Hace más de cinco meses, en la siesta del pasado sábado 9 de septiembre, al menos dos sospechosos comenzaron a merodear el club Yapeyú, en la periferia de la ciudad de Córdoba, en una llamativa cupé Peugeot RCZ.
Adentro, en la cancha de básquet, el secretario general del gremio de la limpieza en Córdoba (Soelsac), Sergio Fittipaldi, ofrecía un asado a un grupo de afiliados, en medio de una intensa puja electoral contra una lista formada por Franco Saillén, del gremio de la basura (Surrbac).
A quienes oficiaban de "custodios" en la puerta les llamó la atención este vehículo cupé, ya que creyeron identificar al conductor, un joven vinculado a una facción de la poderosa barra de Talleres, La Fiel.
Se trata de Luis Mendoza (30), quien hace tiempo construyó su propia fama dentro de la interna por la barra albiazul.
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Minutos después, un sicario a pie llegó hasta la vereda del frente del club, se escondió detrás de un auto estacionado y en segundo escupió una tanda de balazos nueve milímetros contra la sede.
Dos balazos pasaron a pocos centímetros de las cabezas de tres personas que custodiaban el acceso. Varios más impactaron contra la pared. Y uno solo –según los peritajes- se coló por un lateral, desde un ángulo más que difícil.
El proyectil ingresó en el salón donde se realizaba el asado e hirió en el cuello de Gabriela Pérez (24), que sólo estaba allí por obligación -según denunciaría luego su familia- y que era ajena a cualquier disputa de poder.
A esa hora, había casi un centenar de personas en la reunión que encabezaba el propio Fittipaldi.
Un mes y medio después, la fiscal Silvana Fernández acusó al propio hermano de Gabriela, Gustavo "Pancuca" Herrera, de haber sido aquel sicario. Y lo detuvo.
Se sostiene que el tirado había ido a matar a otra persona y que sólo por su mala puntería terminó por asesinar a la joven.
La defensa aún discute la acusación.
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Mientras tanto, un eslabón clave en toda esta trama continúa perdido. Inhallable. Luis Mendoza, "Luisito" para todos los que conocen el submundo de La Fiel, se ha convertido en un fantasma para los investigadores que hace meses intentan encontrarlo.
¿Quién tiene el poder para poder resguardarlo durante tanto tiempo? La pregunta hace cada vez más ruido en el interior de la fiscalía de Fernández.
Se sabe que la disputa por el control de Soelsac trasciende la vocación de luchar por los derechos laborales de las trabajadoras. Hace tiempo que este gremio se sumó a otros sindicatos vinculados a actividades públicas en el organigrama de los más poderosos de la provincia.
Tanto Fittipaldi como Saillén tienen aceitados vínculos con el peronismo que gobierna la provincia y el municipio capitalino. Ambos trabajaron de manera activa en las campañas del año pasado e incluso Fittipaldi fue electo legislador provincial (está entre los suplentes). Su abogado histórico, Ricardo Moreno, de quien ahora se habría distanciado, logró una banca como concejal de la ciudad de Córdoba.
Y, al mismo tiempo, tanto el Surrbac como Soelsac, aparecen con fuertes vinculaciones con las barras de los principales clubes de la ciudad. Incluso, Soelsac controla dos clubes: Argentino Peñarol, de Argüello, y Quilmes de Villa Allende.
Tentáculos cada vez más largos.
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La Fiel asoma, en toda esta historia, jugando en varias puntas al mismo tiempo: con custodios informales alrededor de Fittipaldi; con varios miembros dentro del Surrbac; con participaciones activas en los actos políticos; fletando colectivos para diversos eventos; con vínculos personales en el club Yapeyú.
Fue por ello que ese sábado de septiembre, los custodios de Fittipaldi pronto reconocieron a "Luisito" cuando merodeaba en su cupé. Al menos, así lo declararon luego en el expediente por el crimen de Gabriela.
