Dejó su trabajo en el sector privado para dedicarse a la ayuda humanitaria
Paulo Milanesio es ingeniero civil pero desde hace años tomó la decisión de trabajar como voluntario junto a organizaciones en las zonas más convulsionadas del mundo. Conocé su historia.
29/03/2025 | 08:11Redacción Cadena 3
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Buen día Argentina
Hay personas que llevan la vocación en la sangre, y Paulo Milanesio es una de ellas. Ingeniero civil de profesión y rosarino de nacimiento, su carrera tomó un rumbo inesperado cuando decidió dejar el sector privado para dedicarse a la ayuda humanitaria. Desde hace años, trabaja en organizaciones internacionales como Médicos Sin Fronteras, desempeñándose como coordinador de emergencias en algunas de las zonas más convulsionadas del mundo.
Su camino comenzó con un máster en Barcelona y una serie de proyectos enfocados en el abastecimiento de agua en países con graves deficiencias en infraestructuras básicas, como Mozambique, Guatemala y Camerún. Sin embargo, su espíritu inquieto y su deseo de llevar su conocimiento a escenarios de crisis extrema lo impulsaron a especializarse en conflictos armados y emergencias humanitarias.
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De la ingeniería a la primera línea de la crisis mundial
Milanesio ha estado en el corazón de conflictos como la guerra en Yemen, la crisis humanitaria en Etiopía, la devastación en Gaza y la guerra en Ucrania. Su rol como coordinador de emergencias lo ha puesto a cargo de la gestión de equipos de salud y logística en contextos donde la vida pende de un hilo. "El objetivo es salvar vidas y aliviar el sufrimiento de quienes están expuestos a las situaciones más extremas", explica.
Entre las experiencias más duras que ha vivido, menciona la destrucción total de familias y comunidades. "Cuando la guerra te pasa por encima, todo lo que construiste desaparece en un instante: casas destruidas, gente sin trabajo, futuros inciertos. Es ver a personas que, de un día para otro, se quedan sin nada".
Gaza: "El apocalipsis en la Tierra"
Su última misión en Gaza dejó una marca imborrable en su memoria. "Lo que vi allí es la devastación total. Edificios destruidos, familias hacinadas en carpas, sin agua potable, sin electricidad. Un ambiente de caos donde el ruido de drones, helicópteros y bombardeos es constante. Es como la peor película sobre el fin del mundo, pero real".
También ha trabajado en Ucrania, donde la guerra trajo consigo otro tipo de desafíos, pero la misma desolación. "Hay que estar muy preparado psicológicamente. Cuento con apoyo profesional y acompañamiento constante, porque en estos lugares no hay margen para errores".
"Nos jugamos la vida todos los días"
El trabajo humanitario debería contar con la protección de las leyes internacionales, pero en la realidad esto rara vez se cumple. "Los trabajadores humanitarios deberíamos estar protegidos, pero vemos constantemente ataques a hospitales y centros de salud. La seguridad nunca está garantizada al 100%, y convivimos con ese riesgo todos los días".
Un nuevo capítulo, pero la misma vocación
Actualmente, Milanesio se encuentra en una pausa de sus misiones humanitarias y se dedica a la divulgación y capacitación en empresas. Su objetivo es compartir su experiencia en la gestión de crisis y toma de decisiones en contextos de alta presión.
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Sin embargo, admite que es difícil "desconectarse" por completo de la ayuda humanitaria. "Siempre quedan asignaturas pendientes. Mañana podría leer sobre un terremoto en Myanmar o un nuevo conflicto en Siria y sentir el impulso de estar allí. Algún día volveré, pero por ahora intento aportar desde otro lugar".
Con una trayectoria de más de 10 años y misiones en más de 15 países, Paulo Milanesio sigue demostrando que la vocación de ayudar no tiene fronteras. Y aunque ahora busque un equilibrio entre lo personal y lo profesional, su compromiso con la humanidad sigue intacto. "Lo ideal sería que los trabajadores humanitarios no tuviéramos trabajo. Pero mientras estas crisis sigan existiendo, alguien tiene que estar allí".
Entrevista de Carolina Amoroso