Los hijos de la droga en Córdoba

Juan Federico

Hace 13 días que llegó a ese mundo. Si bien su estado de salud es buena, los médicos de la Maternidad ubicada al sur de la ciudad de Córdoba no se animan a darle el alta. No sólo porque en su organismo encontraron restos de cocaína, sino porque saben que llevarla a su casa significa exponerla a una intemperie infinita.

La noticia se conoció a través de un parte interno de la Policía de Córdoba que se filtró. En la guardia del hospital se dejó asentado que la mamá de la criatura no podía acercarse a ella. Y mucho menos, llevársela a su casa. 

Pero en realidad, se trata de un drama mucho más profundo que interpela, al mismo tiempo, a varias instituciones públicas. Y que deja al descubierto cómo la oferta indiscriminada de todo tipo de drogas en los barrios de la ciudad no sólo es un asunto estadístico de dosis secuestradas ni de relatos de pretendida hostilidad, sino que obliga a repensar políticas oficiales más eficientes y urgentes. Porque el fantasma del narco y la droga está generando un daño social mucho más severo del que se intenta asumir en los discursos.

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La pequeña que nació con cocaína en su organismo es la décima hermana de una familia que hace tiempo que pide auxilio a gritos. La mirada simple apunta hacia la madre, una mujer de 40 años adicta, una consumidora consumida por la droga. Los padres son al menos cuatro. La mayoría hace tiempo que se borró de cualquier tipo de crianza responsable. 

Los dos hijos más grandes, que ya traspasaron la mayoría de edad, se las rebuscan por su cuenta. Trabajan y estudian en un contexto sumamente complicado. Otros tres niños quedaron en un hogar familiar de la zona noroeste de la ciudad. Una pequeña fue acogida por otra familia en el interior, pero ya se la devolvieron. La madre y su última pareja hoy tienen cuatro niños pequeños a su cargo, a la que ahora le sumaron la nueva beba.

Hija de una familia numerosa (son 15 hermanos), desde adolescente esta joven madre ya generaba toda clase de conflictos en el interior de un hogar de clase media de la zona sur de la ciudad, cerca del CPC de Villa El Libertador. En esa casa se quedó junto a algunos de sus hijos hasta que hace un puñado de meses una orden de restricción la obligó a marcharse de allí junto a su pareja y los cuatro niños más pequeños. 

Solía caminar por esas cuadras pidiendo comida y ofreciendo por pocos pesos todo tipo de objetos. Desde la leche que le daba la ayuda oficial hasta otros elementos de origen más que dudoso. Los vecinos no dudan en recordar cómo la veían casi raquítica, embarazada, fumando y bajo los efectos de la droga. 

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Ya cuando nació su anterior hijita, que hoy tiene 3 años, en el hospital también detectaron que la pequeña tenía droga en el organismo. Pero la madre logró llevársela de allí.

Este invierno, en medio de los días más fríos, en una crisis, rompió todos los vidrios de la casa. Los vecinos pronto se organizaron para lograr repararlos, preocupados por los niños que allí viven. También llevaron adelante una colecta mayor para llevarles toda clase de alimentos y ropa abrigada. A ellos se les estrujaba el corazón cuando veían a los chicos en la vereda, cuidándose entre ellos, casi desnudos. 

Antes, la mujer había vendido aberturas, muebles, camas y todo lo que pudiera acercarle unos pesos para calmar por un rato sus ansias de consumir drogas.

En la última crisis, intentó atacar con un cuchillo a uno de los hijos mayores. Fue entonces que otra vez llegó la Policía, se activó una denuncia judicial y se libró una orden de restricción de contacto entre ellos. La mujer, su pareja y los cuatro chicos de 13, 11, 9 y 3 años se fueron entonces hacia la casa de un familiar de él en la zona oeste de la ciudad. Ahora, en una plaza del sector es común ver a esos niños jugando en solitario. "Con ella y con su marido, estos cuatro chicos siempre van a estar en riesgo", resumió una persona que los conocen muy de cerca.