"Luisito" suele reportarse a Carlos Pacheco, un sujeto que supo ser uno de los líderes de La Fiel pero que cayó en desgracia interna.
Pese a que el club le prohibió el ingreso al estadio, siempre intenta ingresar. En abril del año pasado, gracias a la generosidad de algún contacto político que le acercó las entradas de protocolos que Talleres le cede al Gobierno por la utilización del Kempes, Pacheco logró colarse en la tribuna Ardiles, según publicó meses atrás Cadena 3 a partir de los datos aportados por fuentes que siguen bien de cerca toda esta trama.
Allí, en medio de la platea, como si se tratara de un desafío a la prohibición, se fotografió con dos de sus actuales laderos: "Luisito" y el tío de este, conocido como "Petaca", de acuerdo a lo que ellos mismos publicaron en las redes sociales.
Cuando lo vieron en la cupé, las alarmas de los custodios se encendieron. Fue por eso que cuando llegó el sicario, varios de ellos estaban parados frente al portón principal del club Yapeyú. Las riñoneras que llevaban siempre generaron suspicacias entre los investigadores. Hipótesis que nunca pasaron de eso, de teorías.
Lo concreto es que la fiscalía desarrolló un exhaustivo trabajo para fijar el recorrido que hizo la cupé Peugeot durante aquella siesta del 9 de septiembre, en un radio de no más de 10 cuadras.
Se sospecha que con la cupé Peugeot buscaron al sicario, lo llevaron hasta unos 50 metros del lugar del ataque, lo esperaron allí y luego lo evacuaron del lugar. Todo, entre las 14.19 y las 14.41 de aquel día.
Desde entonces, la cupé y "Luisito" desaparecieron. El joven aún es un misterio.
Pero el pasado viernes 2 de este mes, a casi cinco meses del crimen, el vehículo fue hallado. Estaba a varios kilómetros de Yapeyú, en la ciudad de Rosario.
Los policías rosarinos lo recuperaron en la esquina de San Lorenzo y Servando Bayo, a donde un joven de 27 lo había llevado con la intención de venderlo.
¿Cómo lo localizaron? La versión oficial indica que los policías rosarinos comenzaron a revisar los vehículos que se ofrecían a la venta por Marketplace -la plataforma de ventas informales de Facebook- y detectaron al Peugeot, que tenía un pedido de secuestro emanado desde la Justicia de Córdoba.
Ante esto, simulando ser clientes, los agentes se contactaron con el vendedor y pactaron ese encuentro.
Si bien fue demorado en un principio, el vendedor de 27 años fue liberado en Rosario, ya que dijo que desconocía que el auto tenía pedido de secuestro.
Cuando los policías cordobeses viajaron a Rosario, sus colegas lo esperaban no sólo con el vehículo -que fue trasladado a Córdoba el jueves pasado- sino con datos que ahora pican fuerte en la investigación cordobesa: el vendedor tiene vínculos con la poderosa banda narco rosarina liderada por Hernán "Lichi" Romero, un joven que desde la cárcel continúa liderando esta organización.
Una banda que fue noticia nacional en noviembre pasado cuando algunos de sus miembros fueron a "rescatar" a uno de los laderos de "Lichi", Gabriel Lencina.
Condenado a 22 años de cárcel por una serie de crímenes, Lencina había sido trasladado para un control médico al Hospital Provincial de Barrio Martín. Hasta allí llegaron sus cómplices para "rescatarlo", momento en el que se tirotearon con la custodia del nosocomio y mataron al policía Leoncio Bermúdez. Huyeron sin cumplir su cometido.
¿Cómo terminó esa cupé en Rosario? ¿Qué vinculación existe entre "Luisito" y la banda de "Lichi"? ¿Quiénes están protegiendo al prófugo? ¿Cuál es la línea que vincula el crimen de Soelsac, a La Fiel y a las bandas narcos de Rosario? Las preguntas se superponen en medio de una investigación que asoma como cada vez más compleja.
