondo. Sólo por citar tres.

Impulsó un fuerte cambio en el modo de ejercer el sacerdocio. Sean pastores con olor a oveja, les dijo a los curas.

Hagan lio, le planteó a la juventud.

Más recientemente, autorizó a bendecir a las parejas del mismo sexo pero solo si su unión es informal.

Algunas de estas cuestiones le generaron enfrentamiento con sectores ultraconservadores de la Iglesia, que ven en Francisco un peligro porque va en contra de la aplicación estricta de las doctrinas e ideas tradicionales.

El Papa también reafirmó la "tolerancia cero" a los abusos cometidos por parte de miembros del clero.

Pero los sectores más progresistas consideran que se ha hecho poco en esta "limpieza", aunque Bergoglio diga "hay curas presos por todos lados".

Fuera de la mirada sobre el Vaticano, el mundo también ha polemizado sobre otros dichos del Papa, como por ejemplo cuando pidió que Ucrania tenga "el coraje de izar la bandera blanca y negociar".

Esto claramente implica darle la razón a quien es, para Occidente, un asesino impiadoso como Vladimir Putin.

Todo esto, obviamente, aparece marcado por lo que se consideraba un papado de transición.

Es que fue elegido a los 76 años, apenas dos años menos que su antecesor renunciante, Ratzinger.

Eso dio lugar a que se hable incluso de que Bergoglio podría seguir el camino de Ratzinger, una renuncia cuando no el cuerpo le diga basta.

El desgaste de su salud es visible, pero no hay señales de que eso que anticipe su salida.

Pero él sabe que, a los 87 años, ese día puede llegar.

Ya lo anticipó:

“Yo ya he firmado mi renuncia. Era Tarcisio Bertone el secretario de Estado. Yo la firmé y le dije: En caso de impedimento por cuestiones médicas o qué sé yo, acá está mi renuncia. Ya la tienen”.

Pero alguna vez también pareció bajar un cambio cuando dijo que la Iglesia se gobierna con el cerebro y no con la rodilla.

Toda una definición del Papa que llegó desde el fin del mundo..