Comedia o tragedia, Argentina como la vida misma

Julio Perotti

Si no fuera porque todo es trágico y hasta puede serlo peor, parecían pasos de comedia.

Woody Allen decía que la diferencia entre la comedia y la tragedia es que, en la comedia, sus personajes encuentran la forma de sobreponerse a la tragedia.

Pero en la vida real, no. Por más que haya cosas que, aunque sea por un momento, nos puedan sonar graciosas.

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Como decía otro escritor inglés, la comedia es la sociedad que se protege a sí misma con una sonrisa.

Ya venimos conversando esta semana: hay un colectivero asesinado, hay una protesta de sus compañeros, hay piñas al ministro de Seguridad de la provincia de Buenos Aires, Sergio Berni. Y hay expresiones que, de no estar en este contexto, serían ridículas.

Por caso, lanzar una teoría conspirativa (“No sé si nos tiraron un muerto”), pelearse con el ministro de Seguridad de la Nación, Aníbal Fernández; decir que putearía a su colega de la ciudad de Buenos Aires, Eugenio Burzaco.

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O afirmar que, cuando la policía de la Ciudad lo salvó de la golpiza, en realidad lo estaba deteniendo.

Tendríamos todos el derecho a pensar que se monta un circo político para sacar de debate el verdadero origen de todo esto: la muerte de un inocente en medio de una inseguridad que es una mancha que se extiende sin parar desde el conurbano bonaerense.

Y como tema asociado indisolublemente a la inseguridad, el desborde social que provoca la creciente pobreza.

Pero todo parece pensado para el pase corto, la jugada chiquita, porque importan más las elecciones que vienen que la gente.

Esto nos recuerda a la intendenta de Quilmes, la hipercristinista Mayra Mendoza, que cuando murió la beba frente a los portones de la Casa Rosada, salió a decir que si bien la madre era de esa ciudad, no vivían allí. O sea, se lavó las manos.

¿Qué tenía que ver de dónde era y dónde vivía la familia de la beba? El Estado, bajo cualquiera de sus jurisdicciones, es responsable.

Es una especie de “me salvo yo”, y que otros se hagan cargo.

Mientras tanto, en el Gobierno nacional recién se enteran de que la ley de alquileres, que es de junio de 2020, está causando graves daños económicos y, por eso, hablan de darla de baja.

Primero, no saben cómo porque una ley sólo se deroga por otra ley y el Congreso duerme plácidamente.

Segundo, porque esto puede causar una catarata de problemas adicionales.

Todo improvisado. Todo “fulbito” para la tribuna porque no resuelve los problemas de fondo.

Vamos por más plata del campo, aunque después no haya lata donde rascar.

Hay que conseguir 1.330 millones de euros para pagar un juicio que se perdió en Londres porque en el Gobierno de Cristina manipularon las estadísticas del Indec y eso alteró el valor de cupones atados al Producto Interno Bruto.

Y, finalmente, la situación en la que quedó el ministro de Economía, Sergio Massa, cuestionado por el Fondo Monetario, pese a que le aprobaron las metas.

El Fondo considera que hay una serie de medidas que tornan “menos confiable” al Gobierno. Y, eso debería ser preocupante para Massa porque claramente favorece a la línea de La Cámpora y de Cristina que quiere romper el acuerdo, lo cual lo dejaría al ministro fuera de juego. Y al país y, por cierto al Gobierno, más complicado que nunca.

En medio del bullicio y del jolgorio de una comedia, tal vez no estamos calibrando lo que pasa por debajo, un río de lava.