A los 17 años, la acusan de matar a un hombre de un balazo en la cabeza

Juan Federico

Para atraparla, fue necesario conformar una brigada especial, con detectives de Investigaciones Criminales y de Homicidios, de la Policía de Córdoba. Para el fiscal Rubén Caro, su captura se había convertido en una obsesión.

Desde el pasado 16 de septiembre, la adolescente de 17 años se había convertido en un fantasma. Su barrio de siempre, Villa Revol, no daba señales para permitir su captura. Se había refugiado entre sus más íntimos, quienes la protegían de cualquier intento para dar con ella. 

La acusación es más que grave: junto a una amiga, Micaela Guadalupe Toledo (24) fueron sindicadas, presuntamente, como las dos mujeres que aquella madrugada asesinaron a Eduardo Ariel Osorio (51) de un balazo en la cabeza, arriba del auto de este último. 

Una trama sórdida en la que de a poco comenzaron a aparecer diferentes elementos. 

La investigación penal, según confirmaron fuentes policiales, sostiene que esa noche Osorio buscó a las dos jóvenes para llevarlas a un asado. Se presume que la idea era que ellas ejercieran el trabajo sexual allí, aunque todo aún se mantiene en el terreno de la hipótesis, siempre según lo que surge de la propia causa.

No está claro si el encuentro finalmente se produjo. Pero sí que dos mujeres se subieron, en barrio Villa Revol, al utilitario Fiat Fiorino que conducía Osorio. Fue en el habitáculo del rodado donde algo sucedió. Una discusión que terminó de la peor manera: con el conductor herido de un balazo en la cabeza.

¿Un intento de robo? ¿Una tarifa que nunca se pagó? Los interrogantes de los investigadores sospechan, sobre todo, que detrás de la última cuestión estaría la clave de este crimen.

Lo concreto es que luego de producirse el disparo, la puerta del lado del acompañante se abrió y los testigos vieron cómo dos mujeres se bajaban corriendo, para luego internarse en Villa Revol. El rodado, en tanto, avanzó unos pocos metros, hasta chocar contra la pared de una casa.

Cuando los primeros móviles policiales llegaron al lugar, en la esquina de en la esquina de Lerma y Bragado, los agentes encontraron a Osorio agonizando dentro de su Fiat Fiorino. El reloj marcaba las 6.30 de aquel sábado. La víctima no sobrevivió en el Hospital San Roque, donde alcanzó a ser trasladado.

Fue entonces que un grupo de personas se acercó al utilitario e intentó incendiarlo, pese a que aún Osorio estaba adentro. También agredieron con piedras a los uniformados. 

Para el fiscal Caro, la idea era clara: eliminar las pruebas para favorecer a las sospechosas.

El trabajo de campo se hizo arduo para los investigadores. Un férreo código de silencio en la zona marcaba que las supuestas victimarias contaban con una fuerte protección.

La primera en caer fue la más grande de las dos sospechosas, Micaela Guadalupe Toledo (24). Fue capturada el miércoles siguiente en el mismo barrio. El fiscal la imputó por el presunto delito de homicidio calificado por el uso de arma de fuego y por haber sido cometido en compañía de un/una menor de edad.

Pero su supuesta cómplice, la adolescente de 17 años, se convirtió en una fugitiva difícil de cazar. 

En total, estuvo 49 días huyendo de la ley. Cuentan los informantes que se escabullía por Villa Revol, barrio Ampliación San Pablo y por el Bajo Pueyrredón. Siempre lograba escapar a tiempo. 

Hasta que el sábado pasado, los policías que estaban de civil apostados en la zona, la vieron regresar a Villa Revol. Y esta vez, lograron capturarla.