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Los vecinos que habían realizado aquella colecta en el barrio para ayudarlos, cuentan con impotencia cómo al otro día la vieron a ella y a su pareja en un cajero electrónico cercano extrayendo el dinero de las diversas ayudas sociales que recibe: asignación universal por hijo, pensión por tener siete o más chicos y otra porque uno de los pequeños es discapacitado. "Apenas sacaban la plata, se iban a comprar droga", contaron.

Los puntos de venta son cercanos y bien conocidos por todos. Aquella cocaína que antes aspiraba hoy es fumada en forma de "pipazo", un consumo residual que está generando efectos mucho más veloces y perturbadores entre los adictos. 

La descripción es un mazazo: el dinero estatal para ayudar a los chicos termina en los bolsillos del narco.

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Ahora, cuando se descubrió que la beba recién nacida tenía cocaína en el organismo, se informó que la Secretaría de la Niñez, Adolescencia y Familia (Senaf) estaba evaluando el contexto familiar para tomar alguna determinación.

La Senaf hoy es dirigida por la abogada Julia Reartes. De manera orgánica, depende del Ministerio de Desarrollo Humano, que dirige Liliana Montero. Ante diversas consultas de Cadena 3, han evitado referirse de manera pública a estos temas.

No obstante, diversas fuentes aseguraron que hay múltiples expedientes que se refieren a esta familia. O sea, la evaluación del contexto familiar ya se realizó varias veces.

Quienes conocen bien de cerca a esta pareja y a los chicos aseguran que hace tiempo se suceden las intervenciones estatales sin que haya ningún tipo de solución. Un circuito impotente en el que se fueron acumulando diversas denuncias en el Polo de la Mujer, en la unidad judicial 6, ante la Policía y con intervenciones constantes de los Juzgados de Menores y la Senaf. 

Niños que eran sacados de ese entorno pero que al tiempo volvían, luego de los que asistentes de la Senaf decretaran que la familia estaba en condiciones de acogerlos de nuevo. 

Quienes conocen de cerca la dinámica de esta pareja se preguntan hoy qué vieron realmente los empleados de la Senaf para pensar que allí los chicos pueden estar a resguardo.

Hace años que en la Maternidad y en otros hospitales de Córdoba los médicos vienen advirtiendo un incremento de los casos de bebés recién nacidos con sustancias tóxicas en el organismo. ¿Cómo les llega la droga? Las madres consumidoras se la transmiten a través de la placenta y la lactancia.

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El drama de los hijos de la droga en Córdoba existe desde hace mucho más tiempo de lo que se supone. Estudios encarados en la anterior Maternidad Provincial detectaron en 2009 12 casos de bebés intoxicados con cocaína, marihuana o benzodiacepinas (sustancias presentes en fármacos). En 2010 la cifra se duplicó y más: fueron 26. Y en 2011, se detectaban 44 bebés que presentaron complicaciones asociadas al consumo de drogas de las madres.

Este registro nunca dejó de crecer desde entonces. Hoy, la nueva Maternidad ya atendió 80 casos de este tipo en los primeros meses del año, mientras que en 2023 fueron 70. Para dar una dimensión de esta tragedia social, según los registros oficiales de la Provincia, el 1,5 por ciento de los bebés recién nacidos en este centro de salud estuvo expuesto a alguna sustancia tóxica durante el embarazo.

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Ya en aquellos primeros estudios, se subrayaba que entre los problemas documentados en los recién nacidos se ha observado aborto; muerte intrauterina; malformaciones; bajo peso; prematuridad; sufrimiento fetal; síndrome de abstinencia agudo, subagudo o crónico; infecciones verticales; ruptura prematura de membranas; asfixia; infarto cerebral; patrones de respiración y cardíacos anormales, entre otros.

Por lo general, los bebés cuyas madres no han parado de drogarse durante el embarazo presentan bajo peso y pueden sobrellevar otras complicaciones. ¿Cómo se detecta una "crisis de abstinencia" en recién nacidos? Tienen bostezo continuo, parpadeos, patrones de respiración anormal e incluso convulsiones. A futuro, estos pequeños pueden generar dificultades a nivel cognitivo e intelectual para el aprendizaje.

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