La ruta de los celulares manchados con sangre

Juan Federico

Lourdes Avedaño Rejas tenía 35 años. El sábado pasado a la noche, motochoros la balearon por la espalda cuando intentaron robarle su teléfono celular. El crimen se produjo a tres cuadras de su casa, en barrio Los Piletones, de Villa Soldatti, en Buenos Aires. Ella regresaba de tomar un café con una tía. 

La larga ruta de los celulares robados está manchada de sangre. Un mercado clandestino fabuloso que no deja de crecer en las principales ciudades del país.

La Cámara de Agentes de Telecomunicaciones Móviles de Argentina reveló que cada una hora son robados 169 teléfonos celulares. O sea, casi 4.000 aparatos por día. O, escrito de otra manera, por minuto se roban casi tres celulares en todo el país.

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La proliferación de esta modalidad delictiva termina por generar un efecto de anestesia social: hoy, pocos se sorprenden cuando escuchan que a alguien cercano le robaron su celular.

Pero lejos está de ser un delito menor.

1. Los robos de celulares se reproducen los siete días de la semana, a toda hora y en todo lugar. Los motochoros eligen la zona céntrica, por la densidad del tránsito peatonal, para arrebatar los teléfonos y poder escapar rápido. Pero también la soledad de los barrios, durante la siesta. A la noche, sobre todo los fines de semana, bandas organizadas se mimetizan entre el público de los espectáculos nocturnos para robar decenas de aparatos en un solo evento.

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Un celular hoy es, por lejos, el aparato más costoso que cualquier persona lleva encima mientras camina por la calle. Equivale, en varios casos, a más de un salario mínimo vital y móvil, que hoy ronda los 80 mil pesos.

2. Se trata del primer grado en la escuela del delito. El ladrón que comienza a robar celulares debe empezar a conocer rutas para escapar de manera veloz, identificar dónde están los controles policiales, a qué hora hay patrulleros y cuando no, y, sobre todo, necesariamente se debe poner en contacto con los "reducidores", un eslabón fundamental de toda la cadena.

3. Un celular robado de inmediato pasa de mano en mano. El ladrón se lo da en contados segundos a un cómplice que se encarga de llevarlo al reducidor. Este paga, en promedio, unos 10 mil pesos por cada aparato robado. Pero los fines de semana, puede pagar la mitad. ¿Por qué esta diferencia? Quienes conocen el submundo del hampa aseguran que sábados y domingo hay más celulares robados (por las sustracciones en boliche y bailes) y los ladrones están más ávidos de dinero rápido para salir de fiesta. Y, además, hay menos bocas activas esos días para desbloquear los aparatos.

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4. Los reducidores operan con desbloqueadores que se camuflan, en muchos casos, en locales que se presentan ante el público como "reparadores de celulares". Comercios que no sólo se encuentran en la zona céntrica, sino que cada vez más aparecen en los barrios populosos. Pagan entre 3.000 y 5.000 pesos para lograr borrar por completo toda la información del celular recién robado y, al mismo tiempo, dejarlo activo de nuevo, ya sin el chip original. La idea es evitar que pueda ser rastreado.

5. O sea, entre el pago al ladrón y al "laboratorio", el reducidor termina por invertir entre 10 mil y 15 mil pesos en cada celular robado.

6. De inmediato, estos aparatos, ya formateados y desbloqueados, son puestos a la venta. Los ofrecen en locales que funcionan bajo la fachada de legales, en galerías comerciales, o directamente en las redes sociales. "Los delincuentes se están aprovechando del e-commerce", sintetizó el fiscal de Cibercrimen de Córdoba, Franco Pilnik. Allí, en medio de posteos y ofertas de todo tipo, pululan los objetos robados. El cliente, por lo general, sólo pregunta por el precio y prefiere no enterarse la procedencia.

7. Las penas a las que se enfrentan los ladrones y todos los que forman parte de esta cadena no son elevadas, en relación a otros tipos de delitos. Encubrimiento, hurto y robo son las calificaciones más usuales. Son muy pocas las investigaciones que persiguen toda la cadena completa, lo que podría suponer una imputación mayor por asociación ilícita.