Descifrando a Milei III: ¿Estamos preparados para el Estado mínimo?

Julio Perotti

El Estado mínimo es una corriente política que defiende la idea de que el Estado debe tener una intervención mínima en la economía y en la vida de los ciudadanos. Este concepto ha sido utilizado por diferentes movimientos políticos, principalmente en el contexto del liberalismo económico.

Orígenes

Los orígenes del Estado mínimo pueden rastrearse desde la Ilustración, época en la que se inició la defensa de la libertad individual frente al poder absoluto del Estado. En la segunda mitad del siglo XX, la Escuela de Chicago y el neoliberalismo se convirtieron en dos de los principales impulsores del Estado mínimo.

Características

Libertad individual: el Estado debe limitarse a garantizar la seguridad y la justicia, sin intervenir en las decisiones individuales de los ciudadanos.

Reducción del gasto público: eliminación de programas y servicios que no sean esenciales.

Limitación de la regulación estatal: las empresas deben ser libres de tomar sus propias decisiones y operar sin restricciones.

Consecuencias

Positivas:

• Mayor libertad individual y económica.

• Eficiencia en la gestión pública.

• Reducción de la carga fiscal.

Negativas

• Desigualdad social.

• Emergencia de monopolios.

• Debilitamiento de los servicios públicos.

• Aumento de la pobreza y la marginalidad.

Relevancia contemporánea

En los últimos años, el Estado mínimo ha cobrado relevancia en el debate político. Algunos gobiernos han implementado políticas económicas basadas en este concepto, con resultados mixtos.

Preguntas frecuentes

• ¿El Estado mínimo significa que no habría servicios públicos ni programas sociales?

• ¿El Estado mínimo es lo mismo que el liberalismo económico?

• ¿El Estado mínimo puede eliminar la corrupción en los gobiernos?

• ¿El Estado mínimo puede generar mayores oportunidades económicas para la población?

• ¿El Estado mínimo puede reducir la carga fiscal de los ciudadanos?

En todos los casos, la respuesta es relativa. No necesariamente. Sólo se trata de cuestión de equilibrios.

Aún así, parece un mundo para el que no estamos preparados porque venimos, para bien o para mal (para mal, en la mayoría de los casos), de décadas de proteccionismo.

Podríamos hablar del Estado mínimo como utopía o distopía, pero esa cuestión de tamaño pega demasiado en nuestra vida cotidiana como para permitirnos el lujo de la filosofía.