Allí, bajo la sombra del techo del polideportivo ubicado a un costado del acceso a la ciudad de Córdoba por la ruta nacional 19, un grupo de jóvenes se consume a fuerza de pitadas. La escena fue registrada por Cadena 3 el miércoles último, minutos antes de las 11 de la mañana. Bien temprano, a plena luz del día. Invisibles a toda hora.
Ese sector del Bajo Pueyrredón hace bastante tiempo que es considerado por los especialistas en seguridad como una "zona roja": un enclave en el que el narcomenudeo, la violencia y la inseguridad avanzaron más rápido que cualquier oferta educativa, laboral, cultural o deportiva.
Durante toda la mañana del miércoles, recorrimos más de 300 metros de la calle Ciriaco Ortiz (conocida como "la 85) en búsqueda de referencias sobra la mujer que el domingo último a la noche fue acusada de haber intentado vender a su pequeña hijita por 500 pesos.
Una historia que aún sacude a Córdoba. Y que desnuda de manera atroz el siniestro combo entre marginalidad, drogas y desesperanza.
El pasado 23 de noviembre, en Cadena 3 comenzamos a desnudar cómo el avance del "pipazo" estaba generando estragos en diferentes puntos de la ciudad de Córdoba. Bajo Pueyrredón, ubicado a un costado del acceso por la ruta nacional 19 era una muestra dramática de esa realidad.
Se trataba del hilo invisible detrás del caso de la mujer que había salido a "vender" por 500 pesos a su pequeña hija.
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El viernes último, la división Antidrogas Córdoba de la Policía Federal Argentina copó parte de esa barriada. Bajo órdenes de la fiscal del fuero antimenudeo. Desde hacía semanas, de manera camuflada, un grupo de investigadores había logrado mimetizarse en las profundidades de un sector donde la venta de droga abunda.
El objetivo era una célula narco que utilizaba a jovencitos como "soldaditos", los que no sólo hacían de vigilantes para alertar a los traficantes sobre cualquier movimiento sospechoso, sino que también aseguraban que hasta ciertos pasillos del asentamiento sólo ingresaran los consumidores que tenían el dinero suficiente para adquirir una o más dosis de droga.
"Esta célula articulaba dos búnkers predispuestos para la venta de cocaína y marihuana, lo que generaba, sobre todo en horas de la noche, el tránsito continuo de gran cantidad de personas afectadas por el consumo de estupefacientes. Esto tornaba a la zona en un lugar marginal y de gran peligrosidad para sus lugareños, quienes debían convivir con la presencia a toda hora de jóvenes, en su mayoría en situación de calle, afectados por su adicción", se destacó en la investigación.
De manera paciente, los sabuesos federales fueron advirtiendo cómo operaba esta "célula", que no es el único grupo narco que actúa en esa parte de la ciudad. Así, comenzaron a elaborar un organigrama que incluyó a por lo menos nueve personas y 10 inmuebles en total, todos en el mismo asentamiento.
Los dos búnkers en los que se vendía la droga casi sin pausa, otros domicilios en los que se acopiaba la cocaína y la marihuana y se preparaban las dosis para su posterior venta, además de las viviendas en las que los principales sospechosos aseguraban el dinero producto de esta venta ilegal.
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Fue así que el pasado viernes casi un centenar de efectivos copó la barriada con la directiva de allanar, de manera simultánea, todos los puntos marcados en el mapa de la investigación.
Además de la detención de los principales sospechosos y el secuestro de más de tres kilos de cocaína y marihuana ya listos para su venta al menudeo (se sostiene que esas dosis iban a ser comercializadas sólo durante la víspera de Año Nuevo), se incautaron cuatro millones de pesos en efectivo, además de diferentes vehículos cuya cotización total oscilaría superaría los 30 millones de pesos.
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Este operativo se complementa con otro similar que la misma división Antidrogas Córdoba de la Policía Federal Argentina ejecutó a fines de noviembre en Barranca Yaco, asentamiento que está ubicado al frente de Bajo Pueyrredón, ruta 19 de por medio.
Allí, se desbarató un búnker de drogas que funcionaba en medio de un contexto diseñado para la venta de sustancias ilícitas, según se destacó durante la investigación.
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Sucede que los agentes se toparon, a lo largo de la pesquisa, con que los traficantes no sólo utilizaban a jóvenes como “teros” en los accesos al barrio para alertar sobre cualquier “desconocido” que ingresara, sino que también habían levantado lomadas para impedir y dificultar el tránsito de las fuerzas de seguridad por la zona y, de este modo, contar con el tiempo necesario para ocultar o hacer desaparecer el estupefaciente entre las distintas viviendas precarias allí existentes.
Los jóvenes del sector también eran utilizados por los traficantes para que vendieran la droga en el búnker, divididos en turnos por horas.
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