Las palabras pasan; la crisis queda

Julio Perotti

Si a las palabras se las lleva el viento, debería venir un huracán para dejar limpio el escenario político después de lo que los dirigentes de las principales fuerzas se están diciendo en estos últimos días.

Arranquemos con Juntos por el Cambio.

Todo se desbarrancó. Patricia Bullrich sugirió que el modelo de Horacio Rodríguez Larreta era parecido al de Sergio Massa.

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Rodríguez Larreta sostuvo que el que fracasó fue el modelo de Mauricio Macri y Patricia Bullrich.

¿Qué le respondió Bullrich? Que es un “ventajero y oportunista”.

Y que es de "una enorme bajeza moral, oportunismo y falta de ética que Larreta, que se jacta de haber trabajado 20 años con Macri, haga cualquier cosa con tal de conseguir un voto".

En verdad, Rodríguez Larreta está vinculado a Macri desde hace años, pero esta es la primera vez que habla en ese tono.

¿Es posible que, una vez que las Paso del 13 de agosto arrojen un ganador, todos queden alineados detrás de él para que Juntos por el Cambio muestre unidad? Parece difícil. Y si lo es, poco creible.

En Unión por la Patria, el ex Frente de Todos, que tiene a Massa como su principal candidato siguen en silencio esta pelea, pero aprovechan para dar muestras de unidad, poco creíbles también.

Después del mal trago de tener que bajarse, Scioli ahora acomoda una foto con Massa para no quedar descalzado.

Y todos se reúnen con Cristina. Aunque Cristina haya sido la que empujaba a Scioli hacia el abismo y decía públicamente que Massa era apenas su plan C. Es que ella misma era el plan A, pero se autopercibe proscripta, y Wado de Pedro, el plan B.

Pero esta puesta en escena de unidad no está exenta de expresiones destempladas.

Hubo tantos codazos en el cierre de listas que el incombustible Sergio Berni llegó a decir que Santiago Cafiero, el canciller de Alberto Fernández, “le afanó la banca” que le hubiese tocado a Scioli.

Dice Berni: “No se puede dejar por el camino a los compañeros que tiraron por la ventana, no solamente a Scioli".

Aunque Scioli, que siempre cae parado como Massa, sonríe, los dirigentes que están con él mascullan broncas.

Son escenas de una serie televisiva de segunda clase. Y pintan un escenario en el que, como la mayoría admite, pero pocos asumen, los políticos juegan por los cargos, bien lejos de la sociedad.

Lo que hoy parecen palabras que no ofrecen retorno, seguramente se convertirán en abrazos a los ganadores y todo habrá pasado como si nada.

La vida (y la crisis) continúan.