Desequilibrios políticos y de los otros

Julio Perotti

Mucho estamos hablando de la endeblez de nuestro sistema político, como puntal de la democracia.

Claramente, hoy una serie de situaciones revelan la ausencia de equilibrios imprescindibles para que los poderes se controlen entre ellos de manera cruzada en un esquema de contrapesos.

Eso hace un sistema democrático sólido, que deja afuera las arbitrariedades.

Por desgracia, no parece ser este el caso de los tiempos turbulentos que vive la Argentina.

Algunos ejemplos.

La embestida del peronismo en el Congreso contra la Corte Suprema, a instancias de Cristina Fernández de Kirchner, que hace repetir a coro a los kirchneristas que la Justicia es el peor de los males que sufre la Argentina.

El presidente Alberto Fernández se suma a Cristina contra la Corte y proclama que “la Justicia necesita una reforma profunda”.

El mismo presidente, que manifestó su deseo de que al fiscal Diego Luciani, el de la causa Vialidad que pidió 12 años de prisión para Cristina, no le pase “lo mismo que al fiscal Nisman” que, según el jefe del Estado, se suicidó.

En una opinión que va en contra de todas las pericias que determinaron que Alberto Nisman fue asesinado.

Todo esto ocurre en un contexto en el que también están rotos los equilibrios dentro de las fuerzas políticas.

El dominio de Cristina es absoluto dentro del Frente de Todos. Un Alberto Fernández opaco, apagado, no es capaz de reinstalar el equilibrio desde su condición de presidente de todos los argentinos, no de una facción.

Ni siquiera Sergio Massa, como socio de la coalición y ministro de Economía, que necesita mostrar racionalidad en el Gobierno para ir a buscar más asistencia financiera al exterior.

Con tanto ruido interno es bastante difícil pensar que alguien de afuera va a abrir la billetera sin pedir el doble de garantías de lo normal.

¿Cómo hacerlo si hasta se dan el lujo de cuestionar la autonomía de la ciudad de Buenos Aires determinada nada menos que por la Constitución Nacional de 1994, sancionada en una constituyente de la participó Cristina?

Y esto sólo porque la policía metropolitana puso unas vallas frente al domicilio de Cristina Fernández en la Recoleta para mantener a salvo a los vecinos. ¿Acaso alguien piensa en su sano juicio que Cristina está bajo amenaza en su casa?

Y porque, obviamente, la gobierna un opositor como Horacio Rodríguez Larreta, al que se han propuesta bajar de sus aspiraciones presidenciales.

Los desequilibrios no sólo afectan al oficialismo.

También la oposición está inmersa en un frenesí irrefrenable.

No es fácil entender hoy cuál de todas las opiniones de Juntos por el Cambio refleja mejor lo que podría expresarse como oferta electoral.

Algunos quieren jugar por derecha, para contrapesar la fuerza del kirchnerismo, pero otros prefieren ir por el carril del centro.

Hay críticas cruzadas permanentes. Patricia Bullrich contra Rodríguez Larretga. Lilita Carrió contra Bullrich y varios más, como Cristian Ritondo.

Mauricio Macri quiere aparecer como ordenador de una coalición que está, valga el juego de palabras, en colisión interna permanente.

A esta altura, poco importan los nombres si no hay alternativas de solución a una interminable lista de problemas que sufren los argentinos.

Si desde el Gobierno se toma postura por el lado de las mayorías silenciosas y desde la oposición se acercan alternativas para mostrarse como solución.