Un tesoro diverso que hay que preservar
19/09/2023 | 16:26Redacción Cadena 3

Adentrarse en las particularidades del chamamé es descubrir los colores y la diversidad del nordeste argentino, tierra de selvas, bosques, ríos y fauna exuberante.
El Litoral argentino es región de tradiciones ancestrales y allí el chamamé es la música de las infancias de sus habitantes y la que trae a la memoria a los abuelos y a las prolongadas mesas familiares en el campo. Para los litoraleños, es la música de la alegría y también de la nostalgia.
El chamamé es consecuencia de las influencias de las misiones jesuíticas en esa región, ya hace más de 300 años, y es por eso que “la patria chamamecera” abarca la Mesopotamia argentina y el sur de Paraguay y Brasil. En esos territorios se dispersaron los nativos luego de que los jesuitas fueran expulsados de América en 1767.
En el siglo 18, la delicada espiritualidad de la música se relacionaba indisolublemente con lo sagrado. Luego el acordeón llegó a América con los inmigrantes del Viejo Continente y definió a esa música.
Así, el chamamé también tiene raíces en las melodías traídas al país por los inmigrantes europeos, especialmente en el pasodoble español y en la tarantela italiana.
Surgido en la ruralidad, menospreciado por los habitantes de las grandes ciudades, es la suma de lo barroco, de lo jesuita, de los pueblos originarios, de lo afro y de los inmigrantes europeos.
Chango Spasiuk caracteriza al chamamé como “un tesoro diverso” que hay que preservar. Y destaca que muchas veces la “diversidad” es motivo de confrontaciones, pero que en el caso del chamamé es núcleo de su riqueza.
Atahualpa Yupanqui dijo que la música es la oportunidad de encontrar la sombra que el corazón ansía.
Ciertamente, para los habitantes del noreste argentino, el chamamé es su canción de cuna y el sol de su vejez, un remanso multicolor.