El increíble desierto blanco escondido en Córdoba que pocos conocen
Se trata de las Salinas Grandes, ubicadas al norte de la provincia. Este salar, de más de 600 mil hectáreas, se extiende por Catamarca, La Rioja y Santiago del Estero. Se recomienda visitar con guía.
23/03/2025 | 13:05Redacción Cadena 3
Córdoba es un universo de paisajes por descubrir, y entre sus joyas más escondidas brilla un destino tan fascinante como poco explorado: las imponentes Salinas Grandes, al norte de la provincia.
Este mar blanco y silencioso, que parece sacado de otro planeta, se extiende como un sueño de sal a lo largo de más de 600 mil hectáreas. Un territorio hipnótico que Córdoba comparte con Catamarca, La Rioja y Santiago del Estero, donde el cielo se funde con la tierra en un espectáculo de luz, reflejos y asombro. Ideal para quienes buscan experiencias que no se olvidan.
Foto: César Lanza Castelli.
En el caso de Córdoba, las Salinas ocupan unas 225 mil hectáreas y tienen varios circuitos y propuestas para recorrerlas.
Dónde quedarse
Si bien en los últimos años creció el turismo más aventurero, esta parte de la provincia no cuenta con tanta infraestructura. Para dormir, es recomendable hacerlo en San José de las Salinas, un pueblito de 662 habitantes a unos 20 minutos del salar.
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Allí está Las Salinas Gran Hotel, un hospedaje que cuenta con todas las comodidades para descansar y disfrutar de algún almuerzo o cena. Desde este mismo lugar, salen algunas excursiones para recorrer diferentes zonas de las Salinas, ya sea al amanecer o al atardecer.
Una zona privada
En una de las zonas más sorprendentes del norte cordobés, los visitantes pueden adentrarse en el corazón de las Salinas Grandes y conocer de cerca cómo es el proceso de extracción de sal, una actividad ancestral que convive en equilibrio con el paisaje blanco e infinito.
Allí, Las Salinas Gran Hotel ofrece una base ideal para explorar la zona y visitar el área donde funciona LISAL, una empresa dedicada a la obtención de sal sin depredar el ecosistema. El método consiste en crear piletones que se llenan con agua mediante un sistema de canales. Estos espejos alcanzan un 85% de salinidad, igualando —o incluso superando— al Mar Muerto.
Con el paso de los días, la sal se solidifica, formando capas gruesas que se recolectan en montículos y se cargan en camiones para su traslado. Una experiencia fascinante que invita a caminar sobre un mar seco, donde el tiempo parece detenido y la naturaleza se muestra en su forma más pura.
Sin embargo, este sistema se implementó con el paso del tiempo. En 1880, se usaba otro que sí dañaba el lugar. La primera explotación extranjera -llamada La Española- sacaba los bloques de sal del medio del salar con picos y palas; y se trasladaban con carritos, llamados decauville, hasta los camiones.
Foto: César Lanza Castelli.
Los restos de lo que solía ser La Española, pueden encontrarse en este lugar: desde partes de carritos oxidados, algunas construcciones y hasta parte de lo que solían ser las vías para trasladar el material. Un cementerio metálico en medio de un gran mar de sal.
Otra curiosidad de esta parte de las Salinas es que el sol cae justo sobre el salar y se pueden observar atardeceres únicos.
Foto: César Lanza Castelli.
El Retumbadero
Otra de las zonas que se pueden visitar es El Retumbadero, que es de acceso público. Está ubicada a 20 km de San José de las Salinas y tiene una particularidad: todavía se pueden observar restos de un pedazo de vía por la que se transportaban los decauville.
En este lugar, el sol sale del otro lado del salar, justo detrás de la única estructura que queda en pie de la vieja mina de extracción que funcionaba en el lugar.
Uno de los momentos más especiales es cuando sale el sol y todo el cielo va cambiando de colores de un minuto a otro. En los alrededores, se pueden ver familias que todavía viven de cosechar sal y que llegan hasta este lugar para llenar sus bolsas y venderla.
Foto: César Lanza Castelli.
La sal que se extrae no es la misma que se consume: debe pasar por varios procesos de refinamiento y limpieza antes de llegar a la mesa.
Una cuestión a tener en cuenta es que, si bien se puede llegar por medios propios, se recomienda contratar a algún guía del lugar, ya que los caminos varían de acuerdo al tiempo del año. En invierno, suelen estar bien firmes por la falta de agua y en verano suelen estar cubiertos de agua.
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