¿Cuestión de fe y de manada o de capacidad?

Julio Perotti

Ayer, decíamos que la campaña real comenzaba este jueves.

En efecto, la aparición de Carlos Melconian como el cerebro económico de Patricia Bullrich la equiparó con Javier Milei, que fijaba la agenda económica hasta ahora con sus dichos, y Sergio Massa, con sus acciones.

Cabe una pregunta: ¿Los votos definirán el futuro de la Argentina ante la perspectiva concreta de acciones de cambio o sólo ante la emotividad?

Es probable, claro, que haya un mix de estas motivaciones.

Habrá quienes piensen qué va a pasar en sus vidas a partir de las promesas concretas de un futuro gobierno, de cuán racional sea el camino, aunque esto implique aceptar, una vez más, cierto gradualismo.

Pero habrá otros –y eso se exterioriza en muchos votantes de Javier Milei– a los que no les importará demasiado el cómo sino el qué.

O sea, una necesidad de ver cambios urgentes, aunque eso signifique un rupturismo acompañado de alguna dosis de incertidumbre.

Total, peor no podemos estar, sería el argumento sobre el que podría basarse esta idea. O bien: los otros ya fracasaron.

Milei confía en que esos “leones” sigan rugiendo y, más aún, espera que la manada crezca.

Todo esto no sólo debe leerse en clave económica, sino también del impacto político, de la gobernabilidad y de la capacidad que podría tener Milei de gestionar acuerdos sin necesidad de mostrarse cediendo ante la “casta”.

Ahora bien, ¿alcanzan las dudas que se puedan sembrar sobre la gobernabilidad para torcer la voluntad de mucha gente?

Volvemos sobre el factor emotivo, sobre la confianza a prueba de dudas que ofrece el candidato para sus seguidores.

En los últimos días, desde su paso por el Council of Américas, donde disertó ante empresarios y diplomáticos, parece que Milei guardó violín en bolsa y redujo un poco su exposición pública.

Apenas si se asomó para no dejar pasar la jugada de Bullrich al presentar a Melconian: dijo que la candidata de Juntos por el Cambio tiene “falencias groseras” en materia económica y, por eso, “La gente está asustada con lo que puede hacer con la economía”.

Esa agenda es la que le queda más cómoda. La que sus fieles consideran a prueba de cualquier duda.