Dos policías golpeados, el robo de la pistola reglamentaria a uno de ellos, y decenas de autos que sufrieron ataques por parte de los delincuentes fue el saldo de un operativo policial en el Estadio Kempes que en un principio había sido definido como "exitoso" por parte de las autoridades.
El despliegue de seguridad para el partido que en la noche del miércoles disputaron Talleres y Vélez Sársfield prácticamente no registra antecedentes en la ciudad de Córdoba. Un total de 1.100 policías afectados, además de otros 300 de seguridad privada, terminaron por configurar una cifra de alto impacto para la prevención en un episodio histórico para el deporte local: 60 mil personas presenciaron por primera vez a un equipo cordobés disputando un encuentro por los cuartos de final de la Copa Libertadores de América.
La previa había sido más que caldeada. Una violencia que se inició la semana pasada en el estado Amalfitani, cuando un grupo de barras locales atacó en plena platea a los 350 cordobeses que habían ingresado con entradas de protocolo. Desde aquella salvaje agresión, todo lo relacionado al partido revancha estuvo encuadrado por este episodio.
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La Policía de Córdoba y la seguridad privada de Talleres se pusieron a trabajar entonces en lo que se definió como un partido de alto riesgo. Talleres decidió prohibir la presencia de público visitante, pero durante largos días se fogoneó en redes sociales, y sobre todos en medios periodísticos de Buenos Aires, una supuesta avalancha de hinchas de Vélez que iban a viajar para "infiltrarse" en el Kempes. Algo que no fue real.
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Se diagramó un operativo de control en las rutas, el hotel donde se alojó Vélez en barrio Poeta Lugones fue virtualmente blindado y los ómnibus de ambas delegaciones viajaron hacia el estado en las denominadas "cápsulas de seguridad".
Un despliegue impresionante de policías que generó reacciones lógicas en dos sentidos: ¿cuándo la pasión por el fútbol se transformó en algo tan peligroso? ¿por qué semejante despliegue de policías no se advierte en los barrios de Córdoba todos los días, mientras la inseguridad no da tregua?
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Lo concreto es que adentro del Kempes no hubo incidentes. Los 60 mil espectadores se comportaron de manera civilizada y no fue necesario lamentar ningún episodio como el ocurrido una semana antes en Buenos Aires.
Pero afuera del estadio sí se registraron varios problemas.
Por un lado, dos policías de la división Motos fueron golpeados por hinchas de Talleres cuando rodearon el ómnibus local y le dieron la bienvenida a la llegada al estadio. Una recepción que no estaba prevista y que alteró un poco los planes. Fue en medio de esa situación, que los dos policías fueron rodeados por un grupo numeroso de personas, que terminaron por golpearlos y arrojarlos al suelo. A uno de ellos, le robaron el arma reglamentaria, lo que sin lugar a dudas terminó por convertirse en un grave episodio, ya que durante toda la noche hubo al menos una persona armada entre la multitud. La pistola aún no fue recuperada y los policías tuvieron que recibir asistencia médica.
En el medio del partido, en tanto, un policía federal que acompañaba a la delegación de Vélez tuvo que retirarse del estadio luego de que se comprobara que había ingresado con su arma, pese a no estar autorizado para ello.
Al finalizar el encuentro, además, un grupo de hinchas de Talleres que había viajado desde Arroyito se dio con la desagradable sorpresa de que los delincuentes les habían abierto los autos, dos Toyota Corolla, y les habían robado ruedas de auxilio y otros elementos de valor. A los vehículos los habían dejado estacionado debajo de uno de los puentes de la Circunvalación, frente al Kempes. Allí, debieron abonar 500 pesos a un "naranjita".
Nicolás, uno de los propietarios de los autos, dijo que los ladrones no rompieron los vehículos, por lo que se sospecha que los inhibieron o que utilizaron el sistema "Pandora" que en los últimos tiempos está comenzando a hacer estragos en Córdoba.
Tras la difusión de este caso, varios oyentes de Cadena 3 denunciaron haber sufrido episodios similares: salir de la cancha y toparse con que sus autos habían sido violentados por los ladrones.
O sea, pese al impresionante despliegue de 1.100 policías en un radio de escasos kilómetros, los delincuentes otra vez hicieron de las suyas en los alrededores del Kempes.
