Villa Mascardi, nueve kilómetros sitiados

Juan Federico

Son dos retenes a lo largo de los nueve kilómetros en los que la ruta 40 surca por Villa Mascardi, el enclave de ensueño que se ha convertido en la pesadilla del mal llamado "conflicto mapuche".

Desde hace una semana, cerca de 300 efectivos nacionales han sitiado este extremo del sur patagónico. Policía Federal, Policía de Seguridad Aeroportuaria, Gendarmería y Prefectura han desplegado hombres y mujeres en un operativo denominado Comando Unificado, que no deja de asombrar por su espectacularidad.

Varios de los uniformados abandonaron enclaves calientes del país, como el conurbano bonaerense y Rosario, para instalarse a un paso del lago Mascardi, en pleno Parque Nacional Nahuel Huapi. 

Todos llevan armas largas, chalecos y parecen preparados para lo peor.

En los retenes, los automovilistas son obligados a frenar durante media hora. Se les exige documentación personal y del vehículo. Hasta que aparece un móvil de Gendarmería que se pone adelante y los lleva en una lenta fila india. Una vez por cada carril.

El objetivo es doble: evitar que alguien se lleve escondido a algunos de los prófugos que aún son supuestamente buscados y, al mismo tiempo, identificar que no lleguen "apoyos" de otros puntos del país para el grupo que está siendo buscado.

Durante el fin de semana extra largo, fueron varios los turistas que se sorprendieron ante el fenomenal despliegue policial. Incluso, algunos preguntaban a qué se debía, ajenos a toda la escalada violenta que hace días ocupa las noticias del país.

La Policía Federal, además, ha apostado dos equipos satelitales, para tener señal y monitorear en vivo todo ese sector. La estación de servicios ACA, ubicada entre Villa Mascardi y Bariloche, es el punto de reunión del comando unificado: se trata de uno de los pocos lugares enclavado en medio de las montañas que cuenta con señal para el celular.

El contraste es atroz. A metros de los uniformados armados hasta los dientes, hay pequeños grupos que se sientan a los pies del lago, para pescar o directamente para compartir unos mates y perderse en el ronroneo del agua mansa y la amplitud de las montañas nevadas.

Ni siquiera el rugir del helicóptero policial que intenta encontrar algún rastro de movimiento humano perturba la contemplación de una naturaleza cuyo impacto encandila aún más que la violencia.