El salto del tigrense

Julio Perotti

La salida de Alberto Fernández de la carrera presidencial sólo formaliza lo que era una verdad indiscutible: el centro del poder pasaba por Sergio Massa. Y sigue siendo igual: es Massa o el derrumbe.

O sea, nada cambió. Sólo que ahora, si es cierto que Massa quiere ser el candidato presidencial único del Frente de Todos va a tener que ofrecer más que cierta estabilidad para llegar a diciembre. Tendrá que mostrar resultados que recupere, al menos un poquito, la calidad de vida de los argentinos.

Todo lo que los expertos ven en el horizonte es una devaluación que, como ya tenemos sobraba experiencia, sólo sirve para licuar ingresos y convertirnos a todos un poco más pobres.

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O sea, vamos en una suave pendiente o caemos de golpe al fondo del infierno.

Massa trata de mostrarse hiperactivo: esta semana habrá anuncios de desembolsos de créditos externos y encuentros con empresarios en IDEA y en la Cámara de Comercio. También viajará a Montevideo, Uruguay, para un acuerdo con la Corporación Andina de Fomento.

Ahora bien, ¿es realmente Massa el candidato que Cristina quiere o es apenas un mal necesario, una copa con aceite de ricino?

Massa no garantiza el triunfo. Tampoco ningún otro.

Pero la masa crítica de votantes camporistas-cristinistas parecen muy refractarios al ministro de Economía. Definitivamente, no lo quieren.

Por dar solo un ejemplo viejo, ¿se acuerdan cuando en la campaña electoral de 2015, Massa prometía mandar a la cárcel al gobierno. “Me da asco la corrupción, los voy a meter presos porque no les tengo miedo".

Otro ejemplo más nuevo: La Cámpora, que conduce Máximo Kirchner, lo castigó duro en marzo pasado a propósito del acuerdo con el FMI. “¿La democracia? Bien gracias”.

Hay cosas que no se perdonan. Aunque a Massa las críticas camporistas o de Juan Grabois, lo ayuden a permanecer en el tan deseado centro de la política.

Tampoco se ha acallado el operativo clamor para que Cristina abandone la autoproscripción y salga a la cancha. Algo difícil, considerando que así debe dejar su condición de víctima del lawfare que, según ella, le impone un sistema judicial y mediático, como gusta llamarlo.

Sí, con Massa pueden estar alineados los gobernadores. Pero, como está probado, si no aparecen resultados, los muchachos del interior se recluirán en sus territorios y colgarán los botines.

Obviamente, para Massa una candidatura presidencial no estará exenta de condicionamientos. Como lo dijo Máximo, quieren un programa básico para evitar lo que no nombró: el síndrome Alberto. O sea, que ellos quieran una cosa y el presidenciable vaya por otro lado.

Pero además hay otros interesados, tanto como Alberto, que haya PASO y no la lapicera de Cristina.

Justamente, Cristina habla el jueves en el Teatro Argentino de La Plata para conmemorar los 20 años de la elección que llevó a Néstor Kirchner a la presidencia. Los cristinistas esperan que sea ella y no otro, ni Massa ni nadie, el abanderado.

Pero el tigrense está en el aire. Hay que ver si puede o lo dejan completar el salto.