¿Cuento chino o peligro real?

Julio Perotti

Hace algunos días, mientras el ministro de Economía, Sergio Massa, estaba en China con Máximo Kirchner para negociar acuerdos que permitieran recuperar reservas, planteábamos cuál sería el precio de abrirle la boca al león para buscar alimentos.

Lo más importante es que se renovó lo que se llama “swap” de monedas, por 130.000 millones de yuanes (unos 18.300 millones de dólares) en un plazo de tres años y se duplicarán los fondos de libre disposición con 35.000 millones de yuanes

Expliquemos qué implica un “swap”: es convertir un esquema de pagos en otro de una naturaleza diferente, más adecuada a las necesidades u objetivos de los participantes.

Más allá de los resultados financieros, digamos que hubo poca o casi ninguna información sobre las contraprestaciones que exige China.

Sabemos, sí, que hay sectores del kirchnerismo, como La Cámpora, que tienen cierta admiración por el régimen chino, partido único con economía capitalista.

Ahora, nos enteramos que pocos días después del viaje de Massa y Máximo Kirchner a Shanghai, el gobernador de Tierra del Fuego, Gustavo Melella, firmó un decreto para autorizar la construcción de un puerto multipropósito por parte de una empresa china, con una inversión de 1.250 millones de dólares.

Si bien el puerto dependerá de la provincia, sólo podrá funcionar como un polo agroquímico porque por ahora no tiene una autorización de la Subsecretaría de Puertos, Vías Navegables y Marina Mercante.

Textual del convenio: “Shaanxi Chemical Group invertirá en la construcción de un proyecto con una capacidad anual de 600.000 toneladas de amoníaco sintético, 900.000 toneladas de urea y 100.000 toneladas de glifosato en el sur de Argentina, más la construcción de una terminal portuaria multipropósito con recinto interno -que permite el amarre de embarcaciones de 20.000 toneladas- y una central eléctrica de 100MW”.

Es obvio que Shaanxi Chemical Industry Group tiene fuerte ligazón con el gobierno chino. Como todas las empresas.

Algunas cuestiones que encienden luces por lo menos amarillas:

Primero, que se trata –como dijimos– del régimen chino, que es voraz en sus avances geopolíticos.

Segundo, que puede así controlar el paso entre el océano Atlántico y Pacífico.

Tercero, que tendrá un puerto y que eso implica abrirle más todavía el camino al territorio argentino. Recordemos que a partir de un acuerdo firmado en 2012, China instaló en Quintuco, Neuquén, una base para supuestos estudios astronómicos con una enorme antena parabólica cuyo funcionamiento genera dudas sobre su uso con fines militares.

Cuarto, que estarán a las puertas de la Antártida y cerca de donde navegan de manera ilegal cientos de barcos chinos que se llevan los recursos ictícolas argentinos.

¿No serán demasiadas concesiones para una potencia que se expande cada vez más en un país que necesita, también una vez más, recursos financieros?

Estamos frente a una relación geopolítica que requiere más transparencia que nunca. Si no, podremos ser víctimas una vez más de un cuento chino.