Lo torturaron para llevarle una millonaria suma de dinero

Juan Federico

La noche había llegado a su fin para Daniel. El reloj marcaba las 4.40 del domingo y Daniel supo que ya era hora de ir a dormir. Llamó al guardia de vigilancia privada y le pidió que lo acompañara hasta que guardara su camioneta Toyota Hilux dentro del galpón contiguo a su casa ubicada en Juan XIII y Rancagua, donde confluyen los barrios Talleres Este y San Nicolás, en la ciudad de Córdoba.

Allí, Daniel explota su Distribuidora Norte, una importante firma dedicada a la venta de bebidas. 

Acomodó la camioneta antes de la pila de cajones y cerró el portón. Le agradeció al vigilador, que se retiró. Daniel ya se sentía a salvo de la inseguridad. Caminó dos pasos y encaró a la puerta trasera que comunica su casa con el galpón.

Fue entonces que unas voces gruesas irrumpieron desde las penumbras. Los delincuentes lo estaban esperando, agazapados. Se cree que habían trepado por los techos de una vivienda vecina, que se habían descolgado por una pared que sostiene el tinglado y que una vez allí adentro, se habían armado de paciencia para aguardar el momento justo.

Nada estaba improvisado. Profesionales del delito, al acecho. Con datos finos.

Daniel ni quiso fijarse cuántos eran, ni qué armas tenían, ni hasta dónde estaban dispuestos a llegar.

Habrían sido al menos cuatro los ladrones. Con gorras y barbijos. Los delincuentes nunca perdieron la calma. A Daniel lo tiraron boca abajo en un baño. A su pareja, que descansaba a esa hora, la despertaron y de inmediato le indicaron que se quitara los anillos. La dejaron allí, quieta.

"Todo el dinero", era la exigencia. Pese a que el dueño de la distribuidora no pensaba resistirse, los ladrones fueron por más: le colocaron una bolsa de nailon en la cabeza. 

Fue una hora eterna, de pesadilla. Los asaltantes fueron al lugar en el que se guardaba la recaudación de los últimos días. Tomaron todo. También alhajas y otros objetos de valor. "Se llevaron todo, no me dejaron nada", contaría luego Daniel a Cadena 3. 

Incluso, amenazaban con llevarse a un pequeño caniche toy. La violencia psicológica a lo largo de esos 60 minutos fue brutal. Hasta que cargaron todo en la Toyota Hilux y al fin se marcharon. Entre cuatro y seis millones de pesos en efectivo, fue la parte más gruesa del botín.

Recién en la tarde del domingo, la camioneta fue localizada estacionada a sólo dos cuadras de su casa. O sea, allí la banda cambió de vehículo. Un asalto aceitado al extremo.

Y un detalle que revela la profesionalidad de los delincuentes: antes de irse de la casa, le pidieron a Daniel el disco duro con las grabaciones del circuito cerrado de las cámaras de vigilancia que tiene en su domicilio y en la distribuidora.

Por ahora, no hay detenidos. Mientras tanto, el lunes, Daniel y su familia volvieron a arremangarse arriba de una mulita para descargar y acomodar bebidas como todos los días de la semana. "No nos queda otra que seguir", se resigna.