Cinco maridajes imperdibles para platos con cerdo

Durante años, el cerdo fue el actor de reparto en el asado argentino. Pero en el último tiempo, pasó al protagónico. Ya no es solo el infaltable matambrito a la parrilla: hoy brilla en el horno, se luce en rellenos de empanadas, le da un giro jugado a las pastas y hasta se mete con elegancia en salsas sofisticadas.

¿La clave? Es una carne tierna, sabrosa, accesible y tan versátil que no necesita grandes malabares para quedar bien. Solo un poco de cariño… y el maridaje justo.

Porque sí: el paladar argentino se volvió más curioso y exigente, y con el boom del cerdo también creció la búsqueda de vinos distintos, esos que se animan a romper el molde del clásico Malbec.

Por eso, armamos esta lista con cinco cepas que no son las más comunes, pero que combinan de maravilla con platos a base de cerdo. Cinco vinos que te van a sorprender. Cinco excusas para animarte a probar algo distinto.

¿Listo para descorchar?

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1. Rosados con personalidad: frescos pero con carácter

Si todavía pensás que el rosado es un vino “livianito” para tomar en la pileta, es hora de que le des una segunda oportunidad. Hay rosados que vienen con todas las letras, con acidez filosa y estructura suficiente como para plantarse al lado de un buen plato de cerdo.

Los Rosados de Malbec y de Syrah son dos candidatos de peso. El primero trae fruta roja fresca, nervio y un dejo especiado que va como piña con cortes magros al horno o con preparaciones dulzonas, tipo cerdo con chutney o mostaza y miel. El segundo, el Rosado de Syrah, se la banca con sabores más intensos: costillitas con BBQ, bondiola braseada o un clásico lomito con todo.

2. Pinot Noir: elegancia pura y sin exagerar

Si el cerdo es sutil, el vino también tiene que saber serlo. Y ahí entra el Pinot Noir, ese tinto que no necesita gritar para hacerse notar. Con su acidez marcada, taninos suaves y una delicada influencia de la madera, es el comodín ideal para platos de cerdo más delicados: carré con hierbas, salteados con vegetales o hasta una empanada jugosa con carne picada de cerdo y cebolla caramelizada.

Es un vino que no tapa, acompaña. Y en esa armonía, se luce.

3. Blancos que rompen prejuicios

¿Vino blanco con carne? Sí, y con cerdo, más todavía. Aunque históricamente se los asocia con pescados y mariscos, los blancos tienen con qué para acompañar platos de cerdo y lucirse.

El Albariño es una joyita poco explorada que, gracias a su acidez vibrante y perfil frutado, se lleva de maravillas con preparaciones más grasosas. Ideal para un cerdo salteado con vegetales o una bondiola con salsa cítrica. Refresca, limpia el paladar y realza los sabores sin pisarlos.

4. Chardonnay: el blanco con cuerpo

Ahora, si buscás un blanco con más estructura, el Chardonnay con un leve paso por madera es tu mejor apuesta. Tiene volumen en boca, notas de vainilla y frutos secos, y una textura cremosa que acompaña como un guante platos más elaborados: carré al horno con hierbas, cerdo en reducción de vino o incluso una milanesa de cerdo bien dorada.

Tiene el equilibrio justo entre frescura y profundidad. No invade, pero tampoco se deja opacar.

5. Espumosos: burbujas que limpian el camino

Y para cerrar, una opción que se está ganando su lugar con justicia: los espumosos. Hace rato que dejaron de ser exclusivos de brindis y postres. Hoy son aliados de todo el menú, y con el cerdo hacen un equipo brillante.

Un Brut Nature o un Extra Brut, por ejemplo, es ideal para platos con más grasa. ¿Por qué? Porque el dióxido de carbono limpia la boca en cada trago, atenúa la sensación grasosa y permite seguir disfrutando sin empalagar. Desde un simple sánguche de pernil hasta una bondiola laqueada, todo mejora con un poco de burbujas.

Recordá: el vino no está para robarse la escena. Está para acompañar, realzar y hacer que cada bocado sea mejor que el anterior.

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