Pelo improlijo, trajes algo antiguos o campera de cuero, enfático al punto de ser gritón. Onda rockstar.
Esa es la imagen que ofrece el economista Javier Milei, autodefinido como libertario, ultraliberal, y ubicado por eso en el extremo derecho del arco político.
Un lugar que, claramente, lo coloca a alguna cercanía de referentes de Juntos por el Cambio (Patricia Bullrich, por caso) y completamente fuera del radar ideológico del resto de Juntos por el Cambio, como los radicales, y del kirchnerismo.
¿Qué representa realmente Milei?
¿Por qué mide bien en las encuestas, particularmente en Buenos Aires, a punto de ser considerado en muchos casos como un potencial competidor cerca del macrismo y del kirchnerismo, una especie de tercera pata?
¿Por qué hay sectores jóvenes que se embelezan con su discurso?
Podríamos apuntar varias cuestiones:
Milei se monta sobre el desgaste de los liderazgos históricos de las fuerzas políticas que, aunque se muestren modernos e innovadoras, mantienen viejas prácticas en las que se priorizan los codazos por los espacios que las diferencias sobre los proyectos para el futuro.
Por ende, su discurso contra las “castas políticas” logra captar la atención de sectores sociales enojados con aquella dirigencia que es parte de los problemas y no de las soluciones.
Sus gritos destemplados tan vez sean la voz de los que sienten que no la tienen para expresar su malestar.
“La grieta no es entre el kirchnerismo y JxC, sino entre los parásitos y los que producen”, proclama y a muchos les cae simpático porque coinciden con él en que la grieta es, en el fondo, la razón de sobrevivir de los políticos tradicionales.
Con todo, la construcción de su fuerza atraviesa turbulencias, en particular por el rol que le atribuyen a su hermana Karina.
Y, además, hubo denuncias de una joven dirigente por acoso virtual, en medio de una polémica sobre la aplicación en la fuerza de viejos modos de la política, esos que dicen combatir.
La financiación de la fuerza es todavía un misterio.
Ahora bien, todavía hay demasiados interrogantes en torno de su figura.
1. ¿Por qué hay sectores jóvenes que se identifican tanto con él?
Resulta difícil pensar en coincidencias ideológicas. En particular porque los jóvenes nunca vivieron bajo políticas neoliberales. Si lo hubiesen hecho, quizá pensaría distinto. Sólo cabe pensar que, entre tanta desesperanza, les asoma alguien que promete romper los viejos paradigmas.
2. ¿Y los mayores?
Aquí es dónde a la desesperanza se suma la bronca. Tal vez permee el discurso de Milei cuando dice que, ante el fracaso de los otros, algo muy visible, hay que buscarlo como cosa nueva y distinta. Después de todo, la promesa de desarmar un estado bobo es atractiva.
3. ¿Es viable la propuesta?
Aquí es donde debemos detenernos para mirarlo desde varias perspectivas. Refundar el Estado de un minuto para otro puede tener ser una bomba de fragmentación que no deje nadie sin heridas graves.
En caso de llegar a la Presidencia, dice que va a ir a fondo: quiere “eliminar” el BCRA, dolarizar la economía en “cuatro etapas”, con una reforma del sistema financiero, cortar a fondo el gasto público y lanzar la reforma tributaria y laboral el primer día.
Habrá cuestiones que se pueden cambiar de golpe y otras que requerirán mucho pulso para evitar consecuencias irreversibles.
4. ¿Tendría músculo político para todo esto?
Porque debemos pensar en cuánto poder político es necesario, cuánta espalda hace falta para que la prometida salida de la crisis no se convierta en una crisis aún peor.
Este año se renueva la mitad del Congreso. La elección de los legisladores se produce en la primera vuelta. En la hipótesis de que Milei cotice fuerte en esa instancia y pase a la final, se va a quedar con la representación de una tercera parte de la mitad. ¿Un 20 por ciento? Supongamos.
Los senadores también se renuevan por mitades. Y allí pensar qoe los poderes territoriales están en manos de los gobernadores, con lo cual es difícil que los libertarios puedan lograr representación.
Esto le va a implicar un Congreso totalmente adverso. Salvo que quiera ignorarlo, le va a resultar complicado gobernar.
En abril del año pasado, Milei se cruzó con Elisa Carrió en los estudios de TN. Se saludaron cordialmente. “No te confundas, nene, yo soy liberal cristiana”, le dijo ella. Y él le respondió: “Yo también soy cristiano”.
Pero luego, Carrió reveló cómo un apodo que le puso a Milei:
“Es el sapito glo, glo, glo”. ¿Por qué? –le preguntaron a Carrió.
Y respondió: “Nadie sabe dónde vive, nadie en su casa lo vio, pero todo el mundo habla de él”.
En definitiva, ¿Javier Milei es una solución o sólo será una ilusión pasajera?
